La postal invernal de turistas brasileños y argentinos deambulando por las calles de la capital, repletando restaurantes y -por supuestos- subiendo a los centros de esquí más cercanos a Santiago, es algo relativamente nuevo.
Hasta hace unos veinte años este tipo de turismo de invierno no estaba tan desarrollado en nuestro país, el tipo de cambio no acompañaba e incluso la disponibilidad de vuelos hacia Chile era bastante inferior a la actual. Sin embargo, el esquí en nuestro país no es una cosa reciente. Y en esta longevidad mucho tiene que ver el Centro de Esquí Portillo, que esta temporada cumplió 76 años pero que arrastra una historia que parte mucho más atrás.
El inicio de todo
1887 es considerado por muchos como el año de inicio del esquí en Chile. ¿La razón? En ese momento comenzaron las obras del Ferrocarril Trasandino que uniría a nuestro país con Argentina. En las faenas participaron tres ingenieros noruegos: Elmar Rosenquist, Knud Berga y Michel Hermudsen. Ellos, con bastante experiencia esquiando en su país de origen, recorrieron una y otra vez estos terrenos durante las primeras obras del ferrocarril, pero, ni lesos, también aprovecharon el tiempo de manera recreativa. “Esa es la primera práctica de esquí en Chile y tal vez del Cono Sur”, explica el escritor Max Mills, quien esquía en Portillo desde 1975 y escribió un libro donde se repasa la historia de este centro invernal.

La construcción de la línea férrea contribuyó a que el germen del esquí en Chile fuera inoculado justamente en esta zona de la Cordillera de Los Andes. Luego vendría la inauguración del Ferrocarril Trasandino, en 1910, lo que le dio algo más de visibilidad a la zona y poco a poco fue convirtiendo al trayecto entre Caracoles y Juncal en una improvisada área destinada a la práctica del esquí por parte de algunos pioneros nacionales. Esta actividad, sostenida en el tiempo, posibilitó que hacia 1930 se construyera un pequeño refugio llamado también Hotel Portillo (que hoy aún está en pie, en manos del Ejército). Luego, casi veinte años después, se inauguró el actual Hotel, que surgió -como tantas cosas en esa época- a alero del Estado chileno, en pleno gobierno de Gabriel González Videla. No queda muy claro si fue por mala administración o una baja demanda de huéspedes, pero el asunto es que más o menos un lustro después de su inauguración el hotel fue cerrado. Sin embargo, en 1961, otra vez el Estado -a través de la Hotelera Nacional S.A. (Honsa), una división de la Corfo- decidió privatizarlo, en una acción prácticamente inédita para la administración estatal de esos tiempos. Con este fin es que se realizó un llamado internacional en el que finalmente hubo un solo participante y ganador: el estadounidense Robert Purcell.
Purcell era un empresario bancario que conocía Chile y -lo más importante- al que le gustaba esquiar. Para embarcarse en esta aventura se asoció con su amigo Dick Aldrich. “Un hombre muy bien conectado”, dice Mills, quien también conocía Chile. Una vez listo el negocio, había que buscar a alguien que se hiciera cargo de la operación del lugar y en ese momento Robert Purcell se acordó de un sobrino que había estudiado hotelería y que estaba trabajando en un hotel en Nueva York: Henry Purcell. Le propuso
dirigirlo por un tiempo y, como el propio Henry lo ha dicho más de una vez, “me vine por dos años… y todavía estoy acá”. Y con su llegada comienza otra historia.
Portillo en el mundo
Tras algunas remodelaciones de rigor tanto en el hotel como en las pistas (mal que mal habían pasado treinta años desde la inauguración) el centro invernal volvió a funcionar ahora en manos privadas y bajo la mirada atenta de Henry Purcell, quien a poco andar se dio cuenta -junto a su tío Robert y Dick Aldrich- que necesitaban de un golpe de efecto, un llamado de atención para poner a Portillo en el mapa del esquí internacional. Y eso consistió en convencer a la Federación Internacional de Esquí para hacer un mundial de la disciplina en tierras chilenas y, por supuesto, en Portillo. “Ese fue un gran hito, porque se trató del primer y único Mundial de Esquí Alpino en nuestro continente”, destaca Miguel Purcell, hijo de Henry y actual gerente general de Ski Portillo. Sin embargo, conseguir el Mundial para Chile no sería lo único complicado (se logró en 1963), porque después las cosas se pondrían color de hormiga. “Un año antes, en 1965, Portillo sufrió una gran tormenta que trajo una nevada sorprendente y vientos de más de 200 kilómetros por hora. Esto produjo fallecidos y destruyó ocho de los diez andariveles que teníamos en esa época”, cuenta Purcell, agregando que “la federación internacional estaba preocupada por estas condiciones y pusieron en duda la realización del Mundial al año siguiente, incluso pidiendo el traslado de la sede a otro país”. Así las cosas, hubo que hacer reparaciones y construir nuevos andariveles, con materiales y tecnología que en esos años se debía traer desde el extranjero.

“Don Henry (Purcell) le garantizó a la Federación Internacional que ellos eran capaces de hacer los arreglos y se comprometió a que cumplirían con los plazos para estar listo en agosto de 1966, cuando partiera el Mundial. Y así fue”, explica Max Mills.
Finalmente, el evento fue un éxito, no solo porque fue el primero -y hasta hoy el único- Mundial de Esquí realizado en el Hemisferio Sur, sino porque efectivamente situó a Portillo y Chile en la órbita internacional de este deporte.
“Los esquiadores del mundo vieron acá la oportunidad de competir y entrenar más allá del invierno en el hemisferio norte”, acota Miguel Purcell. Y claro, desde esa fecha en adelante diversos equipos internacionales de esquí no han dejado de entrenar en Portillo cada año. Para la historia quedará que el Mundial de 1966 se realizó entre el 4 y el 14 de ese mes, fue inaugurado por el presidente Eduardo Frei Montalva y, para alegría y tranquilidad de todos, el sol brilló durante todas las jornadas. Dato curioso: cada noche de mundial la televisión chilena transmitió un compacto de las competencias del día. Y algo no menos importante, el primer lugar en el medallero lo obtuvo el equipo francés. Mención aparte merece un rumor que a estas alturas podría catalogarse como mito: en el equipo de esquí estadounidense habría estado nada menos que Douglas Tompkins. Sin embargo, no existen registros oficiales de eso. Al parecer el fundador del Parque Pumalín sí vino a Chile a esquiar, pero eso fue en 1961 y en otro lugar del país, tal como se consigna en la biografía Tompkins, el millonario verde, del periodista Andrés Azócar (al final, la verdad puede arruinar una buena historia).
Las visitas
Pero no sólo esquiadores profesionales y aficionados, además de amantes de la vida de montaña, han visitado Portillo a lo largo de su historia. De hecho, tal vez uno de las más afamadas personalidades que -literalmente- pasó por este lugar fue Fidel Castro, quien durante su famoso viaje a Chile a fines de 1971 permaneció… veinticuatro días en el país! Curiosamente, en los registros de la prensa de la época no figura que el líder cubano haya subido a Portillo. Sin embargo, el centro de esquí tiene fotografías de Castro y su comitiva, junto a Henry Purcell, en las afueras del hotel. Por lo que se sabe, Castro y un pequeño grupo de colaboradores decidió conocer Portillo durante alguna jornada en la que permaneció en Santiago sin actividades y así subió -por el día- a la cordillera. Allí pudo almorzar y luego, al salir, sucedió lo que más se recuerda hasta hoy. El entonces garzón Juan Beiza, hoy metre del Hotel Portillo, se dio cuenta de que cuando Castro y su comitiva se retiraron, el comandante olvidó en una mesa lateral una pistola que llevaba al cinto y que se había sacado para almorzar más cómodamente. Y a Beiza no se le ocurrió nada mejor que tomar la pistola y apurar el tranco para alcanzar a Castro y pasársela. Eso sí, el hoy metre habría tenido la precaución de tomar el arma como quien toma una bandeja con copas. Es decir, con la mano extendida y sin posibilidad alguna de apuntar a alguien. Aún así, los guardaespaldas de Fidel se pusieron nerviosos cuando lo vieron llegar con la pistola y habría sido el propio Castro quien llamó a la calma.

Otra famosa visitante de Portillo, aunque por esos años no lo era tanto, fue la modelo estadounidense Jerry Hall, quien estuvo en el centro invernal en julio de 1977, mucho antes de casarse con el líder de los Rolling Stones, Mick Jagger. El motivo de la visita de Hall a Portillo fue que, junto a otras modelos estadounidenses, desarrollarían una serie de fotografías ambientadas en la montaña para armar un lujoso catálogo de abrigos de piel. Sin embargo, el tiempo les jugó una mala pasada porque una vez arriba alcanzaron a hacer muy pocas fotos antes de que una tormenta los dejara diez días encerrados en el hotel junto a numerosos huéspedes. Cuenta la leyenda que la estadía de las modelos y su equipo realizador no fue del todo grata, primero, porque siempre estaba la preocupación de si los víveres del hotel alcanzarían para tanta gente y, segundo, porque las fiestas que se organizaron por esos días de encierro y secretos más de una vez se salieron de madre. Al final, un equipo militar los ayudó a salir y nunca más volvieron a Portillo. No hubo catálogo ni nada. Aunque más de una vez se ha rumoreado que en Hollywood se planea hacer una película basada en esta historia.
Hasta nuestros días
Lo cierto es que las historias de Portillo no paran. Siguen recordándose eventos como la prueba internacional del Kilómetro Lanzado, que se celebró varias veces en este lugar y que incluso tuvo récords mundiales. También hay cosas menos felices, como lo que pasó en julio de 1984, cuando una avalancha arrasó con las instalaciones del Complejo Fronterizo Los Libertadores, muriendo 27 personas. ¿Qué tiene que ver esto con Portillo? Que tras la avalancha -en medio de la noche y de la nieve- un capitán de carabineros caminó los dos kilómetros que separaban al complejo del Hotel Portillo para pedir ayuda.
Así, fue el personal del hotel -encabezado por Henry Purcell- el que llegó hasta el lugar de la tragedia y logró rescatar y dar cobijo a los más de treinta sobrevivientes. Por otra parte, durante los años noventa, las imágenes del Hotel Portillo, su piscina temperada con vista a la cordillera, sus pistas y la icónica Laguna del Inca se hicieron familiares para muchos chilenos a través de varios comerciales -de diferentes productos- que se rodaron en dichos lugares. Y aunque con el paso del tiempo fueron apareciendo y desarrollándose varios otros centros de esquí en Santiago y también en otros puntos del país, lo cierto es que de alguna manera Portillo ha logrado mantener un cierto estatus que lo separan del resto. “El encanto de Portillo es que poco ha cambiado a pesar del paso de los años. Es un lugar donde se viven los valores de conexión con la montaña, respeto por la naturaleza y el compartir de manera sana con familia y amigos”, explica Miguel Purcell, agregando que un ejemplo de este toque distinto de Portillo es que “en las habitaciones no tenemos televisión, ya que invitamos a nuestros huéspedes a admirar el paisaje y disfrutar de la compañía de otros huéspedes en los espacios comunes. Es frecuente ver a personas que vienen solas o en pareja y que, luego de una semana en el hotel, forjan amistades que se mantienen en el tiempo, reuniéndose en Portillo año tras año. Eso lo hace diferente de otros centros de esquí en el mundo y lo ha mantenido como un destino muy querido”.
Este año Portillo estuvo en funcionamiento desde el 21 de junio hasta fines de septiembre. Y unas 60 mil personas entre huéspedes, esquiadores y quienes suben a disfrutar la nieve por el día, pasaron por sus instalaciones. En el centro de esquí, que comprende un total de 500 hectáreas y 35 pistas, trabajan durante la temporada quinientas personas; el hotel cuenta con 123 habitaciones, además de comedores, sala de cine, piscina y discoteque. También existen algunos lodges y chalets. Los huéspedes de Portillo provienen principalmente de Estados Unidos, Brasil, Argentina, Australia y -por supuesto- Chile.
Tal vez sea su historia, su tradición, su lujo de otra época, su ubicación privilegiada en la cordillera o una mezcla de todo lo anterior; pero la verdad es que aunque alguien no sepa nada de esquí o incluso no conozca la nieve, si está medianamente informado sabrá hacer la diferencia entre Portillo y todo lo demás. Y eso no es poco.