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Tuición compartida de mascotas, el bienestar animal entra en la conversación

Cada vez más personas buscan acuerdos de tuición compartida tras una ruptura. Pero ¿cómo viven los animales estos cambios y qué condiciones permiten que funcionen bien? La médico veterinaria, etóloga y académica de la Escuela de Medicina Veterinaria UNAB, Ana Francisca Soto, explica cómo abordar de mejor forma este nuevo escenario.

La académica de la Universidad Andrés Bello, Ana Francisca Soto explica cómo acompañar a perros y gatos en este proceso sin comprometer su bienestar emocional. CEDIDA.

Cuando una pareja se separa, no solo se reorganizan rutinas humanas: también cambia la vida de los animales que formaban parte del hogar. Y esos cambios pueden ser emocionalmente intensos. La médico veterinaria, etóloga y académica de la Universidad Andrés Bello (UNAB), Ana Francisca Soto, explica que “los perros y los gatos establecen vínculos de apego con sus tutores, que es muy similar en estructura emocional al apego que se observa entre un niño y su cuidador. Entonces, cuando ocurre una separación con esta figura de apego, el animal puede experimentar estrés, desregulación emocional, trastornos relacionados a la separación y cambios conductuales”.

Entre esas reacciones se incluyen la pérdida de apetito, las vocalizaciones excesivas o las conductas destructivas. Todo depende, dice, de la personalidad del animal y de cómo se gestione la transición. Los tutores deben planificar estos procesos con calma, cuidando que el cambio de rutina o de espacio no se transforme en una fuente adicional de angustia.

Una tuición posible, si se piensa desde el animal

La idea de compartir la custodia de una mascota tras una ruptura es cada vez más común, pero no siempre sencilla. La especialista de la UNAB lo resume así: “Es viable tener un régimen de tuición compartida siempre que se priorice la estabilidad emocional y que sea el entorno más previsible para el animal”.

Para que funcione, dice Soto, ambos tutores deben mantener rutinas parecidas —alimentación, horarios, paseos y reglas— y asegurarse de que los espacios sean seguros y familiares para el animal. “Siempre tiene que verse desde el bienestar animal y no desde la convivencia emocional de las personas”, comenta. En general, explica, los perros bien socializados suelen adaptarse mejor que los gatos, que tienden a ser más sensibles a los cambios de entorno.

Si aparecen señales como ansiedad, apatía, marcaje urinario o pérdida de apetito, puede ser una alerta de que el animal no está tolerando bien el sistema de cuidado compartido. En esos casos, recomienda buscar orientación profesional antes de insistir en una dinámica que genere malestar.}

Avanzar hacia una cultura de responsabilidad y afecto

Los médicos veterinarios y etólogos pueden jugar un papel clave en este tipo de acuerdos. “Los médicos veterinarios, sobre todo los etólogos clínicos, deben educar, evaluar y mediar en función del bienestar animal todas estas decisiones. Se puede realizar una evaluación conductual y emocional previa para determinar el nivel de apego y tolerancia al cambio, y diseñar planes de transición gradual”, explica la académica de la Escuela de Veterinaria de la Universidad Andrés Bello.

Mirando hacia el futuro, la especialista propone que Chile avance hacia un marco legal que reconozca la dimensión emocional de los animales.

“El avance cultural y normativo debe ir hacia reconocer a los animales como seres sintientes y además miembros del núcleo familiar. Se podría incluir el reconocimiento del vínculo afectivo y el impacto emocional de la ruptura sobre los animales, así como generar figuras de custodia compartida responsable que incluyan la obligación de cubrir cuidados veterinarios, alimentación y bienestar”, señala.

La conversación sobre la tuición compartida de mascotas, más que un asunto legal o práctico, abre una pregunta de fondo: ¿cómo queremos cuidar a quienes también nos cuidan?

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