El polémico anuncio del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en el que culpó —sin pruebas sólidas— al consumo de paracetamol en embarazadas como el provocante de autismo en niños, fue rápidamente cuestionado por agencias de salud y autoridades internacionales.
Uno de los primeros en referirse al tema fue el secretario de Salud del Reino Unido, Wes Streeting, en una entrevista televisada: “No presten ninguna atención a lo que Donald Trump diga sobre medicina. De hecho, ni siquiera me crean a mí, como político: escuchen a los médicos y a los científicos británicos”.
“Confío más en los médicos que en el presidente Trump, francamente”, añadió Streeting. El secretario británico, posteriormente, fue aún más enfático: “Quiero ser muy claro al respecto: no hay evidencia que vincule el uso de paracetamol en mujeres embarazadas con el autismo en sus hijos. Ninguna“.
En la misma línea, las agencias reguladoras de medicamentos de la Unión Europea y del Reino Unido emitieron rápidamente comunicados replicando que el paracetamol sigue siendo seguro durante el embarazo, contrario a recomendación de Trump de limitar su uso por el riesgo a provocar autismo en los bebés.
“El paracetamol sigue siendo una opción importante para tratar el dolor o la fiebre en mujeres embarazadas“, escribió en un comunicado Steffen Thirstrup, director médico de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA). “Nuestro consejo se basa en una evaluación rigurosa de los datos científicos disponibles y no hemos encontrado evidencia de que su uso durante el embarazo cause autismo en los niños”.
De tal forma, el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS), el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos (ACOG) y la Sociedad de Medicina Materno-Fetal (SMFM) coincidieron también en que no existen pruebas concluyentes para establecer el vínculo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), por su parte, afirmó que las evidencias entre el uso del fármaco y el autismo “siguen siendo inconsistentes“, sumándose así al rechazo a las recomendaciones de Trump.