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11 de Marzo de 2015

Un año del gobierno de Bachelet

Aún nos quedan 3 años de este gobierno, urge un cambio en la actitud de este primer año que busca pasar la “retroexcavadora” tan solo por tener una mayoría temporal, debe primar el bien del país y no la ideología de turno.

Por José Francisco Lagos
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José Francisco Lagos es Presidente de la Fundación Chile Siempre

Se cumple el primer año de gobierno del segundo mandato de la Presidenta Michelle Bachelet, un gobierno que sin duda tiene contento a los directores de los medios de comunicación ya que ha dado mucho que comentar. Cómo olvidar por ejemplo el caos de los nombramientos al principio del mandato, la pasividad frente al incendio de Valparaíso, a la reconstrucción de Iquique, al conflicto en la Araucanía y ahora último por el presunto tráfico de influencias del caso Dávalos Bachelet.

Sin embargo, lo que más llama la atención no son estas negligencias administrativas, sino las profundas diferencias entre el primer gobierno de la Presidenta Bachelet y este su segundo mandato. Nos hemos dado cuenta que el cambio de nombre de la “Concertación” no solo fue un mero cambio de slogan o la sustitución de una marca desprestigiada por otra sin carga negativa. A pesar de que los protagonistas son los mismos, podemos observar que este gobierno ha llegado al poder con una visión mucho más extrema y cercana a la izquierda latinoamericana. Por ejemplo, Bachelet se alejó de la senda hacia el desarrollo en el que Chile se encontraba inmerso, y ahora el futuro en ese sentido es más que incierto. Además la agenda ideológica ha estado claramente marcada por los sectores más extremos, por ejemplo cuando nuestro gobierno no condena los atentados a los Derechos Humanos en Venezuela, o cuando se promueve una ley como el aborto.

Lo anterior se ha visto reflejado en las reformas que ha presentado este gobierno. La reforma tributaria estuvo marcada por la falta de pulcritud al momento de presentarla y el bajo apoyo de los expertos, por si fuera poco, todos los ministros de hacienda que pasaron por el gobierno la condenaban, excepto Nicolás Eyzaguirre por razones obvias. Este último a su vez fue protagonista de otro de los avances ideológicos que hoy se han materializado en una ley. La reforma educacional fue una jugada que buscaba simplemente modificar el sistema administrativo a uno más cercano al estatismo en vez de realizar una política que beneficiara principalmente a los estudiantes más vulnerables de nuestro país. Por último, la reforma electoral no tan solo fue poco pulcra tanto en su contenido como tramitación, sino que además es una ley que beneficia directamente a quienes están en el poder actualmente, logrando que sea un sistema menos representativo que el mal ponderado sistema binominal. Es que al menos el sistema anterior buscaba un equilibrio, el nuevo sistema busca sobrerrepresentar a la “Nueva Mayoría” (en esto es emblemático el caso de la tercera región) y mantener a los parlamentarios en sus cargos.

Por último, no han pasado desapercibidas las constantes referencias que ha hecho el gobierno a la OECD como países ejemplos a seguir; sin embargo al momento de aplicar las políticas públicas pareciera que se quieren acercar más a Latinoamérica. Es de esperar que sigan mirando a la OECD, pero que se imiten las políticas que han llevado a tales países al desarrollo y no esta actitud que es propia de los populismos.

Aún nos quedan 3 años de este gobierno, urge un cambio en la actitud de este primer año que busca pasar la “retroexcavadora” tan solo por tener una mayoría temporal, debe primar el bien del país y no la ideología de turno.

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