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2 de Mayo de 2016

El ambiente

Los sucesos que terminaron en el 11 de septiembre de 1973 y en todas las atrocidades posteriores, fueron el resultado de largos años de odio y del colapso de las instituciones. Es decir de un ambiente que desde hace tiempo se venía contaminando; haciendo parecer razonable la tortura y el homicidio. No hay que permitir que cosas como esa vuelvan a ocurrir en Chile, y para eso no bastan solo sanciones o amnistías, sino que es necesaria la instauración de un clima de respeto que haga que todos nos sintamos parte del mismo país.

Por Rodrigo Pablo
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Rodrigo Pablo es Abogado Universidad Católica.

Stanley Milgram, académico de la Universidad de Yale, buscando descubrir el porqué de la sumisión de la voluntad de millones de personas al nazismo, realizó un experimento que consistía en reclutar a gente común para ayudar en una investigación acerca de la reacción de los alumnos frente a los castigos; mostrándoles un grupo de estudiantes amarrados con distintos dispositivos que descargan sobre ellos shocks eléctricos –eran en realidad actores-, que los “reclutas” –sujetos de estudio- debían activar cuando los supuestos alumnos respondiesen equivocadamente una pregunta, sin importar sus suplicas. Las descargas debían ir aumentando, desde 15 a 450 volts; sabiendo los sujetos de estudio que después de los 300 volts una persona podía quedar seriamente herida y que los 450 podían causar daños irreparables.

Con anterioridad, Milgram había presentado el experimento a un grupo de 39 psiquiatras y les había solicitado una estimación del comportamiento de los sujetos de estudio. Estimando estos que no más del 4% de los sujetos de estudio traspasaría los 300 volts y que solo un demente llegaría a los 450 volts.

Los resultados fueron que más de un 60% llegó a los 450 volts, y al realizarse el mismo experimento en otras partes del mundo, los números aumentaron, alcanzando incluso el 85%. Naciendo múltiples teorías para explicar este comportamiento, entre las que destaca la del mismo Milgram, quien sostuvo que es el ambiente el que lleva a las personas a perpetrar actos como estos, ya que los sujetos en estudio parecían ser sugestionados por el contexto para actuar de dicha manera, creyendo que sus acciones representaban un bien para la sociedad, desdeñando el mal al que sometían a sus víctimas.

Esta parece ser una explicación razonable para comprender las actitudes y acciones que llevaron al país al colapso institucional de 1973, y aquellas de los agentes del Estado y de algunos grupos armados durante las dos décadas siguientes, las que costaron la vida a más de dos mil de nuestros compatriotas (Informes Rettig) y tormentos a muchos más (Informe Valech). Pues, las confiscaciones de campos y fábricas; el lenguaje violento e injuriante; las detenciones ilegales, las desapariciones y torturas, así como los ataques terroristas de algunos grupos, no fueron acciones aisladas, sino el resultado de políticas de Estado o de grupos importantes, y contaron –y aún cuentan- con numerosos partidarios, quienes a pesar de reconocer un mal en ellas, no dudan en justificar lo ocurrido haciendo referencia a la situación general del país –el ambiente-.

Esta situación, es decir, que el ambiente pueda convertirnos en monstruos, debe instarnos a cuidar la sana convivencia. En ese sentido es algo bueno la reprobación transversal que han recibido las palabras del diputado Gaspar Rivas por todos conocidas, pero son malos síntomas los lenguajes violentos que se estilan en las redes sociales, algunas caricaturas circuladas por el gobierno en defensa de sus políticas y aquellos grupos que decidieron marchar a pesar de un duelo nacional. Asimismo, resultan complejos los ataques contra instituciones de larga trayectoria democrática como el Tribunal Constitucional o el Servicio Electoral, por el solo hecho de que las mismas cumplan sus funciones. Así, si algunos partidarios de la Nueva Mayoría discrepan de una resolución del SERVEL, lo correcto es que agoten las instancias legales en lugar de solicitar sumarios contra la subdirectora, y en ningún caso es bueno para la democracia que el Gobierno se refiere en términos peyorativos a otro Poder del Estado, cuyo es el caso del TC.

Los sucesos que terminaron en el 11 de septiembre de 1973 y en todas las atrocidades posteriores, fueron el resultado de largos años de odio y del colapso de las instituciones. Es decir de un ambiente que desde hace tiempo se venía contaminando; haciendo parecer razonable la tortura y el homicidio. No hay que permitir que cosas como esa vuelvan a ocurrir en Chile, y para eso no bastan solo sanciones o amnistías, sino que es necesaria la instauración de un clima de respeto que haga que todos nos sintamos parte del mismo país.

Todos estamos llamados a aportar nuestro granito de arena.

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