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23 de Febrero de 2016

Primera noche de Viña 2016: ojalá nuestros corazones aguanten

"¿Si esta fue la noche romántica, qué será entonces la fecha de Sanz y Jara?".

Por Hernán Melgarejo
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El Festival de Viña partió y no dejó ninguna duda: no faltó prácticamente ningún ingrediente de los que hacen tan pintoresco, querido y odiado al evento más importante del verano.

La velada tuvo de todo. Primero, una introducción urbana y psicodélica a cargo de los Power Peralta que, sin dudar de su calidad, será rápidamente olvidada. Luego, el turno de la música romántica a cargo de un mesiánico Marco Antonio Solís.

El caso del mexicano, si es que ya no lo ha hecho, debería preocupar a la Iglesia Católica a la brevedad. Cada vez más consciente de su aura religiosa, Solís explota su imagen con un vistoso crucifijo aparentemente de oro que lleva colgado en el pecho, con innumerables agradecimientos a Dios arriba del escenario, con un altar de la virgen María en camarines y con un espiritual momento de trance y rezo en medio de su hit ‘Si No Te Hubieras Ido’.

Marco Antonio Solis

Como si fuera poco, no solo ha tenido una segunda visita exitosa al festival que sería el símil de las profecías bíblicas, sino que Solís ha venido cinco veces y sigue triunfando. Las lágrimas de sus fans (principalmente mujeres post-cuarenta que –tal como lo consignan los evangelios-) de seguro dejaron todo para seguir al maestro; trajeron de regreso las marejadas a la Región de Valparaíso.

¿Y cómo no va a ser así, si nadie es más efectivo que él (o Él) para expresar el desamor y las rupturas de manera convincente, directa y sin metáforas de mal gusto? Ni siquiera en el universo angloparlante hay alguien más certero. ¿Será el desamor un sentimiento exclusivamente latino?

“Si te hago tanto mal / ¿por qué le das tantas vueltas / y te evitas ridiculizarme más? / Para que esto se termine en santa paz /o me voy o te vas”, cantó el mexicano, y desató una catarsis que, a diferencia de las sucedidas en las iglesias, tiene también un componente sexual, pues aquí los ramos de olivo son reemplazados por colaless y pancartas que invitan al profeta, que está casado, a hacer de las suyas con sus fans.

Dos gaviotas para Solís que musicalmente cumplió, movió la cadera, tocó sus hits, incluyó un cover chileno, distribuyó bien el repertorio entre la cebolla y lo tropical, enloqueció a sus fieles y ganó el respeto del pueblo hereje.

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Pero el grueso de los que veían TV, a juzgar por el rating, esperaban lo más atractivo del Festival en términos de conversación de oficina: el humor. Y Edo Caroe llegó para reafirmar la tendencia que Bombo Fica ya había instalado: se están acabando los tiempos de Sandy y los gangosos, del chileno pícaro, de los chistes de suegras y del humor de Kenita y Zamorano. Son los tiempos del humor político. Y a la vena.

Caroe fue el equivalente al Faith No More de Viña en los 90’: un tipo rupturista que primero que todo entró al show con un personaje con enanismo, Oscarito. Luego, en su rutina habló de masturbación, sexo oral y del himen, y a diferencia de Coco Legrand o Fica, ambos elegantes críticos de la élite, no le importó decir nombres y apellidos de políticos.

Jorge Pizarro, Jaime Orpis, Jorge Burgos, Marcelo Díaz, Michelle Bachelet, Sebastián Dávalos, Gabriel Boric, Giorgio Jackson, Gustavo Hasbún, Carlos Larraín y la más polémica de todas, Camila Vallejo, que fue tapizada en pifias y fue la primera víctima del monstruo, aparecieron en la rutina de Caroe.

¿Cómo habrá estado el equipo de comunicaciones de La Moneda viendo que la Presidenta y su gabinete eran reventados por un humorista que obtenía casi 40 puntos de rating? El papel original del bufón, señalando realidades y riéndose de ellas, burlándose de las autoridades, fue cumplido a cabalidad. Ofendidos, muchos.

Primero, los que haciendo caso omiso a que la diputada Vallejo fue pifiada espontáneamente por el público más popular de todas las noches del certamen, prefirieron centrarse en un chiste de humor negro que calificaron de fascista y sexista; segundo, los que encontraron que la rutina fue ultra izquierdista. Después de todo, trató a un diputado UDI de “huevón”, bromeó con el “arrollado de huaso” del hijo de Carlos Larraín y trató a los empresarios de delincuentes.

Por último, la raza más extraña, aquellos que exigían a través de redes sociales que el humorista además de reírse de la realidad, hiciera un aporte y entregara en medio de su show una suerte de propuesta de políticas públicas para que no se quedara solo en la crítica.

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Es cierto que la rutina se hizo un poco larga, que a veces perdió el ritmo, y no fue concisa como el punk de dos minutos. Probablemente el corte abrupto del show, que ocupará varios minutos de discusión, tuvo más que ver con lo extensa de su presentación que con la censura propiamente tal.

Pero la cachetada de Caroe, que mezcló el análisis “Legrandístico”, el chiste corto de Álvaro Salas, y la acidez de George Carlin, con mucha soda cáustica, marcó la noche y probablemente gran parte de la cita festivalera.

Después vino la competencia, cada día más intrascendente, y al final, muy pasadas las dos de la mañana, Ricardo Montaner, que tuvo una entrada accidentada y terminó su show a las 4 amzzzzzzzzzzzz.

El venezolano es un buen ejemplo del uso de la metáfora de mal gusto versus el uso del verso directo de Solís. “Besa el torrente de ilusiones, bésame todas las pasiones, besa mi río hasta su desembocadura”, canta el ex animador de Viña. ¿Qué quiere que le besen? ¿Es una propuesta indecente?

Una última observación: Si ésta fue la noche romántica, ¿qué será entonces la fecha de Sanz y Jara? Ojalá nuestros corazones aguanten.

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