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5 de Septiembre de 2018

Necesitamos una ley de incitación al odio

La libertad de expresión debe ser tratada con pinzas. No da lo mismo lo que hablemos.

Por Janet Noseda
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Janet Noseda es Psicóloga. Magister en psicología clínica. Especialista en género y diversidad sexual.

¿Hasta donde llega la libertad de expresión?, ¿podemos decir lo que sea amparados en la libre expresión?

Como Psicóloga puedo aseverar que las palabras no son inocuas. Todo lo que hablamos crea realidades, puede profundizar prejuicios e incuso llevar a crímenes de odio, pues las palabras naturalizan las ideas. Son la ante sala de éstas y las creadoras del pensamiento y la acción.

En los últimos meses, hemos visto a grupos neonazis “expresarse” colgando carteles pidiendo la muerte a los pedófilos, arrojando víceras en la marcha pro aborto e incluso interviniendo villa Grimaldi. Estas acciones deberían ser sancionadas, pues profundizan ideas prejuiciosas y lo más peligroso, crean ideas de odio, las cuales después se expresan en conductas que pueden convertirse incluso en crímenes de odio.

Me asombra ver en televisión a personas como Patricia Maldonado, quien hace gala de ser amiga de Álvaro Corvalán, uno de los asesinos más crueles de la dictadura y esta mujer tiene un espacio en la televisión abierta. Me pregunto si en Alemania, ella también tendría tribuna o si los grupos neonazis podrían simplemente colgar sus carteles identificando incluso el nombre del grupo… pero es que en Alemania entendieron y aprendieron delo holocausto y tiene una política clara de memoria y de respeto a los derechos humanos. Ojalá en Chile fuese lo mismo.

En el congreso duerme el proyecto de ley de incitación al odio. Pensemos que si hubiésemos tenido esta ley, incluso se podría haber evitado el crímen de Daniel Zamudio, al entender todos y todas que no es llegar y decir, ya que nuestras palabras crean realidades.

Creo que en el congreso no aprueban la ley de incitación al odio pues muchos honorables caerían. Recordemos que por ejemplo Van Rhysselbergue ha dicho que las personas trans son enfermas mentales o que la ley de identidad de género permitirá que se casen los homosexuales. Esto desinforma y confunde a la opinión pública y crea un estereotipo caricaturizado de las personas trans y muchos ciudadanos pueden creer que efectivamente son unos oportunistas que se quieren casar siendo gay o son enfermos mentales. ¿Quién vela por estas consecuencias de sus dichos?

La libertad de expresión debe ser tratada con pinzas. No da lo mismo lo que hablemos.

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