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15 de Enero de 2019

Nicolás Maduro, el dictadorzuelo que le sirve a nuestra derecha para vestirse de demócrata

¿No es esto acaso esto una demostración de que Maduro es el mejor aliado del discurso de la derecha? ¿No es evidente que mientras tengan como adversario a un troglodita como este, hasta los defensores de Pinochet aprovecharán de sacar provecho de la situación venezolana mientras puedan?

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Columnista.

Hace bastante tiempo que Nicolás Maduro se transformó en un dictadorzuelo latinoamericano más; hoy no cumple ni siquiera la institucionalidad legada por su “padre”, Hugo Chávez, y trata de hablar como él, sin la gracia pintoresca con la que éste desviaba inteligentemente la atención de los evidentes rasgos autoritarios que ya tenía en ese entonces su régimen. El primer presidente chavista ni siquiera puede hacer eso bien, porque sus emplazamientos a otros mandatarios, a estas alturas, se ven como intentos desesperados por recuperar un relato de “izquierda” que ya no se ve por ningún lado.

No hay que ser muy lúcido o audaz para entender que el chavismo es un fracaso rotundo. Si bien a comienzos de los 2000 trató de revitalizar el alma revolucionaria de una izquierda, lo cierto es que nunca logró del todo entusiasmar como sí lo hizo en algún momento la Revolución Cubana.  Chávez no venía a liberar a nadie, como sí intentó hacerlo en un principio Fidel Castro al derrocar la dictadura de Fulgencio Batista; por el contrario, el ex golpista era un líder populista que, como tal, se aprovechó de los altos grados de corrupción venezolana para enarbolar un discurso algo ambiguo en plena campaña, y luego, en el poder, erigirse como el nuevo representante de la revolución por las vías institucionales liberales.

A diferencia del esperpento que hoy gobierna Venezuela, el  “comandante” tenía un discurso bien construido con el que vestía cosas de otras, y lo hacía porque tenía barriles de petróleo que lo respaldaban. Hoy, en cambio, Maduro ya no tiene nada de eso, ni puede recuperarse comunicacionalmente como sí lo hizo su mentor una y otra vez. Y es que para vender humo, primero necesitas tener la inteligencia necesaria, cuestión que este personaje no tiene ni tendrá.

Esto le ha servido mucho a la derecha mundial, y particularmente a la nuestra, para hablar de la defensa de la democracia y los derechos humanos. Para Sebastián Piñera, sin ir más lejos, Maduro debe ser tal vez lo mejor que le ha ocurrido, ya que cada vez que tiene un problema complejo que no puede resolver, aparece la “amenaza” de Venezuela para que él pueda vestirse con unas ropas de estadista que le quedan demasiado grandes. Hay que recordar que sin la creación propagandística de “Chilezuela”, Piñera no habría ganado las elecciones pasadas. Por esto, si es que uno hila un poco más fino, se podría decir que la permanencia de Maduro en el poder, es tal vez lo mejor que le puede pasar, entre otras en el mundo, a nuestra clase gobernante.

Para ser más claros en lo señalado, solo cabe remontarse hacia un par de días atrás. En una de esas cadenas nacionales tan suyas, el líder venezolano se fue en contra de Sebastián Piñera, llegando incluso a llamarlo “pichón de Pinochet”. Ante esto, Andrés Chadwick, ministro del Interior cuestionado nacionalmente por no haber dicho toda la información sobre lo sucedido con Camilo Catrillanca, un comunero mapuche asesinado por fuerzas especiales de Carabineros, llamó a Maduro a asumir su responsabilidad y preocuparse de su pueblo, “que tiene hambre”. Magnífico, así como si nada, escapó de su responsabilidad y aprovechó de emplazar a otro para que asumiera la suya.

¿No es esto acaso esto una demostración de que Maduro es el mejor aliado del discurso de la derecha? ¿No es evidente que mientras tengan como adversario a un troglodita como este, hasta los defensores de Pinochet aprovecharán de sacar provecho de la situación venezolana mientras puedan? Mientras más brutalidades diga este personaje, más nuestra derecha encontrará razones para no solo irse en contra de él, sino también de nuestra izquierda, tratando de que se responsabilice de algo que no es propio, ¿cómo? Simple: aplicando esa lógica del empate que tanto está dándole resultados al nuevo populismo, en días en que los discursos fuertes y con “convicción” sacan más aplausos que los análisis históricos reposados.

¿Qué hacer al respecto? Todo indica que es necesario para el progresismo mantener una distancia considerable de lo que pasa en Venezuela, puesto que el erróneo impulso de una cierta nueva izquierda de defender a Maduro solo por no darle la razón a la derecha, está terminando por dársela finalmente.

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