La sociedad nos presenta nuevos y variados desafíos a las instituciones universitarias, en especial a las universidades católicas. La educación es la aventura más fascinante e importante de la vida, permite que el estudiante desarrolle sus potencialidades. Creemos en una universidad que educa e investiga en libertad y que junto con cumplir su misión, anhela a estar muy conectada con la sociedad para poder aportar de manera significativa al país. Para esto, se considera que la educación que incorpora de manera significativa el aporte de la trascendencia y la espiritualidad permite desarrollar una educación más completa, inclusiva y comprensiva.
La Constitución Ex Corde Ecclesiae se ha transformado en un referente fundamental para todas las instituciones católicas de educación superior. La misión la define en su centro cuando dice: “Nacida del corazón de la Iglesia, la universidad católica se inserta en el curso de la tradición que remonta al origen mismo de la universidad como institución y se ha revelado siempre como un centro incomparable de creatividad y de irradiación del saber para el bien de la humanidad”. Esta es una verdadera carta de navegación que se renueva de manera permanente en el desarrollo de nuestra misión e identidad.
Para desarrollar nuestra labor, se requiere desarrollar algunos aspectos importantes de relevar y profundizar en el permanente aporte de las universidades católicas al devenir del país. En primer término, se destaca la autonomía universitaria como un componente esencial del buen funcionamiento del sistema universitario, la que se vincula estrechamente con la libertad académica con la calidad de la educación e investigación, su entrega y aporte a la sociedad.
En segundo término, las universidades son instituciones que deben actualizarse de manera constante en cuanto a su calidad, y en ello su cuerpo académico y sus estudiantes juegan un rol primordial. Se hace necesario trabajar así en la evaluación de la innovación docente; la implementación de políticas de inclusión para estudiantes con mayores oportunidades de acceso y para aquellos con necesidades educativas especiales; la transferencia de la investigación a la sociedad a través de patentes y licenciamiento; el desarrollo de la educación continua y la colaboración entre universidades para un crecimiento armónico del sistema, entre otras labores. La opción por la calidad y la búsqueda de talentos en todos los sectores de la población es esencial en las universidades católicas.
Otro aspecto crucial para evaluar, debiera ser el vínculo de las instituciones con la sociedad a través del aporte a la resolución de los problemas acuciantes que afectan a la población, así como la vinculación de las universidades con sus egresados y con el territorio y regiones en las que están ubicadas. Además, las universidades han de ser espacios de pleno crecimiento y desarrollo para todos sus integrantes, con una especial valoración del aporte de la mujer. Este rol femenino no ha sido suficientemente valorado, si bien es un hecho que las instituciones se enriquecen con el aporte de las profesoras, estudiantes, personal profesional y administrativo en todas las áreas de la universidad.
Por otra parte, es de especial relevancia que las universidades -sobre todo aquellas de identidad católica- pongan el foco en trabajar en su propia cultura ética. En cuanto universidad tenemos la misión de buscar la verdad, y en cuanto católica nos mueve la convicción de que podemos acercarnos a la verdad mediante la integración y diálogo entre fe y razón. Un desarrollo riguroso de la ética aplicada requiere de una reflexión filosófica y de la participación interdisciplinaria de los miembros de la comunidad para definir cómo se aplican esos fundamentos y principios a la vida práctica en sus diversas dimensiones éticas.
El aporte de la Inteligencia Artificial en actividades en docencia e investigación es una realidad en nuestras universidades. Avanzar hacia un adecuado desarrollo humano, social y económico global hace cada vez más indispensable aplicar e integrar estos conocimientos, y en ello, insistimos, resulta fundamental el trabajo y desarrollo interdisciplinario desde la academia. El aporte de la filosofía, la teología, las ciencias sociales, humanidades y también del arte, son fundamentales para un desarrollo integral y global, que incorpore a la persona de manera holística.
En suma, en el caso de las universidades católicas, potenciar su presencia, ethos y sentido de misión requiere de una educación integral, con un rol destacado de la filosofía y teología, las artes y las humanidades en su desarrollo y entrega al servicio del país. La Universidad Católica está inmersa en un entorno social y para llevar a cabo su servicio a la Iglesia debe ser instrumento de un progreso cultural orientado a las personas y la sociedad. Todo esto se realiza con el mayor esfuerzo, conscientes de todas las limitaciones y defectos en nuestro diario quehacer. Por esto, es crucial revisitar los desafíos y oportunidades que se le presentan a nuestras universidades en un sistema de educación superior que requiere mayor integración y trabajo colaborativo. Este es un gran desafío por lograr en conjunto.