Al caminar hoy por la avenida El Bosque Norte, nada indica que durante prácticamente toda la década de los 90 -e inicios de la siguiente- ésta fue la calle que concentraba, probablemente, la más atractiva oferta gastronómica de la capital.
Los que son más viejos (digamos con elegancia que mayores de cincuenta) recordarán que en dicha arteria de Las Condes, por esos años, se había conformado un bullente circuito que concentraba a una muy varopinta cantidad de visitantes tanto de día como de noche. Desde ejecutivos que trabajaban en el por ese entonces magnífico Sanhattan, hasta dirigentes políticos que tenían decenas de reuniones en los restaurantes del sector, pasando por todo tipo de gente que llegaba desde distintos puntos de la ciudad a divertirse a esas pocas cuadras que parecían incombustibles.
El fuego inicial
A inicios de la década del ochenta, El Bosque Norte no tenía edificios ni comercio. Lo que primaba en esta calle, y en toda la zona aledaña, eran casas de diversos estilos que daban cuenta de la exitosa migración hacia el oriente de la ciudad que había partido hace ya muchos años. Sin embargo, hubo un hecho, o más bien un restaurante, que hizo que el destino de la avenida comenzara a cambiar. Se trata del a estas alturas mítico Baltazar, un restaurante ideado, diseñado, manejado y atendido por el cocinero Carlos Monge que marcó una época no sólo en este sector, si no que en la gastronomía nacional, a partir de su apertura en 1982.
“El precursor de ese barrio fue él, porque cuando se instaló sólo habían casas”, explica el arquitecto -y amigo de Monge- Sebastian Gray, quien agrega que el propio Monge “contaba cómo la municipalidad (de Las Condes) le hacía la vida imposible por haber puesto un restaurante en un barrio de casas”.
Pero para suerte de este desaparecido cocinero, y de la escena gastronómica santiaguina, Soledad Martínez, por esos años crítica gastronómica del suplemento Wikén de El Mercurio, escribió una nota sobre este restaurante y, como dice Gray, “el Baltazar estalló en fama y el barrio cambió para siempre”.
La nota en cuestión -publicada en septiembre de 1982- se titulaba Aires Renovadores y no escatimaba en elogios para el restaurante. De ahí en más, todo fluyó. Aunque claro, los problemas con el municipio nunca terminaron del todo y por lo mismo en 1985 Monge decidió trasladar su propuesta hacia el sector de Estoril. Sin embargo, en esos tres años no sólo consolidó su inédita propuesta en la escena gastronómica santiaguina, si no que se hizo de un nombre y cambió para siempre el destino de la avenida.
Esos buenos viejos tiempos
Tras la aparición del Baltazar, rápidamente comenzaron a llegar más restaurantes al barrio. Uno que arribó prontamente fue el Hereford Grill, especializado en carnes y que ya contaba con años de funcionamiento en la calle Tenderini, a un costado del Teatro Municipal. “Era un restaurante que sólo funcionaba de lunes a viernes y a la hora de almuerzo, entonces buscamos un lugar donde pudiésemos poner otro restaurante igual pero que funcionara todos los días y también de noche”, explica su propietario Gabriel Délano, agregando que “apostamos por El Bosque y la verdad es que no nos equivocamos porque desde el primer día el restaurante fue un éxito”. Tan bien les fue, que con el paso del tiempo Délano y sus hermanos se embarcaron en varios proyectos gastronómicos más en la misma calle.
“Recuerdo que al lado nuestro estaba Monge con el Baltazar, que era todo un suceso. Y al frente estaban ya el München, que venía de antes, y el Rodizzio, que no anduvo bien. Nosotros lo compramos para poner El Club, que era una especie de pub o restaurante informal pero para adultos. De hecho sólo podía entrar gente sobre los 35 años”. El Club fue un éxito por más de una década y en los noventa se consolidó con la presencia de los primeros ejecutivos que llegaron a Sanhattan y de políticos de distintas tendencias que armaban reuniones o citaban a periodistas ahí. Por lo mismo, no es una exageración decir que, en algún momento entre fines de los ochenta y buena parte de los noventa, todo el mundo pasaba por El Club. “La verdad es que nos fue muy bien porque se dio una mezcla muy buena de gente que traía ideas muy novedosas”, cuenta Délano, y pone a modo de ejemplo lo que en algún momento de los noventa le pasó: “Las primeras personas que yo vi hablando por celular en mi vida fueron clientes de El Club”, asegura.
Pero la cosa estaba lejos de detenerse. Los mismos Délano abrieron un restaurante de comida basada en productos del mar que se llamó Isla Negra -de los primeros de verdadero mantel largo en su tipo en Santiago- que estaba al lado del Hereford Grill, en una casa donde hasta no mucho antes habían vivido los padres del dirigente político y -en esos años ministro- Sergio Bitar. Además, se entusiasmaron con un negocio algo distinto a los demás pero que por muchos años funcionó muy bien: el Pub Licity, ubicado en El Bosque con San Sebastián y que años después hasta tuvo sucursales en otras comunas de Santiago.
Otros negocios que se recuerdan de esos años son el Gernika, de comida vasca, propiedad del empresario Abel Alonso, y un recinto curioso pero que fue muy exitoso en su momento: el Food Garden, que estaba ubicado en la esquina de El Bosque con Roger de Flor y que tenía la particularidad de ser una especie de patio de comidas como los de los malls, pero que precisamente no estaba dentro de un centro comercial si no que a orilla de calle. Con un ticket promedio mucho más económico que el de la mayoría de los restaurantes de la zona, fue el preferido de oficinistas y trabajadores del sector. Tal vez su punto más alto ocurrió durante las eliminatorias al Mundial Francia 1998 y durante el torneo mismo, porque no pocos hinchas se hicieron del hábito de ver los partidos de la selección chilena en este recinto. En resumen, eran tiempos en que el tramo de El Bosque Norte que va desde Apoquindo hasta prácticamente Isidora Goyenechea -y algunas calles aledañas- vivían una frenética actividad todos los días de la semana, tanto en horario diurno como nocturno. Los autos se estacionaban frente a los locales y no era extraño ver gente caminando por la zona tras salir de un local para irse a casa o pasar por un último trago a otro lugar cercano. “Eran, además, tiempos en que la gente no tenía temor de caminar por incluso de noche”, acota Délano.
Sin embargo, después de prácticamente veinte años y por varias razones, la cosa empezó a cambiar. O mejor dicho, a moverse.
Destino Isidora
A partir de la década del noventa, junto con la vuelta a la democracia y una notoria reactivación económica, el sector llamado Sanhattan comenzó a crecer cada vez más. Junto con esto, la vecina avenida Isidora Goyenechea inició un cambio en su carácter netamente residencial para -tímidamente- transformarse también en una arteria con servicios gastronómicos que pudiesen albergar a los nuevos usuarios de la zona. Poco a poco, y sobre todo a la hora de almuerzo, la gente comenzó a elegir “Isidora” como destino en desmedro de El Bosque Norte.
Los primeros locales tradicionales que aterrizaron en esta avenida de Las Condes fueron Le Due Torri y Pinpilinpausha, que siguen hasta hoy. Ambos operaban exitosos locales en el centro pero buscaron expandirse a una zona con más movimiento nocturno. Le Due Torri fue el primero, porque se instaló en 1981 prácticamente solo en Isidora Goyenechea, aunque en algún momento comenzó a estar acompañado por el desparecido Puerto Marisko, un sitio especializado en productos del mar y que según muchos es el padre -estéticamente hablando- de los muy kitsch Ocean Pacifics.
Otro actor ochentero del sector -un poco más hacia el oriente- fue el bar Oliver, famoso entre otras cosas por ser un lugar frecuentado por Augusto Pinochet. Por su parte, el Pinpilinpausha aterrizó en la zona en 1994, aunque con una curiosa particularidad. “La verdad es que nosotros queríamos instalarnos en El Bosque Norte, pero no nos resultó y por eso nos quedamos en Isidora, que salvo por Le Due Torri, en esos años estaba fuera del circuito de restaurantes”, explica Carola Sanz, miembro de la familia propietaria de Pinpilinpausha.
Poco a poco más restaurantes e incluso tiendas se fueron sumando al eje Isidora. En una rápida pasada podemos recordar sitios como el icónico TGI Fridays, Interdesign (que en rigor partió en 1980), El Mundo del Vino y la casa matriz de Nike, con tienda incluida, que fueron consolidando un nuevo carácter para Isidora Goyenechea y el Barrio El Golf en general. Además, en 2001 aterriza en la esquina de Isidora con Augusto Leguía la pizzería Tiramisú, uno de los restaurantes más exitosos de Santiago hasta hoy y que de alguna manera ha mantenido encendido a todo el barrio. ¿Por qué se instalaron en este lugar? “Porque para nosotros esa ubicación es la mejor esquina de Chile”, explica su dueña Patricia Roccatagliata, agregando que “por esos años los estacionamientos de Plaza Perú estaban prontos a ser construidos, por lo cual el potencial de la ubicación era enorme”. Y claro, en marzo del año 2002 terminaron las obras de remodelación de la tradicional Plaza Perú, la que contempló la construcción de 600 estacionamientos subterráneos con los que el barrio simplemente terminó de explotar.
Mientras tanto en El Bosque
Eran inicios del nuevo milenio y en Isidora Goyenechea cada noche se veían más luces encendidas. La cosa mejoraba mientras, a pocas cuadras, El Bosque Norte comenzaba con una muy lenta -como suele ser en el rubro gastronómico- disminución de sus actividades y al mismo tiempo la salida de algunos operadores del sector. La lista fue larga: a inicios de esa década desparecieron El Club, el Hereford Grill y el Pub Licity mientras que a durante la siguiente dijeron no va más sitios emblemáticos como el Food Garden, Angus, Coco Loco y el Gernika. De esta forma, podríamos decir que hacia mediados de la década del 2010 en El Bosque Norte ya no quedaba nada de la movida gastronómica de las décadas pasadas. En contraste con esto, en Isidora fue inaugurado el 2009 el Hotel W, lo que podría considerarse como un símbolo de consolidación del barrio y sus nuevos servicios orientados a la gastronomía y los hoteles; sin olvidar además que en 2003 abrió sus puertas el vecino Ritz Carlton, que también contribuyó al desarrollo de este sector.
¿Pero qué pasó en El Bosque? Lo cierto es que no los mató solo la competencia de Isidora. Un golpe fuerte para la otrora exitosa calle fue la prohibición de estacionarse en superficie que la Municipalidad de Las Condes implementó -de manera incluso más rígida de lo que es en la actualidad- a partir de la inauguración de la nueva Plaza Perú. “Carlos Larraín (ex alcalde y ex concejal de la comuna) fue el gran responsable de eso porque él quiso hacer de todo el barrio un sector de veredas anchas y sacó todos los estacionamientos de la superficie”, asegura Gabriel Délano, agregando que “sin estacionamientos se enfrió todo, porque sin gente, sin alma, el Bosque Norte perdió mucho”.
Hubo otro aspecto que le pegó fuerte y de manera definitiva a este barrio: el desarrollo inmobiliario. “A diferencia de Isidora, donde aún se pueden ver algunas casas que se transformaron en restaurantes, en El Bosque se hicieron un montón de edificios que por alguna razón no contemplaron comercios gastronómicos en su planta baja”, explica Rodrigo Safrana, dueño del restaurante Happening, que desde 2001 funciona en la esquina de Apoquindo con Augusto Leguía; lo que le ha permitido ser un testigo privilegiado de las transformaciones que han ocurrido en todo este sector durante los últimos veinte años. Gabriel Délano concuerda con este diagnóstico: “La presión inmobiliaria fue muy, muy fuerte y terminamos vendiendo. Después se hicieron edificios y hasta un hotel, pero ningún proyecto contempló tener un restaurante”.
De vuelta a nuestros días
Tal como se relata al inicio de esta crónica, en la actualidad en El Bosque Norte no queda nada de la movida gastronómica de antaño. Por ahí hay una panadería, un minimarket, un restaurante chino y poco más. El resto son farmacias, bancos y oficinas varias. La cara opuesta se vive en Isidora Goyenechea, que tras el impacto de la pandemia ha logrado sacudirse y contar con una buena cantidad de restaurantes de todo tipo y una actividad, a lo menos diurna, que es bastante fuerte. Además, la oferta es diversa porque hay lugares tan distintos como Aligot (el otro restaurante en Santiago de Frederc Le Baux, dueño de El Baco), Don Carlos, Ciro’s, Confitería Torres, Karai o La Cabrera. “Es una zona muy atractiva para turistas porque es segura, está muy bien equipada con restaurantes y hoteles y tiene buena conexión con otras zonas de la ciudad”, explica Vivian Ley, Directora de Ventas & Marketing del Hotel W. Mientras todas esas cosas se dan en Isidora, lamentablemente en El Bosque Norte sólo quedan recuerdos.