
La buena nueva del Teatro Municipal de Santiago abriéndose, después de 15 años, a los espectáculos de teatro musical —el último fue El Hombre de La Mancha en 2010— encontró en La Novicia Rebelde la mejor confirmación de lo acertada de la decisión programática. Se trata de una puesta en escena donde brillan las capacidades de los elencos estables de música y canto lírico, donde se destaca el trabajo artístico de los talleres a cargo del vestuario y la escenografía, y donde impresiona la correcta adaptación del clásico The Sound of Music (1959), de Rodgers y Hammerstein, realizada por el director español Emilio Sagi.
Lo primero que llama la atención en la versión local es su arriesgada escenografía, que construye sobre el fondo del escenario una topografía irregular para recrear los Alpes. Sobre esas cumbres aparecerán, bailarán y cantarán los personajes de la historia, cuando la acción no suceda en los interiores de la casa Von Trapp o de la abadía de Nonnberg, también representadas hábilmente por fachadas monumentales, lámparas de lágrimas u otros elementos móviles como rejas, reposeras o bancas de oración.
Pero, sin duda, lo que más reluce en esta puesta es el talento de los cantantes líricos a cargo de los roles centrales y de los músicos, guiados por la batuta de Pedro-Pablo Prudencio, en los clásicos temas musicales que son interpretados en inglés, con sobretitulación al español. Nunca antes La Novicia Rebelde había sido representada en el país por profesionales que no fueran actores de profesión, y se agradece el aporte que esta casa artística hace a esa tradición. Si los dos elencos que ofrecen funciones están liderados por nombres como las sopranos Vanessa Rojas y Camila Guggiana, y los barítonos Javier Weibel y Patricio Sabaté, alternadamente, en los roles de María y Georg Von Trapp, es porque se entendió que la capacidad vocal al servicio de la emotividad en los temas musicales es la clave de este tipo de espectáculos; no la fama de los actores ni el physique du rôle. Más claro aún es este punto en las portentosas interpretaciones de la madre abadesa que, al final del primer acto, entregaron las sopranos Andrea Aguilar y Regina Sandoval, respectivamente en cada troupe, para el inspirador tema Climb Ev’ry Mountain.
Do-Re-Mi y My Favorite Things resuenan vibrantes gracias al bien seleccionado elenco de niños que encarna a los siete pequeños Von Trapp. El divertido canto tirolés de Lonely Goatherd es ofrecido como un baile de máscaras, una buena salida ante la dificultad de montar un guiñol de marionetas en el escenario. Y la dupla de la casadera baronesa Schraeder y el oportunista Max Detweiler sorprende al interpretar dos temas que no fueron incluidos en el filme de 1965, pero que sí son parte del musical original. Por último, Edelweiss, la melancólica y patriótica entrega en solitario del capitán Von Trapp, marca un clímax teatral con la irrupción en la platea de una patrulla de soldados nazis que vigila al público durante la interpretación.
Es de esperar que el Municipal de Santiago persevere en esta senda del teatro musical. Lo realizado en esta ocasión es todo un aporte y solo se le podría pedir que, echando mano a su capital dancístico, a futuro perfeccionara los cuadros coreográficos de cada representación.
Información y entradas en www.municipal.cl