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9 de Enero de 2017

Soledad Bacarreza y el delito de ser mapuche

Bacarreza sabe poco de cárceles. No debe haber estado nunca en una, porque su apariencia no es sospechosa para el Estado de Chile. Por lo mismo es que con una liviandad algo ofensiva se refiere a un caso defendiendo a los suyos, a los rubios, a los que le parecen víctimas no solamente por el atroz asesinato sufrido por personas como los Luchsinger, sino por el sólo hecho de lucir de una manera bien vista para ese relato que se posa sobre las cabezas débiles.

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Debido a unos tweets es que el ex rostro deportivo de Canal 13, Soledad Bacarreza, fue tendencia en las redes sociales. Sus opiniones iban en contra de la decisión de terminar con la prisión preventiva de la Machi Francisca Linconao, procesada por el caso Luchsinger-Mackay, frente a lo que muchas personas reaccionaron en su contra, provocando un nuevo comentario de parte de la ex comentarista de tenis en el que ironizaba sobre el recurso de huelga de hambre para lograr un objetivo.

Según Bacarreza, ella haría lo mismo que la machi para que así la dejaran de “trollear” en Twitter, poniendo al mismo nivel, de manera bastante curiosa, un encarcelamiento sin la existencia de una condena, con los insultos que uno puede recibir en la plataforma del pajarito por una opinión que moleste a un gran grupo de gente.

Cuando vi este último Tweet, debo decir que sólo me puse a pensar en la razón que puede llevar a una persona a hacer una comparación semejante y tan desafortunada, hasta que de repente entendí que no se debía a nada más allá que el clásico problema nacional: el color de piel. La clase. La lucha de clases para ser más exacto.

Con esto no quiero decir que Soledad pertenezca a una especie de alcurnia, ni menos a una tradición familiar importante en Chile, sino que luce ese color de piel tan apropiado para la situación actual de este país desclasado y aspiracional que no quiere ser lo que es. Ese color blanco, rubio, casi ario con el que muchos incluso llegan a soñar en las noches para tener hijos con tales características. El que le da cierta autoridad para hablar lo que encuentre conveniente, sin respeto alguno por las circunstancias y la veracidad o no de lo que se le imputa a la mujer mapuche.

Bacarreza sabe poco de cárceles. No debe haber estado nunca en una, porque su apariencia no es sospechosa para el Estado de Chile. Por lo mismo es que con una liviandad algo ofensiva se refiere a un caso defendiendo a los suyos, a los rubios, a los que le parecen víctimas no solamente por el atroz asesinato sufrido por personas como los Luchsinger, sino por el sólo hecho de lucir de una manera bien vista para ese relato que se posa sobre las cabezas débiles.

¿Integración del pueblo mapuche? ¿Reconocimiento? Eso nunca va a pasar verdaderamente si es que no se transparenta la relación de poder en la que los pueblos originarios de este país siguen siendo los grandes perdedores por el solo hecho de ser ellos. Y mucho menos si es que siguen existiendo personas que sentencian debido al origen antes que a pruebas judiciales, como lo hizo Soledad Bacarreza, demostrando que todavía hay mentes que creen que los rasgos físicos determinan la bondad o maldad de las personas. Lo que no pasa en ningún caso, ya que esos prejuicios corresponden a una construcción cultural que creímos olvidada, pero que está más viva que nunca porque la hemos obviado e ignorado, pero no desarticulado.

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