
La casa en que vive Evelyn Matthei la mandó a construir su padre cuando se cansó de vivir en cuarteles de la Fuerza Aérea. Es cómoda y luminosa, pero está lejos de los metros cuadrados y las amenidades obscenas a los que se acostumbró la clase alta chilena en los años noventa. En el centro, una biblioteca con libros en inglés y alemán, y una impecable colección de clásicos seleccionados por la Enciclopedia Británica. Un living que bien podría ser el de un profesor universitario, no el de una política que ha orbitado con obstinación —y cierto fervor mesiánico— en torno al poder durante más de tres décadas.
No hay en el salón rastros evidentes de esa actividad frenética: senadora, ministra, alcaldesa, varias veces candidata a la presidencia. Las fotos en un rincón muestran a sus padres como si aún custodiaran la casa y su biografía. Evelyn reivindica sin ambages esa herencia: la sangre alemana y la sangre militar, cumplidora, rigurosa, vehemente. Sobre todo eso: la vehemencia. Que en ella no es un rasgo, sino una estrategia. Esa vehemencia que, cuando se transforma en sonrisa, destila también una curiosidad aguda por lo que pasa y lo que no pasa. Todo vivido con una intensidad que a veces seduce y a veces abruma. Una intensidad que ha dejado, junto a una lista respetable de logros, una galería involuntaria de memes, rabietas públicas y escenas para el olvido que nadie olvida.
Hay en Evelyn instinto para el drama que sería más esperable en una actriz de cine italiano que en una parca economista y exministra de Sebastián Piñera. Esa mujer que siempre parece un poco más joven que el año anterior, que nunca se detiene, que no guarda muchos secretos, ni dice demasiadas veces una cosa cuando quiere decir otra, admite que necesita del silencio y la soledad para volver a ser ella misma. También necesita entenderlo todo para obedecer: como aquella profesora de piano que solo logró corregirle la postura de la mano explicándole, con precisión quirúrgica, la anatomía completa del hueso y el músculo.
Inteligente, estricta, poderosa, capaz de todo, vertiginosa, peligrosa ¿Cómo alguien tan poco domesticable ha logrado mantenerse al frente de una derecha que funciona más por castas que por ideas? ¿Cómo sobrevive entre caníbales sin perder una mano o una pierna? Evelyn tiene —como tantos políticos nacidos en la transición— la capacidad no solo de regenerar extremidades, sino de seguir avanzando como si nada. La pregunta ya no es cuánto le queda, sino si todavía quiere seguir jugando en ese escenario que ella misma ayudó a construir, y a incendiar, y construir de nuevo tantas veces.