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4 de Agosto de 2014

La equidad

La educación para todos, la salud pública y la justicia en todos sus términos no deben tratarse como acciones tácticas, sino como los pilares para poner en marcha el proceso de rediseño y planificación a nivel de país.

Por Guillermo Bilancio
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Guillermo Bilancio es Profesor de Dirección General en la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez. Consultor en Política Empresarial.

Alcanzar el desarrollo en Chile no debería focalizarse de manera obsesiva en un conjunto de programas de acción, o en un listado de temas pendientes, sino en la creación de las condiciones esenciales que signifiquen un punto de partida. Que en definitiva será un punto de encuentro…

La educación para todos, la salud pública y la justicia en todos sus términos no deben tratarse como acciones tácticas, sino como los pilares para poner en marcha el proceso de rediseño y planificación a nivel de país.

Esas condiciones iniciales o pilares no deberían ser negociables, ni siquiera tema de análisis en asambleas, foros o comisiones especiales delegadas a quienes piensan desde la gestión y no desde la política.

Esos pilares indiscutibles deben ser parte de la agenda de las personalidades más relevantes a la hora de decidir.

No debería importar el “cómo” pensando en los efectos secundarios de esas decisiones. Importa el “qué” para tener siempre presente el “para qué”, que no es otra cosa que el bienestar colectivo.

Son condiciones. Y eso es cuestión de la política.

Y esas condiciones exigen cohesión en torno a los valores que cada uno de los participantes del marco político, de la vida social y económica, le otorgan al conflicto de diseñar un modelo de país.

Los países desarrollados ya han tenido esa conversación desde su fundación, como parte de un proceso en el que el modelo país es una visión compartida.

En Latinoamérica hay ejemplos de países cercanos al desarrollo en el que más allá de sus vaivenes económicos, están convencidos profundamente de la importancia de esos pilares que ya no se discuten (El caso de La Argentina y de Uruguay).

Seguramente algún economista desprevenido dirá cuán cerca puede estar un país en default, sin inversión ó sin volumen de mercado, pero es importante aclarar que no debemos confundir que el potencial para  alcanzar el desarrollo no depende sólo del crecimiento, sino de un estado de convivencia y bienestar que excede lo económico.

El bienestar es producto de la equidad, la que es factible alcanzar desde una sociedad integrada y transversal que, más allá de las lógicas diferencias ideológicas, considera a la educación, la salud y la justicia un derecho absoluto. Sin discusión.

Chile, en cambio, está discutiendo esos pilares. Y ha llevado más de 20 años de democracia reinstalar el tema seriamente, lo que significa, decidir y firmar el “cheque” sin concesiones.

Porque pensar que ese cheque puede afectar el equilibrio país, es una mezquindad de corto plazo.

Pero todavía cuesta esa decisión, tal vez porque hay una negación encubierta.

¿Acaso todos quieren educación para todos y salud pública de calidad? ¿Acaso hay voluntad de compartir aulas, salas de estudio, consultorios y lugares comunes?

¿Estamos frente a esa vocación de compartir entre los que más tienen, los que deciden el modelo y lo que conviven en él?

Si la conversación sobre estas condiciones iniciales y esenciales se dilata, queda demostrada la falta de cohesión.

Si aún hay que seguir negociando y convenciendo a los “negadores”, todavía no está madura la voluntad de firmar el “cheque”..

Educación, salud, justicia, medio ambiente, distribución de riqueza, todo supone que son pilares que conducen a la convivencia en términos de integración y participación. Equidad.

Pero, ¿ hay motivación para incluir o aún vivimos en una sociedad que sólo comparte fiestas patrias ó habla de la chilenidad como parte de la hinchada de la roja?

La voluntad de incluir se manifiesta en NO especular, ni negociar ni temer a perder para hacer posibles estas condiciones iniciales, las que serán los cimientos de un modelo de país nuevo y en vías de desarrollo.

Un modelo de país que no se mida con la prolijidad financiera ni con la voracidad de la rentabilidad, sino con la posibilidad de crear una masa crítica de recursos humanos que lo lleve a crear valor y riqueza sustentable.

Es el momento de invertir sin pensar en ganar hoy, sino plantear la mejor alternativa para que las generaciones por venir se sientan en una verdadera comunidad.

¿Será posible un gran acuerdo y una refundación del modelo de país?

No hacerlo, es ser ignorante por mezquindad, y este país merece un acto de grandeza de los más poderosos.

 

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