Secciones
Deportes

El trío perfecto

En el capítulo 7 de “El fútbol de antes”, nuestro columnista recuerda, emocionado, del ataque de Colo Colo promediando los setentas. Los centros y los desbordes de “Mané” Ponce por la derecha. El cabezazo letal y el oportunismo de Julio Crisosto por el medio. Y los misilazos de Juan Carlos Orellana por la izquierda.

REVISTA ESTADIO.
REVISTA ESTADIO.

Una de las cosas que hacía notable a “Barrabases”, esa vieja revista de monitos que contaba las historias de un equipo de fútbol de niños que vivían en Villa Feliz, era que sus personajes tenían características muy distintas y definidas, por lo cual representaban a todos oa casi todos los tipos de jugadores y de seres humanos: Mono, Pelusa, Chico, Bototo, Palmatoria, Guatón, Torito, Pelao, Patas de Palillo, Orejorio o Tanquecito eran, cada uno en sí mismo, una entidad. propia, claramente diferenciable.

Probablemente algo de esa diferenciación -un enganchador de gran técnica, un delantero centro de olfato infalible y un puntero con patada de mula- fue lo que hizo tan especial al trío de ataque de Colo Colo a mediados de los setenta. Específicamente el 76 y 77. El mejor, más querido y más completo trío de ataque del que al menos yo tenga memoria: el argentino Ramón Héctor Ponce por la derecha, Julio Crisosto por el medio y Juan Carlos Orellana por la izquierda. Cuando el 7 era 7, el 9 era 9 y el 11 era 11, definiendo y obligando, sin decir nada más, el tipo de juego y la posición de cada cual en el terreno.

El 7, Ponce, correntino, fallecido el 2019, varias veces tapa de El Gráfico, venía de ser titular durante ocho años y campeón tres veces con Boca Juniors, de jugar en Gimnasia y en Quilmes y de ser seleccionado argentino para el Mundial de 1974 (su foto/dibujo está en el álbum de ese mundial, por si hay dudas). Era apodado “Mané” por su posición en la cancha, muy pegado a la banda, por su rapidez, sus piernas chuecas y sus enganches que hacían recordar al brasileño “Mané” Garrincha, nada menos. Bajito, tenía una técnica exquisita y un regate endemoniado.

Una noche le vi hacer un gol extraordinario a Palestino en el Nacional arrancando desde mitad de cancha sin que nadie pudiera pararlo, lo que llevó al editor fotográfico de la revista Foto Sport a poner la carrera completa, enterita, la tira de 20 fotogramas, en la portada. Toda una rareza pero a la vez un gran acierto. También era experto, Ponce, para centrar con enorme precisión mientras corría a toda velocidad. Y para meter tiros libres con comba, lo que lo llevó a hacer muchos goles durante su carrera (tenía un altísimo promedio para su puesto). Pero, sobre todo, Mané entendía y desplegaba el fútbol con una belleza y una categoría fenomenal. Esa es la palabra: categoría. Siguió como titular de Colo Colo el 78, 79 y 80 formando el trío de ataque con otros dos delanteros extraordinarios, Caszely y el Pollo Véliz. Incluso fue campeón el 79. Pero ya no era exactamente lo mismo. Ni mejor, ni peor. Pero distinto, porque se mezclaban de otra manera los roles en la baraja ofensiva.

El 9 del trío dorado era Crisosto. Julio Alberto Crisosto Zárate, iquiqueño, ex Católica, seleccionado chileno, autor del 2-0 a Perú que nos clasificó para el Mundial de Alemania 74. Un goleador de fuste. Vivo, rápido, movido, capaz de resolver con un puntazo o con un enganche en cosa de segundos. Por algo, no sólo por su pelo que era parecido al dibujo de Guido Vallejos, le decían Pirulete. Y Cabezón. Quizás gracias a esto último tenía una característica temible e inimitable en esos años: pese a no tener gran altura (1.74) era un cabeceador portentoso, insigne, que se elevaba por el aire al mejor estilo de Zamorano y con el derecho parietal o izquierdo ponía la pelota donde quería. Estuvo en Colo Colo del 74 al 79 y fue el goleador del equipo cuatro temporadas seguidas, marcando 97 goles, ni más ni menos.

Por la izquierda, finalmente, cerraba el mítico trío de ataque el número 11, Juan Carlos Orellana, Topo Gigio, el zurdo de Barrancas (apodo puesto por el relator Hernán Solìs), un excelso puntero-puntero fallecido tempranamente el 2022. Venía de Temuco donde jugó el 73, pero con los albos estuvo del 74 al 80. Hábil, rápido, encarador y con una patada de mula en los tiros libres (recuerdo, entre muchos otros, uno a la U desde la línea misma de la mitad de la cancha), a los que llegaba después de una carrera eterna con dos o tres pasos largos primero y luego varios cortitos, antes de golpear la pelota con sus zapatos que apenas eran del número 37 (igual que Aravena y el Pata Bendita Castro, así que al parecer, al menos aquí, el tamaño sí importa…pero de manera contraria a lo que usted está pensando). Era un estilo muy particular ese para acercarse a la pelota detenida en los lanzamientos de distancia, con o sin barrera, estilo que años después imitaría a Matías Fernández, más técnico pero igual de efectivo para mandar al fondo de las redes los tiros libres de los albos.

Orellana entró a la historia del club al anotar el primer y único gol en la primera inauguración del estadio Monumental, en abril de 1975, en la victoria 1-0 sobre Aviación y al marcar los dos del primer triunfo de los albos en Calama, en 1979. En siete temporadas en el cacique jugó 180 partidos, hizo 62 goles y fue campeón el 79. En la selección chilena jugó entre el 77 y el 83 y marcó cuatro goles. dos de ellos en el mismo partido: nada menos que ante Brasil en el Maracaná, en abril del 83, cosa que ningún otro jugador nacional ha logrado repetir.

Notas relacionadas


Corrupción en San Ramón: testigo reveló desconocido encuentro en un café entre Orrego y Aguilera para adjudicar licitaciones

Corrupción en San Ramón: testigo reveló desconocido encuentro en un café entre Orrego y Aguilera para adjudicar licitaciones

Durante el juicio que condenó al ex alcalde Miguel Ángel Aguilera por corrupción, un comisario de la PDI reveló la existencia de reuniones en un café de Santiago entre el jefe comunal, José Miguel Zapata -dueño de la consultora AIES- y el entonces intendente Claudio Orrego para coordinar licitaciones. Bajo la administración de Orrego, el GORE Metropolitano destinó $166 millones a San Ramón en 2014, recursos que terminaron adjudicados a la empresa de Zapata, quien simultáneamente ocupaba un cargo de jefatura en el gobierno regional.

Daniel Lillo