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11 de Mayo de 2017

Educación Inclusiva: equidad para nuestro sistema

Nuestro sistema educacional discrimina a los niños con necesidades y, al hacerlo, lo convierte en un sistema discapacitado para cumplir con su rol.

Por Isabel Zúñiga
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Isabel Zúñiga es Directora Fundación Mis Talentos. Economista y Magister en Finanzas de la Universidad de Chile, Master en Administración Pública (MPA) de Harvard y Diplomada en Educación Inclusiva de la Universidad Católica. Cuenta con más de 15 años de experiencia el diseño y gestión de políticas públicas.

La educación inclusiva es defendida a nivel internacional como la mejor forma de dar respuesta a niños y niñas con necesidades Educativas Especiales (NEE) e interrumpir, en consecuencia, la larga lista de costos que hoy asume el niño(a), su familia y la sociedad como un todo. En efecto, Instituciones y países tales como la UNESCO, la UE, Inglaterra y España la defienden como el camino a seguir. La educación inclusiva también está avalada por investigaciones que han comprobado sus resultados.

A qué niños nos referimos cuando hablamos de niños con NEE? Nos referimos a 1 de cada 5 niños, a casi un millón de niños en Chile. Son niños que pertenecen a todos los sectores socioeconómicos, pero que se concentran en los segmentos más vulnerables de la población. De ellos, cerca del tres cuartos corresponde a NEE transitorias, es decir, trastornos específicos de lenguaje y aprendizaje, hiperactividad y/o rendimiento en pruebas CI en rango limítrofe con limitaciones significativas en conducta adaptativa). Por su parte, las NEE permanentes están presentes en cerca de un cuarto del millón de niños con NEE. Aquí hablamos de niños con discapacidad auditiva, motora, visual o intelectual y autismo y disfasia.

Son niños que reciben una discriminación implícita y muchas veces explícita de parte de nuestro sistema educacional; cuando asisten a establecimientos regulares frecuentemente no reciben en ellos el tipo de educación que requiere su condición y muchas veces incluso el acceso a establecimientos regulares les es negado. Se les niega, entonces, el derecho a educación de calidad y de igualdad de oportunidades, con consecuencias difíciles de revertir para ellos, sus familias y para el resto de la sociedad. Cifras del Ministerio de Educación indican que sólo un 3% de la matrícula está ocupada por niños con NEE en programas de inclusión, cubriendo una mínima porción del millón de niños.

Nuestro sistema educacional discrimina a estos niños, y al hacerlo lo convierte en un sistema discapacitado para cumplir con su rol: educar. Entonces, tenemos un sistema que además de segregar por condición socioeconómica, segrega por la presencia de Necesidades Educativas Especiales y al hacerlo, declara ser incapaz para favorecer el desarrollo de los talentos de estos niños.

En nuestro sistema los talentos de Steve Jobs o Einstein, de quienes se dice tenían el síndrome de asperger, correrían serios riesgos de no ser descubiertos. Lo mismo ocurriría con Hellen Keller, escritora, quien era ciega y sorda desde los dos años. Pero no solo se trata de famosos. Por ejemplo, un artículo publicado el pasado 2 de junio en The Economist, argumenta que características de personas con rasgos de asperger son tremendamente valoradas para el desarrollo de ciencia y tecnología y que algo similar ocurre con personas que presentan déficit atencional o dislexia para el emprendimiento.

En suma, debemos reconocer que la diversidad es una característica propia de nuestra condición humana y que un sistema educacional que la niega y la rechaza vulnera los derechos de niños y niñas con NEE, además de perjudicar a la sociedad como un todo. Ver esta realidad es el primer paso para luego intentar modificarla.

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