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22 de Febrero de 2016

¿Emergentes o tradicionales?

Este escenario ha posibilitado el surgimiento de nuevos referentes políticos, ya sea a través de la conformación de partidos o movimientos, que han venido a sacudir en algo la pasividad de los bloques imperantes desde el retorno a la democracia.

Por Rodrigo Durán Guzmán
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Rodrigo Durán Guzmán es Académico y periodista.

Durante el último tiempo hemos visto una caída abrupta en cuanto al respaldo ciudadano hacia los partidos políticos refiere. Con todo, no digamos que las tradicionales coaliciones de la política nacional han hecho mucho por enmendar el camino o aportar su granito de arena para favorecer la reconstrucción de lazos y vínculos, especialmente en materia de confianza, con la comunidad.

Sin ir más lejos, y basta con revisar diversos sondeos de opinión independiente del color político, tanto la Nueva Mayoría como Chile Vamos (o izquierda y derecha si lo prefiere) no alcanzan siquiera cifras de popularidad y adhesión que visualicen una salud óptima de cara a los procesos eleccionarios tanto de 2016 como 2017. Cierto, probablemente los partidos tradicionales obtengan triunfos electorales porque simplemente cuentan con sus bases en algo que, entiéndase bien, no se traduce necesariamente en la captación o reclutamiento de nuevos adherentes o militantes. Son los mismos de siempre, ese votante propio de la escuela de Columbia, el que se manifiesta y hace campaña por una cuestión más bien de tradición, de herencia, que necesariamente por ideas o proyectos.

Este escenario ha posibilitado el surgimiento de nuevos referentes políticos, ya sea a través de la conformación de partidos o movimientos, que han venido a sacudir en algo la pasividad de los bloques imperantes desde el retorno a la democracia. Con todo, uno de los grandes desafíos de los emergentes apunta a convocar y congregar a independientes y desencantados de la política tradicional. Y para ello argumentos sobran y van desde corrupción, tráfico de influencias, abuso en el ejercicio del poder, malversación de fondos públicos, sobornos y otros tantos que podrían ser propios de la serie “House of Cards”, pero aquí es cuando recordamos que la realidad puede superar perfectamente a la ficción. No obstante, y con todo y quizás aún más por conocer, aún hay patria.

Los partidos emergentes son, efectivamente, una bocada de aire fresco para una sociedad con ciudadanos que no lo están pasando bien a lo largo y ancho de Chile. Han logrado, con bastante esfuerzo y en un escenario adverso para el ejercicio de la política, consolidar proyectos e instalar ideas que hoy ponen en vilo los escenarios triunfalistas de los partidos tradicionales, pero cuidado: si bien los emergentes traen nuevos brios para la actividad política ocurre que muchos de sus integrantes provienen de partidos tradicionales y, ante el desencanto y la imposibilidad de avanzar a través de una mirada de presente – futuro que propicie el progreso y bienestar de las personas (al menos en el ethos), se han desmarcado de sus colectividades de origen generando nuevos espacios más no necesariamente con prácticas “emergentes” sino más bien “tradicionales”. He ahí quizás uno de los puntos a cuidar por parte de estos nuevos referentes y coaliciones que están surgiendo porque por muy nuevos que sean, en la medida que sus dinámicas sean tradicionales, es probable que su vida útil sean tanto o menos breve que el respaldo ciudadano que proclamó a Bachelet como presidenta por segunda ocasión.

Mientras tanto es probable que las chilenas y chilenos sigamos siendo testigos del desencanto ciudadano, de nuestro desencanto hacia los políticos tradicionales, hacia las malas prácticas, hacia la corrupción y demases. También es probable que sigamos siendo testigos de cuestiones que aportarán al aumento de la desilusión en esa delgada línea que hoy hace malabares para subsistir como es no caer en populismos y valorar la democracia como mecanismo de gobernabilidad y brindar bienestar a la población a partir de un justo equilibrio que esté por sobre las cargas histórico – ideológicas de antaño. De seguro usted también esbozará más de una grosería al día en contra de nuestra denostada clase política, de nuestros legisladores, de nuestros representantes. Pero nunca olvide que es usted, a través de su voto y entendiendo que se informa aunque sea un mínimo, quien decide si tal o cual personaje en cuestión obtiene un escaño o alguna cuota de poder porque, independiente de la oferta, serán los electores quienes siempre tendrán la última palabra y, por ende, los responsables de elegir a quienes lideren las urgencias que permitan al país avanzar ,desde sus cimientos, hacia una sociedad emergente y pujante capaz de garantizar oportunidades y que reconoce el valor de las personas como garantes de una nación que prospera y avanza en libertad para el bienestar de sus individuos.

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