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55 años del Hotel Sheraton, un clásico de Santiago

No solo los ilustres pasajeros que han pasado por este hotel han forjado su rica historia. Esta incluye un proyecto inicial de origen estatal, un edificio icónico que fue cambiando con el tiempo, los peligros de expropiación durante la UP para transformarlo en hospital, varias tragedias, una cábala deportiva que resultó de lo más bien, programas de TV, glamour y buena gastronomía… entre muchas otras cosas.

Las grandes ciudades suelen tener como parte importante de su patrimonio a hoteles tradicionales con presencia durante décadas y que, por lo mismo, han acompañado su historia. Pienso en hoteles como el Plaza en Nueva York, el Alvear en Buenos Aires, el Savoy en Londres o el Ritz en París. Guardando las proporciones, el único hotel que está a esa altura en Santiago es, sin lugar a dudas, el Sheraton. El primer hotel de una cadena internacional de renombre que se construyó en Chile y el único de categoría, antes del retorno a la democracia y el boom hotelero de los noventa, que se mantiene en pleno funcionamiento.

El origen de todo

En 1968 la compañía International Telephone & Telegraph (ITT) compró la cadena estadounidense Sheraton y se embarcó en un largo proceso de expansión en Sudamérica que contemplaba la construcción de hoteles en Buenos Aires, Lima, Río de Janeiro y Santiago. De esta forma, la capital chilena lograría tener por primera vez en su historia un establecimiento de una cadena internacional como parte de su oferta hotelera. Sin embargo, el origen de este proyecto tiene otra raíz y se remonta a algunos años antes. “La génesis del proyecto está en la idea del presidente Eduardo Frei Montalva de tener un hotel de categoría internacional en Santiago para poder recibir a ejecutivos extranjeros, presidentes y personalidades internacionales. De alguna manera, se buscaba sacar a Chile del aislamiento natural que tenía por esos años”, relata el arquitecto Ives Besancon, socio de la oficina Alemparte, Barreda, Wedeles y Besancon, Arquitectos y Asociados -responsable en su momento de la construcción del edificio del Sheraton- quien agrega que Frei Montalva “le encargó al abogado Carlos Vial Espantoso que buscara un lugar adecuado para construir este nuevo hotel que tenía en mente”.

El lugar elegido por el abogado fue tan novedoso como la llegada del Sheraton a Santiago. El terreno, al otro lado del Río Mapocho y a los pies del Cerro San Cristóbal, era a lo menos inhóspito por esos años. De hecho, sólo se podía acceder desde la avenida Pedro de Valdivia, cruzando el puente del mismo nombre. “Estaba prácticamente en los extramuros de la ciudad. Se trataba de un terreno donde había canteras e incluso un basural. De hecho, en la época de construcción surgieron voces que decían que el emplazamiento era muy alejado y que nadie iría, pero con el tiempo el edificio se transformó en un símbolo de progreso de la ciudad”, explica Besancon. Las obras de construcción del edificio tomaron varios años y estuvieron claramente definidas por el emplazamiento. En palabras del propio Besancon, quien no participó del proyecto, pero sí sus socios Alemparte y Barreda (ya fallecidos), “se trata de un hotel del tipo horizontal con dos brazos articulados que convergen en el centro en su lobby y el gran hall central. Tiene una fachada faceteada y no todas sus caras son iguales, ya que se busca aprovechar la luz del sol de diferentes formas dependiendo de la orientación de éstas”.

El arquitecto, también responsable del Costanera Center, se encarga de aclarar que el diseño original del hotel contemplaba solo seis pisos y que la torre fue construida con posterioridad por otros arquitectos. Además, destaca que el diseño y construcción del hotel debió considerar también otros requerimientos “como la creación de sus amplios jardines, además del centro de convenciones y un restaurante. Elementos que no existían en los hoteles de esa época en Santiago”. De esta forma irrumpió en la capital este hotel que sorprendió tanto por su emplazamiento como por su edificación, pero también por su equipamiento, que incluía novedades como una suite presidencial, piscinas cubierta y al aire libre, canchas de tenis, estacionamientos, centro de convenciones y el restaurante L’Etoile, en el último piso. En resumen, un hotel más que novedoso para el Santiago de los años setenta.

Pero queda un detalle: ¿cómo el proyecto hotelero del presidente Frei Montalva terminó siendo el primer Sheraton de Chile? Besancon tiene la respuesta: “La construcción del hotel se hizo con el aporte de la CORFO y se supone que sería un Hilton. Sin embargo, en el camino la ITT compró el edificio y el hotel terminó siendo Sheraton”.

Tiempos revueltos

“Cuarenta pasajeros ayer y ciento cincuenta hoy fueron los primeros huéspedes del Hotel San Cristóbal, ubicado en Avenida Santa María en una colina a orillas del rio Mapocho, quienes pagaron por las lujosas habitaciones tarifas que fluctúan de 23 a 32 dólares. Si los planes preparados por la Sociedad Inmobiliaria San Cristóbal, de la cual es principal accionista la Sheraton International Inc. y también la Corporación de Fomento, se satisfacen con plenitud, las 375 habitaciones del moderno hotel dejarán una utilidad al país de 18 millones de dólares al año”.

Así comenzaba una nota del diario La Nación del 17 de octubre de 1970 titulada Sheraton, un coloso para el turismo chileno, que daba cuenta de la apertura oficial del hotel la jornada anterior. Por esos días las expectativas con respecto a esta obra eran bastante altas y se respiraba optimismo. Sin embargo, las cosas se enredarían un poco con el paso del tiempo. A inicios de 1971, y ya con Salvador Allende como presidente del país, llegó a los oídos de la gente del Sheraton que el gobierno de la Unidad Popular estaba pensando expropiar el hotel para transformarlo en un hospital para niños. Según se sabe, un miembro del directorio del hotel, el abogado Eulogio Pérez Cotapos, se habría reunido con el presidente Allende y le habría explicado gráficamente que transformar el Sheraton en un hospital era imposible ya que -dadas sus dimensiones- no se podía meter una cama clínica en ninguna de sus habitaciones. Así, dicen, se acabó el problema.

“No me consta la historia porque sucedió cuando yo era un niño prácticamente, pero es lo que siempre se comentó en el hotel”, explica Patricio Ihnen, relacionador público que trabajó durante más de una década en el Sheraton. Por su parte, Ives Besancon agrega que “dada la estructura rígida del edificio por el terreno donde estaba y por su diseño, no era apto para el uso que se le quería dar durante el gobierno de la UP”.

Visitas ilustres, terremotos y más

La lista de huéspedes ilustres que han pasado por el Sheraton es extensa. Y en esto influye, obviamente, que desde su inauguración en 1970 y hasta la llegada de otros hoteles de cadenas internacionales a Santiago recién hacia fines de los años ochenta, corrió solo convirtiéndose en el parador obligado de muchos visitantes que llegaban a la capital chilena.

Curiosamente, una de las primeras visitas de renombre que tuvo el Sheraton fue grupal y correspondió a los rugbistas uruguayos rescatados en la cordillera de Los Andes en diciembre de 1972 quienes, tras recibir las primeras atenciones médicas en San Fernando, “comieron su primera comida caliente y durmieron en una cama después de meses en el Sheraton”, cuenta Patricio Ihnen.

Otro hito curioso del hotel se marca en marzo de 1981, cuando en la vecina Torre Santa María ocurrió el famoso incendio y el Sheraton se transformó automáticamente en un centro de primeros auxilios para víctimas y bomberos, además de un improvisado centro de prensa.

En 1991, el tenor italiano Luciano Pavarotti visitó el país para ofrecer un único concierto en el entonces Estadio San Carlos de Apoquindo, organizado por el Teatro Municipal. Por esos años Patricio Ihnen trabajaba como relacionador público del teatro y le tocó -entre otra cosas- gestionar el alojamiento de Pavarotti en Santiago. “Nosotros (en el Teatro Municipal) teníamos un convenio con el Hotel Carrera, pero la gente de Pavarotti me preguntó si no había algún Hilton, Hyatt o Four Seasons en Santiago. Yo les dije que no, era 1991 y no había nada de eso. Pero les conté que había un Sheraton y automáticamente me dijeron que se querían alojar ahí. De alguna manera respiraron tranquilos”, cuenta Ihnen.

Los que no se sintieron tan cómodos en su estadía en el Sheraton, aunque no por culpa del hotel, fueron los tenistas suecos Mats Wilander y Stefan Edberg; quienes eran parte del equipo de Copa Davis de Suecia que a fines de febrero de 1985 llegó a alojarse a este lugar en la previa a la disputa de una serie con Chile por la primera ronda del Grupo Mundial. Sin embargo, tras el terremoto del domingo 3 de marzo los suecos -aterrados por el movimiento telúrico- se fueron del país sin jugar partido alguno.

La serie recién se jugaría varios meses después. Pero los suecos no fueron los únicos deportistas que a lo largo de los años eligieron al Sheraton como hotel durante su estadía en Santiago. El periodista Danilo Díaz recuerda haberlo visitado más de una vez para entrevistar a futbolistas de equipos extranjeros que alojaban ahí. “Me tocó ir a entrevistar a varios jugadores del Sao Paulo de Tele Santana el verano de 1993, un equipo que ese año se coronó campeón de la Copa Libertadores justamente acá en Santiago. También recuerdo una entrevista que le hice en el hotel al Pibe (Carlos) Valderrama, cuando jugaba en Junior de Barranquilla y vinieron a un partido de la Libertadores”, cuenta Díaz y agrega que “a los equipos les acomodaba quedarse en el Sheraton porque, como jugaban en el Nacional, el trayecto era muy directo tomando la avenida Pedro de Valdivia”.

Hablando de Copa Libertadores, resulta imposible dejar de mencionar al Colo Colo 1991, que durante toda esa exitosa campaña que culminó con la obtención de la primera copa internacional para un equipo chileno, se concentró antes de cada partido como local en el Sheraton. Cábala exitosa.

Pero el listado de visitas es casi infinito y tiene también a nombres como Diego Maradona, Liza Minelli, Michael Jordan, el Rey Juan Carlos de España, Charles Aznavour -que además de dar un show en el mismo hotel aprovechó también de reunirse con la colonia armenia residente- Luis Miguel, que tomaba sol muy privadamente en la azotea de la torre del hotel, y Peter Gabriel junto al vocalista de Iron Maiden, Bruce Dickinson, “quienes jugaron tenis en la cancha del hotel”, rememora Ihnen.

El sello Sheraton

Más allá de la arquitectura y el emplazamiento del hotel, y del verdadero salto para la industria hotelera nacional que significó su llegada a Santiago, durante varias décadas hubo dos aspectos que le dieron un plus y a su vez un sello de distinción a la operación del Sheraton. Por un lado, su cercanía con el glamour de los espectáculos televisivos de esos años y -por otro- la apuesta por ser un actor relevante dentro de la escena gastronómica nacional.

Un claro ejemplo de la relación entre el Sheraton y el mundo de la televisión es lo que pasó la noche del 10 de abril de 1978, cuando al inicio de la transmisión del programa Esta noche es fiesta, que se hacía semanalmente desde el restaurante L’Etoile del hotel, se dio el vamos -en vivo y en directo- al paso de la televisión en blanco negro a la de color. El anuncio -y el cambio- fue hecho por su conductor César Antonio Santis, en compañía del popular hombre de radio de esa época Eduardo Lolo Achondo. Además de Esta noche es fiesta, en el Sheraton se grabaron numerosos concursos de belleza, matinales, programas de conversación y hasta escenas de teleseries. Obviamente, la cercanía con los canales que estaban -y están- a escasas cuadras ayudaba a afianzar esta relación. Incluso más, durante años, tal vez décadas, el histórico productor de Sábados Gigantes, Antonio Menchaca, realizaba sus reuniones de pauta en dependencias del hotel. Por otra parte, un gran diferenciador para el Sheraton en relación al resto de los hoteles y lo que existía por lo general en Santiago durante los años setenta y -al menos- las dos décadas siguientes, fue la gastronomía. Como se dijo, el diseño original ya contemplaba al restaurante L’Etoile en el último piso, el que fue un importante ícono gastronómico y sobre todo bohemio de los primeros años del hotel. Sin embargo, la cosa se puso más seria e importante con la llegada del chef suizo Joseph Gander a mediados de 1985, quien no solo se mantuvo por 25 años comandando las cocinas del hotel si no que imprimió un sello de profesionalismo y vanguardia que hasta ese momento no se conocía en Chile. “Era un tipo que recibía personalmente todos los días los productos frescos que llegaban y, si no le gustaban, los devolvía”, cuenta Patricio Ihnen, agregando que “aunque ahora puede sonar anticuado, las primeras esculturas de hielo o los primeros banquetes con frutas frescas se vieron en el Sheraton gracias a Gander. Al final no sólo puso en alto al hotel, sino que hizo escuela. De hecho, varias generaciones de cocineros que después fueron importantes pasaron por el Sheraton con Gander como jefe”. Durante la gestión de este cocinero suizo se consolidó el restaurante El Cid como uno de los imperdibles de la ciudad y se hizo clásico -en los meses cálidos- el restaurante El Bohío, que hasta hoy funciona con su servicio de buffet a un costado de la piscina al aire libre. Otro punto alto de la gastronomía del Sheraton fueron los Festivales Gastronómicos, que se realizaron durante la década de los 80, y que trajeron en varias ocasiones a distintos chefs de reconocidos restaurantes de Lima a cocinar al hotel. Tan bien les fue, que uno de ellos se quedó para siempre: Emilio Pesquiera, con su El Otro Sitio. Pero claro, esa ya es otra historia.

Aquí y ahora

Muchas cosas han cambiado desde octubre de 1970 en el hotel Sheraton y en Santiago. De hecho, la capacidad hotelera de la ciudad ha aumentado considerablemente, con presencia de varias cadenas internacionales y con números que bordean las 10 mil habitaciones solo considerando hoteles de tres a cinco estrellas. Pero el Sheraton también ha cambiado. Tras diversas remodelaciones a lo largo de su historia, de las 375 habitaciones originales se llegó a las 518 actuales y además cuenta con 19 salones de eventos. Y si bien sigue siendo un Sheraton -hoy propiedad de Marriott International- ya no hay participación del Estado a través de CORFO y sus propietarios son -desde 2023- el Grupo Alcázar, ligado a la familia Urrutia. A pesar de todos estos cambios y a que hoy el hotel no tiene el rol protagónico que tuvo décadas atrás, aun sigue siendo un ícono de Santiago (de hecho, fue el centro neurálgico de los Juegos Panamericanos 2023, el evento deportivo más importante y multitudinario realizado en Chile en toda su historia).

Por su edificio, por su emplazamiento y por todo lo que ha pa- sado en este lugar a lo largo de 55 años, no hace falta haberlo visitado para conocerlo. A estas alturas, cualquier santiaguino sabe que si hay un hotel que está ligado íntimamente la historia de la ciudad -y de alguna manera también a la del país- ese es el Sheraton.

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