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22 de Enero de 2016

Gato, el gato, no es mi mascota

"La amistad entre gatos y perros existe y aunque la mayoría de las personas no lo crean es mucho mas común de lo que parece".

Por Ximena Wiesenfeld
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Ximena Wiesenfeld es Directiva AnimaNaturalis Internacional-Chilechile@animanaturalis.org

Tengo cuatro gatos, todos vienen de lugares distintos y tienen diferentes edades. Hoy voy hablarles de Gato, que es el mayor de todos y que llegó un día de Semana Santa hace 10 años, cuando aún vivía con mis papás. Era un gato callejero, amante de las peleas, por lo que siempre se le veía con alguna herida de guerra. Se llama Gato, porque mi mamá desde un principio no lo quiso. Además, mi papá, fanático de los perros, había traído hace un año a Tommy, un bulldog americano. Para ellos ya era suficiente un animal en casa. Siempre estuvo en duda la permanencia de Gato, pues mi mamá decía con firmeza que debía irse, por eso no sabíamos si ponerle nombre o no.

En ese intentar convencerla de que lo aceptara, fue siempre nombrado como “el gato”. Que hasta cuándo se queda ese “gato”, que el  “gato” se tiene que ir porque hace caca en la entrada de la casa, que el “gato” se come la comida del perro, fueron unos de los temas de discusión durante un tiempo.

Al final, cuando por fin pudo quedarse, todos lo seguimos llamando así “Gato”. Tanto escuchar esa palabra parece que en su cerebro gatuno quedó grabado ese nombre. Cuando gritábamos: ¡Gatooooooo! de inmediato aparecía corriendo desde el techo de la casa de atrás o desde donde sea que se encontrara durmiendo. Lo llamábamos y Gato aparecía de inmediato.

Gato

Tommy, el bulldog americano que mi papá compró por una página de compra y venta online, fue el primero en encariñarse con él. Pese a que la presencia de nuestro  perro  era muy intimidante (pesaba como 35 kilos y tenía grandes colmillos), era muy dócil. Tanto que podía estar acostado al lado de su plato de comida repleta de pellets viendo como las tórtolas se las devoraban y él solo las contemplaba. En los nueve años que vivió nunca  se le escuchó ladrar, sólo aullar cuando pasaba una sirena de un carro de bomberos o los sábados en la mañana, cuando un organillero se instalaba a tocar afuera de la casa.

Gato de inmediato se mostró como un felino muy particular. Era sociable con los humanos y no les temía, pero era muy peleador con otros gatos que se asomaban al patio, tanto que fue necesario esterilizarlo, pues al estar con su testosterona alta, era muy territorial y muchas veces llegaba casi moribundo tras una jornada de riñas o desaparecía varios días, tal vez buscando alguna gata o en pleno apareo con alguna.

Además vivía marcando territorio, hasta que un día hizo pipi en el notebook de mi hermano. En ese tiempo yo pensaba que hacer algo así era amenazante para su virilidad y masculinidad gatuna, pero luego comprendí que era lo mejor y que  todo eso de pensar que sufriría en su ego de macho, no era más que una errada proyección que tenemos las personas de humanizar a los animales.

Al esterilizarlo no sólo dejaría de  “marcar” por todos lados, sino también a futuro se ahorraría problemas como contagiarse enfermedades como la leucemia y el VIH felino. Esta última, que muchos desconocen, existe, se contrae por fluidos sexuales y sanguíneos al igual que en los humanos, pero no es contagioso para nosotros, sólo entre gatos.

Gato

Tiempo después le pedí a su veterinario que le hiciera exámenes,  pues tenía mis sospechas que pudiera tener una de esas dos afecciones. Por desgracia fue tarde para tomar las precauciones debidas y  arrojó que es portador del VIH o SIDA felino. Lo bueno es  que, al igual que en los humanos, se puede mantener bajo control y poder llevar una vida completamente normal si se mantiene con buenos cuidados que lo protejan.

Requisitos tales como: tener una buena vida, con comida de calidad, inviernos abrigados, exámenes veterinarios periódicos  y por supuesto mucho cariño. Todo esto ayuda a reforzar sus defensas y que tenga una buena calidad de vida. Y lo bueno es que Gato está esterilizado y se lleva bien con sus otros amigos felinos con los que convive, así que no hay riesgos de peleas que terminan con mordeduras, las que podrían contagiarlos a ellos.

Hoy en día Gato vive conmigo. Me lo traje después que Tommy falleció hace casi 3 años. Era invierno, hacía frío, estaba solo y me daba mucha pena verlo así. Gato estaba triste y notoriamente extrañaba a su amigo. La amistad entre gatos y perros existe y aunque la mayoría de las personas no lo crean es mucho mas común de lo que parece.

Entonces decidí traerlo a nuestro hogar, donde lo esperaban 2 gatos más. En ese tiempo estaba Trigo, que lo empezó a acicalar a los dos días de llegar, lo que en lenguaje corporal gatuno significa que era muy bienvenido y se convirtió rápidamente en mutuo amor. También estaba Dorita, una gata viejita y celosa, la que sólo lo miraba de reojo.

Gato

Hoy Gato, o Don Gato como le puso su veterinario, es controlado constantemente para ver cómo va su vida como portador de VIH. Aparte de estar ya mayor, por lo cual cae en la categoría de gato senior, sigue igual de gordo, sano y juguetón, pero también dormilón, propio de la edad que tiene y de su condición. Su edad actual debe ser como de 14 o 15 años, algo así como 70 años humanos.

Por eso y a pesar de todo lo que quiero a mi Gato no lo considero  mi mascota. Siento que el concepto “mascota” es antiguo, lo relaciono a algo accesorio, a un adorno o un ser que debe estar a mi servicio para entretención o incluso dar un status si es de raza.

Gato no es eso, Don Gato es mi animal de compañía. Es el que elegí para que se quedara conmigo hasta viejito, ¿o acaso uno deja solo a una persona cuándo está enferma y anciana, que es la época de la vida en que más necesitan ayuda y compañía? Bueno, sé que sucede, pero en ambos casos no está bien abandonarlos.

Por él voy velar siempre,  porque como todo ser vivo necesita comida y agua a diario, espacio para movilizarse y sentirse libre, cuidados médicos y sobre todo lo más importante ,y es que al igual que los humanos, necesita mucho amor y atención. Por eso debemos ser responsables al momento de elegir adquirir un animal. No es un juguete, no es un objeto ni un mueble. Es un ser sintiente.

Finalmente mi papá comprendió, de tanto verme en esto del rescate de animales, que ahora su nuevo perro, o en este caso perra,  sería sacada de la calle. Nos trajimos a la Manola, una quilitrita adulta que rescaté hace 2 años. Él decidió que lo mejor esta vez era adoptar y no comprar a su nueva compañía perruna.

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