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29 de Marzo de 2020

¿Acaso el teletrabajo beneficia “especialmente” a las mujeres?

"Asumir que nosotras compatibilizamos, integramos facetas, todo lo equilibramos, no solo es aterrador para nuestra salud/calidad de vida, sino que es consolidar uno de los pilares más nefastos, pero más difíciles de erradicar del patriarcado: el cuidado del hogar le pertenece a la mujer, y sí, sin pago alguno".

Por Paula Hollstein B.
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Paula Hollstein B. es Abogada, Máster en Filosofía y Políticas Públicas (LSE), y Máster en Derechos Humanos (UCL) .

Esta semana el presidente de la República, en el contexto de la promulgación de la ley del teletrabajo, y en conferencia con la ministra del ramo y trabajadores, señaló que esta nueva modalidad de funciones sería muy útil “especialmente para las mujeres”. Suma a jóvenes y adultos mayores, pero curiosamente no menciona a los varones de edad media. Asumir dicho supuesto sin más resulta a lo menos controversial, por lo siguiente:

Primero, las palabras del presidente revelan un supuesto que no es mencionado. Se asume que la mujer es quien mayoritariamente detenta por naturaleza, costumbre o maldición histórica las labores del hogar. Desde fregar el piso, pasando por la logística de la cena, los deberes del colegio, hasta la diferenciación clara de perejil y cilantro. TODO. Ese es un dato, y que sea un dato es el problema. En ese escenario aceptado por la autoridad, desde luego la posibilidad de ejercer el trabajo formal desde casa supone mejorar las chances de compatibilizar múltiples funciones ya (otrora) asignadas. Dicha vieja atribución de tareas pretende pasar colada. La distribución del trabajo doméstico entre hombres y mujeres no es en modo alguno sometida a escrutinio, sino que se refuerza el modelo tradicional con la “feminización” del teletrabajo. Es efectivo que el teletrabajo “funciona” para la mujer multifacética de la sociedad moderna. Pero es precisamente esa polifuncionalidad la que debiera ser criticada por su base e instado a cambiar por la autoridad.

¿Por qué? Razones sobran. Lo sabemos: La labor doméstica, y en especial la de cuidado, no se realiza en modo alguno en igualdad de condiciones con los hombres – ni aun por generaciones más jóvenes -, supone una sobrecarga extrema para las mujeres (que enfrentan doble o triple jornada), y por si fuera poco, continua siendo completamente no remunerado (¡trabajo gratis!). Como fue la esclavitud, se trata de todo un sistema de configuración social injusto, sino inhumano, pero completamente naturalizada por nuestra sociedad. Por lo mismo, requiere de una postura en contra contundente por parte del Estado. Decir que el teletrabajo “le anda mejor a las mujeres”, ciertamente no ayuda.

Segundo, el presidente menciona como argumento, que ya son las propias mujeres quienes han “optado” por el teletrabajo. ¡Era que no! Es probablemente que no haya mejor forma de poder cumplir toda la gama de tareas establecidas, que estando siempre lo más cerca posible del hogar. Se corre menos, y ahora los malabares del celular se redireccionan (de la casa a la pega, no de la pega a la casa). Asumir dicha realidad sin más, para luego “mejorar” y, con ello, reforzar el doble (sino triple) rol, no puede ser liberador. Mas bien solo para quienes no tienen el ramillete completo en la mano. Las mujeres no han tenido la opción de ser displicentes, no existe aún una Homero Simpson que nos aliviane la pista. Altas ejecutivas con laptop y coches a la mano, reuniones con altavoces mientras se surfea el tráfico fuera del colegio. No son pocos los casos de mujeres que salen “responsablemente” de la ofi a las 5, para iniciar una nueva jornada post 9 p.m. (cuando niños o todos duermen). Se reciben mails hasta las 11 p.m. y pico, incluso 24 de diciembre. ¿Hay posibilidad de obviar ese mensaje sin ser sancionada? Tengo la experiencia que no, y varias ya empezamos a reunir historias.

El proyecto otorga derecho a desconexión. Sin embargo, hoy existe jornada laboral clásica (derecho a NO trabajar – ni presencial, ni remotamente – post X hora), aun así, este derecho es completamente soslayado bajo legislación supuestamente de excepción. Y me temo seguirá siendo así, más aún para las mujeres aptas para teletrabajar. Estudios de abogados, medios, y consultoras son el ejemplo paradigmático. Hasta la abogada más junior del bufete tiene estipulado el artículo 22 inciso 2° en su contrato que la hace disponible “a la mano” (WhatsApp), por trabajar “sin fiscalización superior inmediata” (cremillas, pues hasta el escrito más corriente es escrutado en estos lugares). Pedir jornada, aun bajo aceptación de rebaja de salario no es fácil de obtener.

Aun así, esta opinión no pretende ataca el teletrabajo por su base, ni el proyecto de ley que lo regula, esa es otra discusión; sino asumir sin cuestionamiento alguno que este nuevo mecanismo es beneficioso especialmente para las mujeres.

Cuarto, no todas sino ciertos tipos de mujeres son quienes ganarían esta gracia: aquellas que ejercen una labor tal susceptible de ser realizada remotamente (predominantemente trabajo intelectual). Hablar de “mujeres” no solo supone universalizar la realidad de “algunas”, sino que invisibiliza la situación de quienes son las más vulnerables. De hecho, las trabajadoras de casa particular se sitúan precisamente en el escenario opuesto de la mujer del imaginario presidencial: trabajan necesariamente de modo presencial y en “otra” casa. No soslayaría tampoco que probablemente gran parte de la posible tele o “super” organización de algunas, supone la asunción de deberes por parte de otras. Post declaración de cuarentena de comunas acomodadas de Santiago, la preocupación más recurrente (¡por lejos!) de los chats de mamás (padres ausentes en opinión) era si podían por favor “quedarse” con la nana u obtener salvoconductos especiales. Autoridades de gobierno debieron aclarar el punto. Tal parece ser que juega un rol clave. Las cuarentenas si bien estresan el ejemplo a su límite, son no muy exagerada representación de las tardes de las madres trabajadoras, cuando niños regresan con tareas o requerimientos. La verdad es que las modern@s ejecutiv@s online de Chile, rara vez no han tercerizado parte de los cuidados parentales.

Finalmente, asumir que el teletrabajo es especialmente positivo para mujeres, va en la línea de enaltecer como modelo a las “mujeres 10”: aquella multitask que orgullosamente lo hace y puede todo. El teletrabajo es una vía más para poder compatibilizar, eficientar (o apretujar nomás) la suma de labores y expectativas que deben cumplir las féminas modernas: productividad, belleza y un dejo de culturización express. Cual sagaces conductoras de noticias: incisivas, flacas, preparadas, llenas de pega, pero (aparentemente) jamás demasiado fanáticas como para no ser madres y buenas esposas, también. Una completitud abrumadora, donde la explotación y auto explotación es disfrazada de integralidad y realización. En ese ideario, el teletrabajo claramente es presentado como una herramienta “a la medida” de las mujeres, grupo que, con o sin ley, ya ha hecho carne el ideario de la sociedad del cansancio (Byung-Chul Han). Asumir que nosotras compatibilizamos, integramos facetas, todo lo equilibramos, no solo es aterrador para nuestra salud/calidad de vida, sino que es consolidar uno de los pilares más nefastos, pero más difíciles de erradicar del patriarcado: el cuidado del hogar le pertenece a la mujer, y sí, sin pago alguno.

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