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16 de Abril de 2016

La inclusión y los requisitos de ingreso a las pedagogías

La atención a la diversidad implica enriquecer el currículum, considerando y valorando los distintos saberes culturales y también enriquecer y democratizar las interacciones humanas que se dan en los distintos espacios escolares. Un cuerpo docente diverso, con una buena formación, sin duda será un gran aporte para el enriquecimiento del currículum y la comunidad escolar.

Por Isabel Guzmán
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Isabel Guzmán es Docente de la Escuela de Pedagogía en Educación Básica de la U. Academia de Humanismo Cristiano. Profesora de Educación General Básica con mención en Matemática, Pontificia Universidad Católica de Chile. Postítulo de Coordinadora e investigadora de Procesos Grupales de Aprendizaje PIIE IDRC.

La recientemente promulgada ley sobre Carrera Docente determinó, a fin de contar con profesores bien formados para asumir los actuales desafíos educativos, mayores exigencias para las universidades y para los estudiantes que ingresan a estudiar las carreras de pedagogía. Se espera que las universidades que las imparten sean acreditadas con criterios más rigurosos y que cuando se termine de aplicar la ley, los y las estudiantes que entren a estudiar pedagogía pertenezcan al 30% de los estudiantes que ha logrado mayores puntajes en las pruebas de selección.

En este sentido, se plantea como requisito un puntaje PSU de 500 puntos para el 2017, 525 el 2020 y 550 para el 2023. Este requisito aparece obvio e incuestionable. ¿Quién podría no estar de acuerdo con que los estudiantes de pedagogía sean los mejores?

Sin embargo, es necesario observar qué ocurre con los estudiantes que se encuentran cursando las carreras de pedagogía. Es posible señalar que las políticas implementadas en los últimos años han incidido en un aumento de los puntajes PSU de los futuros profesores; entre ellas, se releva la no autorización a los Institutos Profesionales para impartir formación inicial docente y la Beca Vocación de Profesor, que impone exigencias de requisitos de ingreso a las universidades cuyos estudiantes postulan a ella. De hecho, el 72% de los egresados del año 2011 obtuvo un puntaje menor de 500 puntos y en el año 2015, el 48% de los estudiantes que ingresaron a las carreras de pedagogía no alcanzó dicho puntaje. Sin embargo, este limitado aumento está muy lejos de lo exigido por la Ley para el próximo año y más lejos aún para los seis años siguientes.

En la perspectiva de construir una educación inclusiva es importante señalar, por una parte, que los estudios sobre los puntajes PSU muestran que la gran diferencia de resultados está determinada claramente por el sector socioeconómico del que proviene el estudiante. Y por otra, estudios que indagan sobre la ubicación laboral de los profesores muestran que ahí también existe desigualdad y segmentación educativa, relacionándose circularmente las instituciones escolares, la formación inicial y la escuela donde se ejerce la docencia. Tiende a ocurrir que los profesores que trabajan en las instituciones particulares pagadas provienen de universidades altamente selectivas e hicieron sus estudios en colegios particulares. A su vez, los profesores que trabajan en escuelas municipales provienen de institutos y universidades no selectivas y de escuelas municipales.

Desde aquí surgen varias reflexiones. La primera se refiere a la factibilidad del cumplimiento de las expectativas de la Ley. Es posible pensar que en el mediano plazo pudiéramos no contar con el número de docentes bien formados e interesados en educar a la totalidad de niños, niñas, jóvenes y adultos, en todas las regiones y comunas del país.

Además, ligado a lo anterior, si se logra que estudie pedagogía el 30% de los “mejores estudiantes”, es posible suponer, en un país altamente desigual, que gran parte de los estudiantes de pedagogía pertenezcan al tercio socioeconómico más alto, no accediendo a la profesión docente los sectores medios y populares.

Esta situación merece ser analizada desde una mirada a los procesos pedagógicos inclusivos dentro del aula y de escuelas y liceos. La educación inclusiva es la que incluye a la heterogeneidad de estudiantes, valorando las diferencias de géneros, capacidades, culturas, sectores socioeconómicos, etc. La atención a la diversidad implica enriquecer el currículum, considerando y valorando los distintos saberes culturales y también enriquecer y democratizar las interacciones humanas que se dan en los distintos espacios escolares. Un cuerpo docente diverso, con una buena formación, sin duda será un gran aporte para el enriquecimiento del currículum y la comunidad escolar.

Por todo lo anterior, pensar en las exigencias para los estudiantes que ingresan a las carreras de pedagogía no es una tarea simple. Como todo fenómeno educativo es complejo y debe ser pensado desde sus distintas dimensiones. Sin duda, es importante que los estudiantes que ingresen a pedagogía cuenten con las capacidades y conocimientos presentes en el currículum escolar, que les permita seguir aprendiendo en la formación inicial. Pero es importante también asegurar la diversidad de profesores.

Este es un debate que debe continuar y acompañar la implementación de la ley, a fin de ir generando políticas de Estado que favorezcan la formación de docentes interesados por construir un proyecto de vida como profesores, en el marco de una escuela y sociedad inclusivas, que apoyen la superación de la desigualdad y segmentación que caracteriza a nuestro país.

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