Hace unos días atrás me enteré de que lo que practico hace un tiempo, ahora se le llama de manera más cool, “Power Walking”, o sea caminar. Este concepto está orientado a quemar calorías, perder peso o únicamente mantenerlo, cumpliendo algunos requisitos de tiempo, distancia, respiración y postura y obteniendo beneficios en el sistema respiratorio y cardiovascular. Excelente para los que no gustan de los gimnasios, no tienen dinero para pagarlo y tampoco tienen tiempo ya que se puede practicar de ida o vuelta del trabajo, por ejemplo.
Mi práctica es más sencilla y además de pretender un beneficio físico, en especial porque fui diagnosticada como hipertensa, pretendo un beneficio mental. Camino casi todas las mañanas, aproximadamente una hora rumbo a mi trabajo, escuchando música porque me gusta y porque me ayuda a mantener el ritmo y voy disfrutando de los exquisitos aromas que nos regala la primavera. Pero hay más, por lo menos para mí.
Es un momento que me regalo, dedicado a mis pensamientos y a mis reflexiones. Cuando mi cabecita loca está desordenada me sirve para aclarar y ordenas mis ideas. Cuando necesito concentrarme en algún proceso creativo en el que estoy abocada, normalmente surgen esas ideas que me faltan. Cuando el ruido exterior no deja escucharme y muchas veces me pierdo en él, puedo encontrar mi voz.
Tanto en qué pensar y tan pocas posibilidades que tenemos de hacerlo porque la cotidianidad nos invade, el caminar me regala esa posibilidad. Con mi práctica del power walking no pretendo ganarle a nadie, ni romper marcas ni nada que tenga que ver con la competencia, es más, las personas que caminan junto a mí normalmente me superan con creces. Simplemente es un regalo que me hago para concentrarme en la persona más importante para mí y que a veces poco tiempo le dedico. Paradójicamente el caminar me permite detenerme y reflexionar sobre lo que para mí es fundamental.
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar” Antonio Machado.