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17 de Abril de 2018

Toxina presente en el bótox y tratamiento para el bruxismo degrada los huesos

Investigadores de la Universidad de Chile exploraron el efecto de esta sustancia en el tejido muscular y en el hueso.

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Un estudio desarrollado por académicos de la Universidad de Chile reveló que el uso de la toxina botulínica presente en  productos como el botox y en el tratamiento para el bruxismo, causa daños óseos pocos días después de aplicado.

Descubierta en 1897, la toxina botulínica es una de las sustancias más venenosas para los seres humanos, y está catalogada como un arma de destrucción masiva prohibida por la Convención de Ginebra y por la Convención sobre Armas Químicas. Sin embargo, a partir de fines de los años ’70, su uso terapéutico se ha masificado tanto en el tratamiento de diversas patologías odontológicas como el bruxismo como en dolores neuropáticos en el sistema masticatorio, debido a sus efectos paralizantes en los músculos en bajas dosis.

Los investigadores exploraron el efecto de esta sustancia en el tejido muscular y en el hueso, materia de gran importancia ya que “para tener un hueso de buena calidad, el músculo necesita estar activo, entonces, cuando el músculo funciona, el hueso recibe esta información y permanece en buen estado; al contrario, un músculo paralizado informa que la estructura ósea ya no es necesaria, y por lo tanto, el hueso se degrada”, aseguró Sonja Buvinic, coautora de la investigación.

Estudiando de manera unilateral el músculo masetero, el principal músculo masticatorio, se pudo observar que “el cóndilo mandibular asociado al lado del músculo paralizado queda en muy malas condiciones, y a los dos días de aplicada la sustancia se detectan marcadores moleculares de reabsorción ósea, es decir de daño óseo, mientras que los efectos morfológicos o macro se observan a las dos semanas. El deterioro se manifiesta extremadamente rápido”, explicó Buvinic.

Por su parte, Julián Balanta, odontólogo y especialista en rehabilitación oral y estudiante de Doctorado en la U. de Chile, explicó que si bien desde 2006 existen datos en animales que demostraban la atrofia del músculo producida por esta toxina, estos resultados no eran extrapolables al ser humano.

De todas maneras, a su juicio, la aplicación de toxina botulínica no debiera ser indicada como primera estrategia terapéutica en zonas como una articulación que depende del músculo para su estabilidad, como es el caso de la zona de la mandíbula.

“El gran problema con la articulación es que, a raíz de que observamos una degradación en nuestro modelo, este menoscabo de la articulación genera problemas temporo mandibulares que son enfermedades incapacitantes en el ser humano, y por otro lado, potencialmente irreversible”, añadió Balanta.

Buvinic señaló que “no queremos demonizar el uso de la toxina botulínica, o sea, finalmente una persona que esta con bruxismo, quebrando piezas dentales, está enfrentando una patología severa, y puede que, efectivamente, la toxina botulínica entregue algún tipo de alivio”. Sin embargo, añadió la académica, “si se indica esta terapia, recomendamos que, previamente, se realice un estudio del hueso y una evaluación permanentemente de la calidad ósea, para que se use con cautela, evitando el daño”.

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