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26 de Abril de 2011

"What women have to do (o WWHTD)", por Débora Calderón

Acabo de inventar una sigla propia (WWHTD), para poder responder a un columnista de este mismo blog que habló la semana pasada de las mujeres que buscan la eterna juventud recurriendo a cualquier método. Un grupo de señoras que se matan entre las horas del gimnasio y la peluquería, o compitiendo por ver si llevan la minifalda más corta que la de sus hijos.

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Acabo de inventar una sigla propia (WWHTD), para poder responder a un columnista de este mismo blog que habló la semana pasada de las mujeres que buscan la eterna juventud recurriendo a cualquier método. Un grupo de señoras que se matan entre las horas del gimnasio y la peluquería, o compitiendo por ver si llevan la minifalda más corta que la de sus hijos.

Una caricatura más sobre las miles de mujeres que intentan dar con un equilibrio escurridizo que se nos escapa de las manos: entre las cosas de la casa, el trabajo (sí, trabajo, porque un gran porcentaje de ellas pasa la mitad del día encerrada en la oficina), y no perder de vista lo poco de belleza que va nos quedando cuando ya al atardecer estamos agotadas.

¿Estaremos realmente dando la batalla con la juventud? Las que pasamos por ahí sabemos que los años no perdonan (por más crema que les pongamos), y que llega un momento en que todo empieza a ceder (lo cual ni el mejor bisturí podrá corregir a la perfección).

Pero en ese panorama -a veces desolador, otras veces tan drástico como para saltar en una caja de chocolates- hay una dignidad femenina que lo sobrepasa todo. La batalla es, finalmente, con una misma. Con sentirse bien, ser multifuncional y mantener esa alegría de Miss 17, a pesar del innegable paso del tiempo.

Las horas en el gimnasio no sólo hacen algo por el cuerpo, sino por la mente (que bastante copada la tenemos, tanto como para largarnos a lo Julia Roberts a un año sabático de ¡Comida, rezo y sexo!). Y hay que decir que nos las hemos tenido que arreglar solas para, como dice un antiguo dicho de salón, “ser una dama en la mesa…”. Y bueno, complételo usted mismo.

Todos estos “ritos” femeninos serían menos necesarios, tal vez, si la promesa de la esperada píldora femenina, que durante años la industria farmacéutica ha estado investigando con la perspectiva de encontrar la piedra filosofal del placer de la mujer, se hiciera realidad.

O como dice una columnista a la que leo cada vez que puedo, cuando la esperanza de una sonrisa vertical -gracias a un remedio milagroso- nos quiten las tristezas del alma, el desánimo y todas esos altibajos de la edad, que hasta ahora, hemos solucionado a punta de ejercicios, agua y toneladas de buena voluntad.

Para los hombres, la solución resultó ser una empresa mucho más fácil, y el azul cielo de pastilla con forma romboide, nos llenó de machos en potencia, felices de sus logros y capacidades y sinvergüenza de pasearse con alguna 20 años menor, sin que nadie se espante.

Nuestro cielo rosa ha quedado en una incógnita con final abierto. Pero mientras, la pega de vernos lindas y sentirnos bien, la pagamos a diario, ¡y a mucha honra!

Débora Calderón Kohon estudió periodismo en la Universidad Católica. La vida la llevó temprano al mundo de los negocios y el retail, pero las ganas de escribir nunca desaparecieron. Hoy es columnista estable de la Revista Poder y Negocios y Mosso, y una activa participante en redes sociales.

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