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24 de Marzo de 2017

¿Tiene futuro el Frente Amplio?

Coordinar a 13 partidos políticos y movimientos, generar una lista para competir en las elecciones legislativas y crear una estructura sólida que permita llegar a un electorado diferente son tareas complejas.

Por Mario Herrera
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Mario Herrera es Magíster en Política y Gobierno, Cientista Político UDP. Actualmente académico de la U. Talca y coordinador del Centro de Análisis Político (CAP-UTALCA). Ha realizado asesorías tanto para el sector público y privado como para fundaciones y ONG. En el plano académico, ha desarrollado publicaciones sobre reformas políticas, trayectorias políticas y vínculos entre representantes y electores

Esta semana el Frente Amplio presentó a Beatriz Sánchez como precandidata presidencial. La periodista tiene una amplia trayectoria en radio desde inicio de los años noventa hasta la actualidad. Además, es una fiel representante del perfil del Frente Amplio: enérgica, éticamente intachable, paladín en la defensa a los ciudadanos y la lucha contra la corrupción.

Sin embargo, y a pesar de todos estos atributos, decide postularse por un pacto aún en formación, abortando cualquier posibilidad de competir por la alianza más tradicional de centro-izquierda, la Nueva Mayoría. En la última elección municipal, el Frente Amplio obtuvo el 6% de los votos, con 852 candidatos distribuidos en zonas muy puntuales del país. Eligió 44 concejales electos, casi la mitad de ellos en la Región Metropolitana, y 3 alcaldes.

La pregunta acá, entonces, no es qué le entregaría Beatriz Sánchez al Frente Amplio, sino qué puede ofrecer el Frente Amplio a su candidatura. Es cierto que cuentan con dos liderazgos valorados por la ciudadanía- Boric y Jackson- y que aspiran a obtener un volumen de 10 diputados, pero esas cifras- claramente- no alcanzan para ganar una presidencial.

Visto así, el Frente Amplio requiere extender sus bases de apoyo. Acá presento tres problemas y desafíos para su institucionalización como pacto electoral competitivo. Primero, la estructura partidaria es requisito indispensable para que los partidos políticos que componen el Frente Amplio abarquen no sólo los grandes polos urbanos, sino que se hagan extensivos sus vínculos con electores menos politizados. Segundo, el Frente Amplio obtiene sus mejores resultados en zonas con baja participación electoral. Por lo tanto, el desafío estará en movilizar nuevos votantes. Finalmente, el paso del personalismo al partidismo es riesgoso pero imprescindible para el Frente Amplio, aunque pueda traer como consecuencia la pérdida de su identidad. Ejemplo de ello son otros movimientos y partidos que han probado la misma fórmula con resultados discretos, desapareciendo con el tiempo.

El primer problema del Frente Amplio es crear bases electorales a lo largo del país. La mayoría de sus votantes están en la Región Metropolitana y para disputar una elección presidencial es imprescindible la presencia en regiones. Algunos citarán como ejemplo los casos de Valparaíso, Magallanes y Arica, pero observando los datos tales éxitos parecieran responder a fenómenos aislados más que a una estructura partidaria fuerte. De hecho, al menos en Magallanes y Arica, el apoyo del Frente Amplio se explica por la creciente desafección con los partidos tradicionales y no necesariamente por la emergencia de una coalición poderosa. En Arica obtuvieron un 24,4% en concejales, principalmente por la fuerza electoral del Partido Liberal. En Valparaíso, si bien lograron una sorpresiva victoria con Jorge Sharp, obtuvieron únicamente el 4,3% en concejales, inferior a su promedio nacional. Finalmente, en Magallanes alcanzaron un discreto 6,5% en concejales, a pesar de contar con la base partidaria de Boric. Entonces, el desafío es replicar el modelo del Partido Liberal en Arica: alcanzar nuevos electores y consolidar partidos con una base y estructura fuerte.

Incentivar la participación electoral es el segundo desafío del Frente Amplio. Como muestra el gráfico de más abajo, la coalición obtiene sus peores resultados en las regiones donde más porcentaje de personas concurren a las urnas. En específico, en las regiones de O’Higgins, Maule y la Araucanía, con porcentajes de participación en torno al 40%, la coalición alcanza sólo el 1,5, 2,1 y 0,8% respectivamente. En contraste, el Frente Amplio tiene mayor votación en el norte y extremo sur de Chile, regiones con baja participación electoral y escasa densidad poblacional. Si bien en la Región Metropolitana obtienen un resultado mayor a su promedio nacional, no deja de ser un desafío importante la consolidación en regiones.

Finalmente, el tercer desafío del Frente Amplio es la institucionalización. La ventaja de la coalición es el posicionamiento de Gabriel Boric y Giorgio Jackson como líderes. Los dos diputados supieron sacar provecho en su rol de dirigentes estudiantiles y transformaron rápidamente esos apoyos en votos. Según la última encuesta CEP, encabezan el ranking de los políticos mejor evaluados. Sin embargo, el personalismo no basta para consolidarse como coalición. Ambos han dado su apoyo a Beatriz Sánchez, pero eso no garantiza un traspaso de la popularidad al candidato de la coalición. Michelle Bachelet -en su mejor momento en términos de aprobación presidencial- es prueba de aquello. Con un 80% de aprobación, el candidato del pacto- Eduardo Frei- obtuvo menos del 30%.

El Frente Amplio, entonces, es una coalición con futuro, pero también con desafíos. Coordinar a 13 partidos políticos y movimientos, generar una lista para competir en las elecciones legislativas y crear una estructura sólida que permita llegar a un electorado diferente son tareas complejas. Junto a ello, si el Frente Amplio pretende obtener un buen resultado electoral, deberá salir a buscar al votante de centro, moderando su discurso y con el riesgo de perder su identidad. No basta con los votos de la izquierda descontenta con la NM.

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