El impacto de los migración en el mercado laboral ha cobrado protagonismo en el debate público y así lo revelan las cifras del Centro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales (CLAPES UC), quienes basados en la Encuesta Nacional de Empleo del INE, confirmaron que los extranjeros ya representan el 11% de los puestos de trabajo en el país, más del triple que hace una década.
Junto con eso, la tasa de participación laboral alcanza el 85%, superando ampliamente el 63% que registran los chilenos. Esto refleja no solo un fenómeno demográfico, sino también económico: la llegada de migrantes puso en evidencia las debilidades estructurales del mercado laboral chileno.
Lejos de ser la causa de la precariedad, la mano de obra de extranjeros se inserta en trabajos donde las condiciones laborales ya eran frágiles. Por lo mismo, la alta informalidad, los bajos salarios y la escasa movilidad laboral son problemas antiguos que resultan más visibles al estar ocupados por personas migrantes.
Para los expertos, este escenario demuestra que la crisis no radica en los extranjeros de por sí, sino en la falta de un mercado laboral sólido e inclusivo.
La gerenta general y socia de Krebs Consulting, Constanza Ossa, sostiene que el fenómeno migratorio puede transformarse en una oportunidad estratégica para Chile. En un país que enfrenta envejecimiento poblacional, baja natalidad y déficit de talento en áreas técnicas y especializadas, la incorporación de los extranjeros en el empleo chileno podría contribuir a sostener la productividad y dinamizar la economía.
Al respecto, destacó el ejemplo de Canadá, país en el que convirtieron la inmigración en una política de desarrollo: cerca del 80% del crecimiento de su fuerza laboral proviene de trabajadores seleccionados por sus competencias.
Para la especialista, el principal desafío que enfrenta nuestro país no está en cuántos extranjeros llegan, sino en cómo se aprovecha su talento.
Ingenieros venezolanos manejando taxis, médicos haitianos trabajando como cuidadores y técnicos colombianos en oficios informales son parte de una realidad que, de gestionarse adecuadamente, podría revertirse en capital humano calificado. “Revalidar títulos, certificar competencias y ofrecer vías reales de movilidad no son gestos solidarios: son medidas de competitividad”, afirma Ossa.
Agrega también que la inmigración actúa como un espejo que refleja la precariedad del empleo chileno, pero también como una palanca para mejorarla. Transformar la inclusión en productividad, sostiene, es clave para fortalecer la base laboral y proyectar el crecimiento del país. “Si Chile quiere sostener su desarrollo, necesita un mercado que reconozca y potencie la diversidad de su fuerza de trabajo”, concluye.