Parte Uno
Los diseñadores gráficos y publicistas que comenzamos en los años 80 nos involucramos en procesos intensamente táctiles y manuales. El espacio de trabajo no era una pantalla, sino un gran tablero de dibujo con un particular olor a cemento de caucho y disolventes, con diferentes reglas y elementos de uso físico. El diseño era una obra de arte casi quirúrgica, y que al final medía a un diseñador no por píxeles sino por la precisión del trazo, la limpieza del corte, la composición de un collage, el uso de las materialidades y las habilidades meticulosas dibujado. Estos eran procesos lentos y metódicos. Usábamos hojas transferibles como las Letraset, donde cada letra individual se frotaba y transfería con cuidado milimétrico. Las líneas finas y los trazos se lograban con estiletes, herramientas de alta precisión que, aunque efectivas, a menudo goteaban tinta y manchaban el trabajo, obligando a rehacerlo por completo. Para el color, se mezclaba gouache o se usábamos marcadores especiales, y la fidelidad del color dependía de los catálogos de colores Pantone, que eran la biblia del diseñador para asegurar la consistencia al momento de imprimir. Estudiamos diseño en las escuelas de arte, aprendiendo de historia, fotografía, dibujo y tantas otras habilidades que nos generaron herramientas para desarrollar procesos creativos.
Eso se convirtió en algo “mecánico”: un collage de cartón, hojas transferibles y fotografías pegadas, preparado para la imaginación. Cada pequeña corrección o ligero cambio requería mucho trabajo y tiempo. Un logotipo ligeramente descentrado o una línea torcida no era opción, y a menudo con resultados menos que ideales. Un proceso caracterizado por pruebas y errores tan viscerales que resultaba en una conexión entre el diseñador, la creatividad y el trabajo de cumplir con el deseo del cliente. Estos métodos eran muy laboriosos, pero también hablaban de la actividad artística del trabajo predigital y de cuánto tiempo, energía y esfuerzo invertíamos, contrastando fuertemente con la velocidad que estaba por venir.

Parte Dos
Todo cambió con la computadora personal. El punto de inflexión del siglo XX fue el lanzamiento de la Apple Macintosh en 1984; esto marcó el inicio de la revolución digital del diseño gráfico. No solo era una nueva herramienta; era un paradigma que sacó el proceso creativo del tablero de dibujo y lo llevó a la pantalla. Todo, el cemento de caucho y los estiletes fueron reemplazados por un “mouse”, una pantalla y un teclado. Los software de primera generación como “PageMaker” introdujeron el concepto de “publicación de escritorio”. La capacidad de crear una página completa en pantalla, ver una “vista previa” y hacer cambios instantáneos era completamente revolucionaria.
El diseño se convirtió en un proceso de experimentación rápida que permitía a los profesionales probar nuevas fuentes, diseños y efectos de color, sin la inconveniencia o el costo de realizarlos manualmente. Una guía completa con iconos y un cursor, liberó a los diseñadores. Esto democratizó las habilidades de creación, permitiendo una transición de “cómo” a “qué” se estaba haciendo. Fue la primera “gran automatización” del diseño, un tiempo de estrés y asombro. El miedo a perder el “arte” de lo manual era real, pero se demostró en términos de resultados prácticos que el verdadero valor del diseñador está en su creatividad y toma de decisiones estratégicas, no en si puedes cortar papel en línea recta. Esto fue un ensayo general para la revolución del siglo pasado.

Parte Tres
El diseño, hoy en día, es tan eficiente gracias a la automatización inteligente. Esta es la segunda revolución, la continuación lógica que comenzó con el Macintosh. Hoy en día, la IA se encarga de tareas digitales repetitivas y costosas que han pasado a un nuevo rol y ha reemplazado el antiguo trabajo manual. La automatización de cosas aburridas como limpiar fondos, corregir colores y diseñar diferentes variantes ha transformado la forma en que las personas trabajan.
Las herramientas visuales de IA pueden ahorrar a los diseñadores horas a la semana que simplemente se habrían pasado trabajando con otras personas y en su lugar concentrarse en la toma de decisiones creativas, y menos en el control manual. Una analogía puede tomar su inspiración de los campos de manufactura donde “cobots” (robots colaboradores) u otras máquinas que trabajan en tareas co-creadas desempeñándose en entornos de alta precisión y monotonía liberando a los trabajadores humanos.
La IA elimina las tareas monótonas que enfrentan los diseñadores. Uno de los ejemplos más concretos es a través de la automatización de la configuración de productos y el modelado 3D que ha reducido el tiempo de diseño de horas a minutos, y así este cambio del esfuerzo humano de la ejecución a la estrategia se convierte en una fuente de ventaja competitiva. La IA no es un sustituto para esto; es un complemento. Los algoritmos analizan masas de datos y detectan tendencias estéticas que pueden inspirar y guiar a los diseñadores.
Es la imprevisibilidad lo que hace que la IA sea un colaborador creativo que permite a los diseñadores perseguir cosas que no serían creativas con ningún otro enfoque. Lo que la IA realmente hace bien es permitir al diseñador reducir esos costos de tiempo y energía, permitiendo que la persona ponga esta inversión de tiempo en un uso humano intensivo, haciendo algo que la maquina no podría, como conceptualización, construcción de relaciones con el cliente, pensamiento estratégico, etc.

Parte Cuatro
La próxima frontera de las herramientas de inteligencia artificial. El caso, Gemini Flash 2.5 Image, o más conocido como “Nano Banana”, representa un paso más en la evolución del diseño. La característica clave de este modelo no es solo la velocidad, sino la estructura multimodal que le permite procesar texto e imágenes sin operaciones adicionales. Gracias a esta característica de pensamiento multimodal, nos permite que la herramienta vaya más allá de ser un simple generador para convertirse en un copiloto creativo completo.
Otro aspecto importante es la capacidad de que la “identidad del sujeto” se mantenga consistentemente en todas las imágenes, lo cual es una innovación radical en campañas de marca y narración visual. Ya sea escribiendo un personaje consistente en cómics o presentando un producto desde diferentes perspectivas en diferentes situaciones, la herramienta proporciona un control que hace un par de meses era impensable. También se destaca la edición conversacional, permitiendo al usuario ajustar con precisión una imagen directamente desde un texto, modificando pequeños detalles sobre la última versión de la imagen. Esta herramienta incluso puede generar una respuesta unidireccional que integra perfectamente texto e imágenes, un blog con múltiples ilustraciones intercaladas o “storyboard” profesionales listos para animar.
La llegada de la IA ha reavivado una preocupación eterna: ¿Está democratizando la creatividad o está socavando el potencial humano? Como ejemplo, la IA puede ofrecer creación de contenido creativo a cualquiera, independientemente de su conjunto de habilidades.
Nano Banana es un ejemplo destacado de esto. Este modelo se vuelve viral por su capacidad de crear y editar imágenes usando palabras naturales para que cualquier persona, independientemente de su habilidad, pueda producir contenido que sea visualmente preciso y atractivo. Con Nano Banana, diferentes cosas pueden mezclarse juntas en una sola imagen y las personas pueden ser editadas en entornos completamente nuevos, hasta ahora bastante costosos y técnicamente difíciles de manejar, recuperando espacios para la creatividad desde la formación y conocimientos más que desde las habilidades artísticas digitales.
Similitudes con otras tecnologías virales, donde el valor central es la automatización, la herramienta sirve para aumentar la creatividad y el sueño de la persona que la accede, creando un nuevo ámbito de pensamiento, uno que será impulsado hacia adelante a través de la democratización de la edición profesional. Es un debate técnico pero que también será filosófico, emocional, existencial.

END
La historia del diseñador gráfico ha sido un viaje continuo desde lo artesanal a la avanza de la tecnología. En la década de `80, la llegada de la informática cambió la práctica del trabajo manual al trabajo digital. Ahora, la IA está extendiendo esa transición a su siguiente fase lógica, automatizando tareas digitales de bajo costo para poner al diseñador en un pedestal estratégico. El destino del trabajo creativo no está siendo suplantado por una máquina; sino que es aprender a “dirigir máquinas creativas e inteligentes”.
El valor del diseñador está pasando de la ejecución técnica a la dirección estratégica y la curaduría. El diseñador de una colección de moda ya no tiene la necesidad de saber de costura, la llegada de personajes como Pharrell a Louis Vuitton valida las estrategias creativas como un todo más allá del diseño como objeto de vestir. La era de la IA, mejora debido al profesionalismo que el individuo posee en cada sesión de diseño; la intención detrás del trabajo, la empatía para combinar el trabajo con cualquier “sentido” que el público necesite para conectarse con él. El pasado enseñó el valor de la artesanía, mientras que el presente enseña el valor detrás del ingenio humano y la autenticidad. Mientras los tableros y las reglas “T” ya no están más que en las ventas de anticuarios; nos damos cuenta de que la dirección futura de la creatividad es desde las nuevas capacidades creativas para analizar y co-crear.