
Lee Jae-myung fue elegido como el nuevo presidente de Corea del Sur tras vencer en las elecciones anticipadas del país.
Su triunfo representa el regreso del liberal Partido Democráctico (PD) al poder, luego de la destitución del presidente conservador Yoon Suk-yeol, un proceso liderado por el mismo Lee que desencadenó en la remoción de Yoon por el Tribunal Constitucional luego de imponer inconstitucionalmente la ley marcial.
Nacido en 1964, Lee creció en la pobreza tras mudarse con su familia a Seongnam, una ciudad dormitorio al sur de Seúl. Tras superar una difícil infancia, se convirtió en abogado de derechos humanos gracias a una beca, comenzando su carrera política en 2004 dentro del Partido Democrático.
En 2010 se convirtió en alcalde de Seongnam, cargo que desempeñó hasta el 2018. Posteriormente se transformó en gobernador de Gyeonggi, la provincia más poblada del país.
Como funcionario público destacó por su enfoque en la eficiencia fiscal y por lanzar programas sociales como un ingreso básico universal para los jóvenes. No obstante, durante su alcaldía también emergieron escándalos familiares y una acusación de corrupción que lo persigue hasta hoy.
Críticos lo vinculan con un presunto esquema irregular de reparto de beneficios en el desarrollo de un proyecto urbanístico en el que, un funcionario implicado, Kim Moon-ki, fue hallado muerto en 2021 en circunstancias que aún generan especulación.
Tras haber perdido dos elecciones previamente, en 2017 y en 2022 -esta última ante el mismo Yoon-, Lee se convirtió en presidente de Corea del Sur.
La política que busca el nuevo presidente de Corea del Sur
Durante su campaña Lee redujo el tono combativo que había exhibido en 2022, adoptando una postura más moderada y un discurso “centrista-conservador“. Puso foco en propuestas económicas y tecnológicas, sin abandonar su compromiso con la justicia social que le caracteriza.
Entre sus planes figura la creación de un Ministerio de Clima y Energía, junto con políticas para el fomento industrial y digital. Defendió además la expansión del Ministerio de Igualdad de Género y Familia, en contraste con sus rivales conservadores que proponen su eliminación.
En política exterior, Lee abogó por una estrategia basada en resultados concretos en vez de simbolismos. Si bien mantuvo bajo perfil sobre Corea del Norte, sí confirmó que desea reactivar el diálogo intercoreano. Su equipo de campaña definió su diplomacia como “pragmática y de beneficio mutuo“, volcada a la transparencia, el diálogo y la construcción de alianzas sólidas “sobre la base de la confianza y no de la alineación ciega“.
El juicio que marcará su presidencia
En mayo de este año, el Tribunal Supremo ordenó reabrir un juicio en contra de Lee Jae-myung por una supuesta falsedad en sus declaraciones vinculadas al escándalo urbanístico. A pesar de haber sido absuelto en segunda instancia, la sentencia fue anulada, por lo que tendrá que enfrentar una nueva audiencia prevista para el 18 de junio.
La Constitución surcoreana impide procesar penalmente a un presidente en funciones, excepto en casos de insurrección o traición. El debate legal actual en el país asiático es si existe esta inmunidad en causas iniciadas antes de asumir el cargo, con juristas a favor y en contra.
En el escenario de que los tribunales inferiores sigan la línea del Supremo -lo que usualmente sucede-, Lee podría enfrentar un veredicto adverso que pondría en entredicho la legitimidad de su gobierno, aunque eso no significaría una destitución inmediata.