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1 de Junio de 2018

Movimiento feminista, una oportunidad para los hombres

"No hay vuelta atrás. Nuestro diseño cultural y social no da más. Somos parte activa no solo de la familia sino también de los eventos productivos y económicos".

Por María Amelia Barrera
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María Amelia Barrera es Psicóloga y Directora CentroSol Instituto Terapia Centrada en Soluciones.

Sin duda el movimiento a favor de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres ha llegado para quedarse.

No es que de golpe haya ocurrido este cambio. Como dice la frase atribuida a Heráclito “lo único constante es el cambio”. Solo que hasta que no adquiere una dimensión que lo haga destacarse, este no es visto o es invisible a nuestros ojos. De este movimiento constante tenemos registro como lo es, por ejemplo, el acceso al voto femenino, el lento pero imparable proceso de integración de la mujer al trabajo, el ingreso cada vez mayor de la mujer a la educación formal escolar y de educación superior, así como el acceso de la mujer a cargos de mayor responsabilidad.

El cambio social puede ser más lento que el cambio en otras áreas, como ocurre en el ámbito tecnológico cuya característica es la velocidad con que ocurre. Pero cuando el cambio social adquiere cierta dimensión, no solo es cuantitativo sino cualitativo. A estas alturas, no cabe dudas que representa un cambio cultural. Porque lo que se pide es un cambio profundo en la organización de los roles tradicionales, en la legislación y, lo más difícil de observar, en el trato a diario. Claro, porque si hay algo invisible a nuestros ojos está inserto en lo cotidiano, en el hábito diario. Aquello que no nos cuestionamos, pero que a fuerza de tanto cambio comienza a molestar, a no calzar con los nuevos estándares.

Resulta interesante hacer el ejercicio al revés para darse cuenta de las situaciones que nos parecen naturales, pero que no lo son. La película francesa original de Netflix de Eléonore Pourriat (2017), llamada en español “No soy un hombre fácil”, juega con los mismos roles y estilos de relación, incluso con los mismos valores y normas que tenemos en la actualidad, pero el género que lo ejecuta está intercambiado. Así, los hombres cumplen el típico rol femenino en nuestra cultura y las mujeres el masculino. Si bien la película es menor, este cambio hace que resalte lo cotidiano, lo nimio, de lo cual en realidad está constituido.

El movimiento hacia la igualdad de derechos de las mujeres ofrece también la oportunidad de que los hombres salgan de los roles rígidos. Ellos están accediendo al trato diario y crianza de los hijos, que los favorece emocionalmente, comparten la responsabilidad económica de la familia y se permiten mayor expresión de sus emociones. Hombres y mujeres estamos relacionados íntimamente. Un cambio en uno es un cambio en el otro.

Pero nos falta mucho por andar aún, tanto a nosotras como a ellos. Hemos avanzado y lo que ocurre hoy, como las tomas de universidades en demanda de una educación no sexista, de cambios legislativos como la ley de violencia de género, la necesidad de la actualización de protocolos, pone en evidencia que esto no es de hoy, sino que un cambio que viene de décadas, solo que ahora explotó a la comunidad.

No hay vuelta atrás. Nuestro diseño cultural y social no da más. Somos parte activa no solo de la familia sino también de los eventos productivos y económicos. Hemos demostrado capacidad de sobra para liderar procesos sociales, económicos. Nos hemos demostrado a nosotras mismas de lo que somos capaces y percibimos la necesidad del trato igualitario. Liberarnos como sociedad, hombres y mujeres, de las trabas que nos imponen las estructuras que hemos creado. ¡Viva el cambio!

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