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21 de Agosto de 2020

Políticas públicas para el bienestar de niños, niñas y adolescentes

¿Cómo es posible que este segmento de nuestra población, que por estar en plena etapa de desarrollo es especialmente vulnerable a efectos de largo plazo de la pandemia, no cuente con las medidas específicas para abordar sus características?

Por Pía Turner
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Pía Turner es Investigadora senior de Acción Educar.

La semana pasada se desarrolló el seminario “La pandemia y el sistema escolar”, organizado por Acción Educar, en el que expertos en distintas áreas analizaron los desafíos y oportunidades que ha traído el Covid-19 al sistema educacional.

Entre varios aspectos importantes, se habló del valor que tienen los espacios de interacción y juego con los pares y especialistas -docentes, asistentes de la educación y educadores de párvulos, entre otros- para el desarrollo de nuestros niños, niñas y adolescentes. A esto se suma que los colegios y jardines infantiles son muchas veces el único lugar en donde los estudiantes tienen acceso a comida nutritiva, a hacer deporte, a vacunas y a detección de vulneraciones de sus derechos.

A las carencias que están sufriendo nuestros estudiantes por el cierre de los establecimientos, se suman los estresores propios de la pandemia y la necesidad de la contención que recibirían de sus amigos y comunidad en el colegio, en donde no dependen de los recursos tecnológicos del hogar ni están forzados a compartir aspectos más íntimos de sus vidas a través de una cámara.

Sin embargo, la magnitud del shock de esta pandemia imposibilita que el sistema escolar se haga cargo a solas de suplir todas estas necesidades en la modalidad de educación a distancia, por lo que, mientras permanezcan cerrados los establecimientos, las medidas intersectoriales que promuevan el bienestar integral de niños y adolescentes son especialmente prioritarias.

En consecuencia, preocupa que después de más de cuatro meses desde que se decretó la primera cuarentena en Chile, recién la semana pasada se haya dado permiso para niños y adolescentes puedan salir algunas horas a la semana, mientras que existen permisos para pasear a las mascotas desde el comienzo. Preocupa también que el protocolo para plazas y parques, lugares que suelen ser reconocidos como fundamentales en la vida de niños, no tenga un capítulo específico sobre ellos. Así, fuera del ámbito educacional, no se ve que las características particulares de los niños sean tomadas en consideración al momento de tomar cada decisión.

De acuerdo al último censo, los menores de 18 años representan un 24,2% de la población chilena. Entonces, ¿cómo es posible que este segmento de nuestra población, que por estar en plena etapa de desarrollo es especialmente vulnerable a efectos de largo plazo de la pandemia, no cuente con las medidas específicas para abordar sus características? Por supuesto, no se trata de sobre regularlo y limitarlo todo, si no que los expertos de cada área consideren a este cuarto de la ciudadanía que suelen olvidar en el diseño de las políticas que los afectan a ellos y a sus familias.

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