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La partuza ideológica de AFP Capital y el presidente de la Bolsa

“El desenfreno de los ejecutivos de la AFP, sumado a las declaraciones del mandamás de la Bolsa, ha dejado en claro que los cambios no les resultan molestos a algunos porque se crean errados o mal hechos”.

La imagen de miembros de AFP Capital tomando y celebrando en un yate en Cancún ha sido tal vez una de las noticias de la semana. Ahí estaba la evidencia de un problema que muchos nos dijeron que no lo era: existe un negocio muy lucrativo con las pensiones de los ciudadanos.

Cuando les hacemos ver esto, los defensores del modelo nos dicen que el problema no es sistémico, sino que solamente hay que intentar modificar un poco los resultados. Repiten que lo que se debe hacer es mejorar las pensiones, pero nunca cambiar las lógicas del sistema que las provee. Eso sería un error, un crimen, un pecado. Total funciona perfectamente según ciertos parámetros ideológicos.

Lo dicen como si estuvieran aferrados a un estilo de vida, a algo que los identifica y los hace sentirse parte de la realidad. Esa que ellos construyeron a su medida. Por eso cualquier cuestionamiento al modelo es un ataque fanático ante sus ojos. Y todo lo que atente en contra de esa enorme fiesta en la que viven inmersos, no es más parte de la mezquindad de quienes no han sido invitados a ella.

Con esto no quiero exagerar, pero el video de los tipos celebrando a lo grande-financiados por una estructura ideológica que ha convertido hasta a las pensiones en fuentes de negociados y enriquecimiento-no es más que la evidencia misma de que el término de las AFP es más relevante de lo que se cree normalmente. Es una necesaria acción que puede acabar con la juerga de ese mercado desregulado que no conoce límites de pudor, como nos explicitaron los ejecutivos de Capital con su descontrolada diversión.

Con esto no quiero decir que no se puedan divertir. Sólo me parece importante hacer notar cómo se han desfigurado los roles que cumplen ciertas instituciones en nuestra sociedad. Todo ha sido acaparado por una manera de entender el cohabitar nacional, transformando derechos sociales en grandes negocios. Y convirtiendo la precariedad de la ciudadanía en una fuente de dinero.

Insisto. Esto es parte de la interminable partuza. Por eso es que el hecho de que Piñera salga electo se vuelve una necesidad para quienes creen que pueden dejar de asistir diariamente a este festejo para beber un buen trago de ambición. Es cosa de escuchar al presidente de la Bolsa quien, en un intento desesperado por mantener ese carrete eterno, llama a votar por el ex Mandatario como si fuera una salvación de lo que ellos consideran la posible destrucción de la estabilidad patria. Esa estabilidad que, como sabemos, no es más que el alargue de la felicidad de algunos, esos que han levantado un reino sobre los escombros de una institucionalidad pre dictadura que aún cumplía con ciertos estándares republicanos.

El desenfreno de los ejecutivos de la AFP, sumado a las declaraciones del mandamás de la Bolsa, ha dejado en claro que los cambios no les resultan molestos a algunos porque se crean errados o mal hechos. Esa idea de que el problema es la desprolijidad o los “ideologizados” actos de la izquierda, como dicen algunos personeros del pensamiento oficial diariamente, se derrumba cuando vemos que la desesperación ante las reformas tiene que ver con lo inconcebible que les resulta a algunos que les enciendan la luz y les apaguen la música que tienen a todo volumen. Porque una vez hecho esto, lo cierto es que se podrían encontrar con lo real. Eso con lo que uno se encuentra una vez que pisa tierra firme, cuando se baja del yate.

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