Secciones
Cultura

Oasis, la banda que hace llorar a hombres grandes

Más de 64 mil personas repletaron el Estadio Nacional para recibir el regreso de la banda británico en un show que se transformó el público en un solo coro masivo y que hizo recordar los años 90, cuando tanto en Chile como en Inglaterra parecía que todo era posible.

“Porque nos necesitamos / Creemos el uno en el otro / Y sé que vamos a descubrir / Lo que duerme en nuestra alma”, canta Noel Gallagher en Acquiesce, y pareciera que las 64 mil almas que llenan el Estadio Nacional se fusionaran en una sola, abrazándose con la música de Oasis, banda de himnos noventeros, bullangueros, hasta medio pendencieros, pero que llenan de alegría y hacen recordar la adolescencia y todas las oportunidades que pareciera que ofrecía.

Aunque por años la reunión de los hermanos Gallagher era causa perdida, el anuncio de su reunión sacudió al mundo: lo imposible se hacía realidad. De ahí, vinieron conciertos en Inglaterra, Estados Unidos —donde nunca lograron igualar la fama que alcanzaron en otras latitudes—, Asia y Australia para llegar a Sudamérica como los reyes indiscutidos del britpop, ese estilo que tanto golpeó en Chile que incluso 30 años después se siguen haciendo fiestas temáticas prácticamente todos los fines de semana en discotecas como la Blondie.

El concierto de Oasis solo se restringe a los primeros tres discos y sus lados B. La única excepción es la sensibilera Little by Little. Aquí no hay cabida para los álbumes posteriores que con sus repetidas alusiones a los Beatles transformaron a los mancunianos en una banda que para su quiebre en 2009 se sentía desengrasada y pasada de moda.

La idea es ir directo al espíritu original con canciones como Some Might Say, Cigarettes and Alcohol, Supersonic y la grandiosa Live Forever (quizás la mejor canción británica de los 90), que hacen saltar y sentirse joven de nuevo, y en que la voz de Liam y los riffs y solos de guitarra de Noel hacen pensar que el coliseo de Ñuñoa es el epicentro del mundo, con niños menores de 10 años cantando todo y hombres ya pasados los 50 llorando hasta quedar con los ojos rojos.

Sin dudas que la venida de Oasis es un fenómeno. Desde la apertura con el gran Richard Ashcroft de The Verve, siendo el artista telonero más coreado de todos los tiempos, hasta el final de Champagne Supernova con un show de fuegos artificiales, el concierto es una inyección de felicidad y recuerdos para cada uno de los presentes, en donde todo suena a la perfección. Sin embargo, cuesta pasar más allá de la nostalgia, porque eso siempre ha sido Oasis, un gran ejercicio de nostalgia.

Como dijo el crítico británico Bob Starkey en su célebre libro Yeah Yeah Yeah, Oasis se atrevió a ir donde ninguna otra banda del britpop puso un pie. Mientras Suede robaba riffs del Bowie glam y Blur hacía lo propio con las letras de los Kinks, Oasis se apropió de los Beatles para construir sus himnos. De ahí que Whatever sea una versión festiva de All You Need is Love con un toque de I am the Walrus, y que el resto de sus canciones más conocidas provengan del catálogo de los álbumes rojo y azul de los Fab 4. De esta forma se volvieron los Beatles de la generación de los 90, sin tener una pisca de disimulo ni menos vergüenza.

Que haya copiado a los Beatles o sus disputas con Blur hoy importan poco o nada. Para 64 mil personas en el Nacional y un número similar que se quedó sin conseguir entradas su regreso es una fuente de alegría. En tiempos en donde todo se ve incierto, la simpleza de los 90 pareciera un sueño calientito, tal como son los primeros discos de Oasis. Nunca la nostalgia hizo tan bien.

Notas relacionadas