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29 de Agosto de 2018

BigTime y Kel Calderón: cuerpos con valor de chicle

"La crítica acá no va hacia Raquel Calderón, ni cómo elige mostrar su cuerpo, quizás el peso cae sobre ella también porque no ha sabido reconocer que ser popular también puede significar un valioso poder".

Por Karen Denisse Vergara Sánchez
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Karen Denisse Vergara Sánchez es Periodista e investigadora en temáticas de género y violencia

Ya lo decían Jorge González y Los Prisioneros en los 80’, el mejor gancho comercial es el sexo. Tras décadas de sexualidad reprimida en nuestro país, el cuerpo erotizado femenino parece seguir siendo el motor por el cual publicistas y comunicadores siguen apostando.

Cuando hablo de cuerpo sexualizado, no me refiero a cualquier cuerpo. Sin duda, es un cuerpo femenino. Exhibido, expuesto a la fantasía de unos pocos. ¿Es parte de una cultura socialmente abierta hacer un comercial de chicles con la representación de una fantasía sexual? ¿Por qué este comercial generó una ola de reclamos? Porque no estamos presenciando una liberación del cuerpo, ni una aceptación del mismo, estamos repitiendo una y otra vez los mismos cánones de siempre: la mujer expuesta a merced del placer de turno, en este caso un chicle nuevo con sabor ácido.

Un diario de circulación nacional nos mostró al día siguiente las declaraciones del modelo Agustín Gualda, que acompañó a Raquel Calderón en el comercial, entregando detalles sobre qué tan “real” habría sido la interacción entre ambos, habla de que los besos, al menos, lo fueron. El morbo vuelve a vender y parece que no aprendimos nada acerca de creatividad. Parte del marketing de aparecer en los medios con una portada y declaraciones de este tipo, es porque estos “creativos” siguen asumiendo que la gente quiere leer que tras la actuación de Calderón y Gualda puede existir un deseo real, y la intención del modelo de “aprovecharse o disfrutar” de la situación, porque no hablemos de profesionalismo si tienes que interactuar con un cuerpo femenino. La norma es que intentes que vaya más allá, aunque estés en un set con 25 personas más y sepamos que el porno no es real.

La crítica acá no va hacia Raquel Calderón, ni cómo elige mostrar su cuerpo, quizás el peso cae sobre ella también porque no ha sabido reconocer que ser popular también puede significar un valioso poder: tener la capacidad de esparcir un mensaje positivo y significativo para las miles de seguidoras que tiene en sus redes sociales, y que en estos tiempos de selfies, inseguridad acerca de la imagen corporal y gordofobia, suelen ser cada vez más críticas consigo mismas, amparadas en una vida ideal y fantástica, que solo se halla en lo que podemos maquillar a través de Instagram.

¿Alguien recuerda lo que realmente promocionaba el comercial?

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