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4 de Noviembre de 2019

Descontento y aspiraciones frustradas: oportunidad para la centroderecha

Por Tomás Bengolea L.
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Tomás Bengolea L. es Presidente de Fundación ChileSiempre.

El estallido social que se produjo en Chile durante las últimas semanas, con olas de protestas y concentraciones masivas -además de expansiones de violencia y saqueos que no se habían visto durante décadas-, han puesto en jaque el sistema político del país y han cuestionado el modelo económico-social que ha imperado en los últimos 40 años. 

Es necesario tomar algunas medidas inmediatas como restaurar el orden público para recuperar el normal funcionamiento de colegios, universidades y trabajos; también urge la promulgación de políticas públicas como las anunciadas por el gobierno. Adicionalmente, es preciso que el complejo momento social que vivimos sea analizado con empatía y sentido político, de modo de que seamos capaces de proponer un sueño de país que se haga cargo de las inquietudes, anhelos y necesidades de la ciudadanía, pero que al mismo tiempo ponga en el centro las ideas que han hecho a Chile progresar.

En primer lugar, es urgente recuperar el crecimiento económico. Entre el año 1985 y el 1997, el promedio de crecimiento nacional fue de 7.6%; mientras que el de los últimos 10 años (2009-2019) apenas rodea el 3%, es decir, menos de la mitad. Si todos los gobiernos han sostenido que el crecimiento económico es clave para obtener mejores resultados sociales, el menor crecimiento es un atentado contra el progreso del país. Medidas como el alza permanente de impuestos o las situaciones de violencia que han tenido lugar los últimos día sin duda afectan negativamente las expectativas de crecimiento del país. Debemos ser capaces de construir un acuerdo social transversal en torno a la relevancia del desarrollo económico del país, como condición necesaria para desplegar una agenda social potente e integral.

Además, se hace necesario reorientar el uso de los recursos fiscales. A las medidas propuestas por el Presidente -que incluyen rebajar el sueldo de los parlamentarios y el número de congresistas-, debe sumarse una potente agenda de modernización del Estado, que incorpore la reducción y reorganización de ministerios, subsecretarías, divisiones y otros organismos del aparato público. Procurar un Estado fuerte, eficiente y apto para atender las necesidades sociales no es sinónimo de Estado grande, ineficiente y que no atiende a la población como se requiere. El Estado debe dejar de crecer inorgánicamente, y debe concentrarse en servir a las personas y, especialmente, de los más vulnerables. 

Un tema que ha estado ausente en el debate es el de la debilidad de la familia chilena y del tejido social. En eso, el historiador Gonzalo Vial fue un visionario al advertir ya el 2007 sobre la debilidad de la estructura familiar, que podría ocasionar un estallido social. Si bien son muchas las políticas públicas que buscan dirigir más recursos a las personas, las familias y otros grupos de la sociedad civil, no hemos enfrentado la realidad de la desintegración y debilidad del núcleo familiar.  La mejor política social es el fortalecimiento de la familia y de los cuerpos intermedios, de modo que las personas tengan sus espacios de protección y colaboración para enfrentar problemáticas comunes.

En última instancia, para la centroderecha se abren dos grandes desafíos. Uno, abrir sus filas a una mayor diversidad social, cultural y regional. La desconexión con la ciudadanía y sus legítimas inquietudes está determinada, entre otras cosas, por la homogeneidad de sus liderazgos en cuanto a nivel socioeconómico, el tipo de profesión y la ciudad de donde provienen la mayoría de sus integrantes. Esta mayor diversidad requiere ser complementada con un nuevo impulso a la formación intelectual, para que la centroderecha se conecte con sus raíces más profundas, donde reconozca los aportes de tantos pensadores, chilenos y extranjeros, que han dado sustento y vigor a las ideas de la libertad y la justicia. 

Como dicen por ahí, las crisis son oportunidades, y esta es una buena para levantar un relato político centrado en las personas, su naturaleza asociativa y su libertad, de modo de construir una derecha popular de cara al futuro.

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