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27 de Enero de 2021

El fact-checking al Nobel de la Paz

Es inevitable que quienes hacemos fact-checking en Chile no sintamos alegría. Aunque ningún equipo verificador de datos nacional pertenece a la IFCN, esta noticia reconoce el valor del chequeo en la sociedad actual.

Por Carlos Franco
Foto Freepik.
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Carlos Franco

Carlos Franco es Codirector académico del Diplomado en Periodismo de Datos y Fact-checking Universidad Adolfo Ibáñez

Quienes mienten hacen la guerra a nuestras sociedades. Quienes buscan sacar a flote la verdad, nos devuelven la paz. Esa es la idea de fondo detrás de la nominación a la IFCN (International Fact-checking Network) al premio Nobel de la Paz.

Esta semana el director del organismo Baybars Orsek agradeció la postulación publicando en su cuenta de Twitter: “La comunidad de verificación de datos y la IFCN agradecen esta nominación (…) Dice mucho sobre la importancia de la verdad y su peso en nuestro discurso”. La nominación la hizo pública la parlamentaria noruega Trine Skei Grande, ¿su argumento? “la verdad es la primera víctima de la guerra”.

Es inevitable que quienes hacemos fact-checking a miles de kilómetros, en Chile, no sintamos algo de orgullo y alegría. Aunque ningún equipo verificador de datos nacional pertenece a la IFCN, las palabras de Orsek dan en el clavo con el sentimiento que genera una noticia como esta: reconocer el valor del chequeo en la sociedad actual, con las dinámicas de comunicación digital y el alto nivel de infoxicación (información basura) circundante.

El chequeo en Chile es un trabajo bien parecido a la tarea del bombero. Salvo dos o tres medios tradicionales (destaca El Polígrafo, liderado por Cecilia Derpich, quien sentó las bases en 2013), los equipos que realizan esta tarea son de iniciativas independientes (Mala Espina Check, FastCheckCL, Decodificador Chile, Fake News Report) y universitarias (El Observatorio de Datos de la UAI y Factchecking UC), con tropas jóvenes, muchos voluntarios cuyo talento, trabajo y convicción han sido fundamentales para levantar los primeros cimientos de una actividad cada vez más necesaria.

Cinco de estos equipos sacamos adelante en 2020 una iniciativa sin precedentes: el chequeo de la cuenta pública presidencial (disponible vía online), un trabajo donde el espíritu colaborativo y la inteligencia colectiva se convirtieron en pilares fundamentales.

En el fact-checking chileno destacan hoy algunos términos claves: trabajo académico, capacitación permanente, iniciativas independientes, esfuerzo colectivo, buen reporteo, uso de herramientas digitales. Entre los desafíos pendientes hay al menos tres asuntos: mejorar la asociatividad, que algún equipo chileno ingrese a la IFCN y abrirnos al desarrollo de algoritmos e inteligencia artificial. El punto uno y dos están en desarrollo. Varios equipos hemos iniciado camino en esa dirección.

Al punto tres me puedo referir en mi calidad de codirector académico del Diplomado en Periodismo de Datos y Fact-checking de la Universidad Adolfo Ibáñez, programa que impartimos en conjunto la Facultad de Ingeniería y Ciencias y la Escuela de Comunicaciones y Periodismo, con el objetivo de crear modelos de detección de noticias falsas combinando ambas disciplinas.

En Estados Unidos esto recibe un nombre distinto: Deception Detection (detección de engaño), e incluye el chequeo de datos no sólo en noticias, sino además en currículums, avisos publicitarios, papers científicos, etc. Esto, porque la mentira está en muchas partes. En eso están trabajando desde hace 8 años, académicos de universidades estadounidenses y canadienses con mucha fuerza mediante técnicas de procesamiento de lenguaje natural (NLP en inglés), entrenando algoritmos de clasificación (KNN, Naive Bayes, Árboles de Decisión, entre otros) mediante Aprendizaje Automático Supervisado ¿En sencillo? Que una máquina aprenda a detectar patrones y características de un texto y así pueda clasificarlo como + (verdadero) o – (falso).

Un mundo por explorar y muchas inversiones por hacer. Se trata de tiempo, capital humano, tecnología, formación. En la academia nos estamos haciendo cargo bajo la convicción de aportar a una sociedad más robusta. Los gobiernos debiesen verlo desde su misión de mantener una democracia saludable. Las empresas podrían definirlo como una oportunidad de combatir nuevas amenazas a la reputación y la confianza.

Esa es la importancia de esta nominación: poner el foco en una temática que a diario es percibida como una cuestión de gente idealista, para convertirla en una urgencia. Porque el tiempo es ahora.

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