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1 de Febrero de 2021

La visita de Alberto

Desde el punto de vista de las relaciones de Estado, la visita debe valorarse positivamente. A pesar de las diferencias ideológicas y de las complejas circunstancias de cada país, se ha mantenido cierta regularidad en el intercambio de visitas al más alto nivel, con un diálogo amplio.

Por Juan Pablo Glasinovic
Foto Agencia Uno.
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Juan Pablo Glasinovic

Juan Pablo Glasinovic es Abogado

El martes y miércoles recién pasado, el presidente argentino Alberto Fernández hizo una visita de Estado a nuestro país. Fue su primer viaje a Chile en su condición presidencial y la primera vez que se reunía en un contexto bilateral con su par Sebastián Piñera (este tuvo que cancelar su viaje a la asunción de Fernández por el accidente de un avión de la FACH en la Antártica con 38 pasajeros).

La delegación trasandina estuvo integrada por la Primera Dama Fabiola Yáñez, el jefe de Gabinete del presidente, Santiago Cafiero (nieto del destacado político peronista ya fallecido, Antonio Cafiero); el ministro de RR.EE., Comercio Internacional y Culto, Felipe Solá; de Defensa, Agustín Rossi, y de Salud, Ginés González (embajador en Chile entre 2007 y 1015); el embajador de Argentina en Chile, Rafael Bielsa; y los gobernadores de las provincias de Catamarca, Raúl Jalil; de La Rioja, Ricardo Quintela; de Salta, Gustavo Sáenz; y de San Juan, Sergio Uñac. Sorprendentemente no integró el grupo el gobernador de Mendoza, Rodolfo Suárez (la explicación oficial fue una descoordinación, pero la razón sería más bien las rencillas políticas entre el poder central y la provincia gobernada por el partido opositor Unión Cívica Radical).

Desde el punto de vista de las relaciones de Estado, la visita debe valorarse positivamente. A pesar de las diferencias ideológicas y de las complejas circunstancias de cada país, a lo que hay que agregar la pandemia, se ha mantenido cierta regularidad en el intercambio de visitas al más alto nivel, con un diálogo amplio.

Desde el punto de vista político, también fue una buena instancia para descomprimir el ambiente entre los dos gobiernos. El presidente Fernández había emitido una serie de juicios y opiniones sobre la contingencia chilena, incluyendo una coordinación con el Grupo de Puebla y representantes de la oposición chilena para fortalecer el proyecto de esta, lo que rompió las reglas tácitas de prescindencia en los asuntos internos del otro estado.

Durante la visita, Alberto Fernández se mostró relajado y sus declaraciones fueron conciliadoras para con su anfitrión, Piñera, haciendo presente que lo que une a los países es mucho más relevante que las ocasionales diferencias, aunque estas reciban mayor cobertura mediática.

Pocos países tienen una frontera común tan larga como Chile y Argentina (la tercera más extensa en el mundo con 5.300 km). Además, ambos países junto con Uruguay, completan el espacio que se define como Cono Sur del continente, con el control del paso entre los océanos Pacífico y Atlántico y la proyección americana hacia el continente antártico. Por lo mismo, la relación bilateral tiene un carácter particularmente estratégico y así ha sido entendido por ambas naciones desde la cuasi guerra que se desató en 1978. Desde entonces, los dos países han sostenido una activa agenda de integración que ha logrado trascender la sucesión de gobiernos y distintas dificultades coyunturales. Esta dinámica ha sido compleja, pero hasta la fecha los gobiernos y otros actores de cada país, han sabido cuidar lo alcanzado, preservando la confianza recíproca.

La visita de Fernández a Chile fue antecedida por un “abuenamiento” del gobierno argentino con el de Brasil. La recomposición de los vínculos entre los dos grandes de Sudamérica, que se agrió con los llamados del presidente Bolsonaro a no votar a Fernández y se extendió a problemas comerciales, tuvo un punto alto con la visita a Argentina la semana pasada del Almirante Flavio Viana Rocha, secretario de Asuntos Estratégicos brasileño y hombre de confianza de Jair Bolsonaro. Dicha visita habría despejado la aspereza entre los gobernantes, apelando al pragmatismo y la necesidad de unir fuerzas en un mundo más inestable. La reconciliación se sellaría con la eventual participación de Bolsonaro y Fernández en un foro empresarial binacional en marzo en Sao Paulo, con motivo de los 30 años del MERCOSUR.

En noviembre pasado, y en la misma línea pragmática, Alberto Fernández tuvo un encuentro definido de “camaradería” con el presidente uruguayo Luis Lacalle, otro mandatario de distinto signo político y que puso fin a años de gobierno frenteamplista, bloque afín a los presidentes Kirchner y Cristina Fernández.

Con Bolivia, la apuesta de Fernández de acoger y apoyar a Evo Morales tuvo un resultado más que positivo, al regresar el MAS al gobierno de la mano de Luis Arce. Eso dejó al gobierno argentino, con seguridad, con el mejor acceso a las autoridades bolivianas entre los países de la región.

Queda en evidencia entonces que Alberto Fernández tiene un plan – que responde a una aspiración permanente de la política exterior argentina – de recobrar protagonismo regional, influyendo en los asuntos de la región e incidiendo en la dirección del bloque. Este objetivo debe considerarse además en el contexto de un cambio de giro en Washington, con el presidente Biden que buscará retomar el diálogo con América Latina para definir un nuevo marco para las relaciones hemisféricas y ahí, una contraparte que se perfila es Argentina, con su presidente Alberto Fernández (Brasil y Colombia aparecieron alineados con Trump y México tiene su propia dinámica con EEUU).

Por eso Fernández habló en nuestro país de revitalizar el proyecto de Perón del “Plan ABC”, que es la unidad entre Argentina, Brasil y Chile. Parafraseando al fundador del justicialismo (peronismo), dijo que la comunión de objetivos de nuestros países era un imperativo de conveniencia, y no una mera consigna política.

Como en toda visita de este tipo, se suscribieron una serie de convenios y se hicieron anuncios y declaraciones, siendo lo más destacado un acuerdo de materia de cooperación ante la pandemia, y en las fórmulas para enfrentar de manera conjunta el proceso de vacunación que ambos países sostienen. Otro tratado versó sobre la modernización de los pasos fronterizos y, en particular, el sistema de control integrado en el paso fronterizo San Sebastián, en Tierra del Fuego.

A lo anterior se suma el anuncio de que ambos países concurrirán a la construcción de un cable óptico submarino que va a unir a Chile, Argentina y a América del Sur con Australia, Nueva Zelanda y Asia Pacífico. El proyecto de la conexión de carácter transpacífico se denominó como “Puerta Digital Asia Sudamérica” y busca crear la primera carretera digital entre ambos continentes. Para este proyecto Argentina comprometió fondos.

Respecto de Chile en particular, Fernández parece tener una voluntad más decidida de desarrollar los famosos corredores bioceánicos, de manera de incrementar las exportaciones argentinas al Asia Pacífico. En el último tiempo China desplazó a Brasil como el primer socio comercial de Argentina y aún cuando ese lugar pudiera ser pasajero, está claro que será uno de sus principales socios comerciales en los próximos años, de lo cual Fernández quiere sacar más provecho.

Si por el lado argentino la visita se inserta en una ofensiva para fortalecer su liderazgo regional y convertirse en el interlocutor de preferencia frente a las principales potencias, además de facilitar el intercambio argentino con el Asia Pacífico, ¿qué hay de los planes y prioridades chilenos, y como dialogan con los propósitos de Argentina?

Chile fue el impulsor del proyecto de conexión óptica transpacífica, por lo que sumar a Argentina en la iniciativa es muy positivo. No sólo se suman recursos, sino más importante, volumen de usuarios y conectividad.

En cuanto al tema de la facilitación del tránsito y carga entre ambos países, los avances son también favorables, pero se requiere un nivel de ambición mucho mayor. Durante la visita volvió a resurgir el lobby por el túnel de Aguas Negras que une a la provincia de San Juan con la Región de Coquimbo, frente a la más reciente alternativa del túnel de Las Leñas (que desde el punto de vista técnico sería mejor).

Mirándolo desde la óptica nacional, Las Leñas reúne además la condición de estar más cerca de los puertos de Valparaíso y San Antonio, lo que potenciaría el proyecto del megapuerto nacional, como punto de entrada y salida de carga del Cono Sur. Nuestras autoridades deben aprovechar esta coyuntura más favorable a la integración física, tomando pasos más decididos para empujar la construcción de un túnel de baja altura y generar la infraestructura necesaria en nuestro territorio para el fluido tránsito y almacenamiento de la carga, amén de promover actividades y servicios que conviertan al país en un gran centro regional de distribución y transformación de diversos bienes.

A pesar de que hay temas bilaterales complejos que se soslayaron, como la pretensión argentina sobre la plataforma continental que se superpone sobre las pretensiones chilenas en el extremo Sur y en la Antártica (y choca con el Tratado de Paz y Amistad), sigo pensando que el balance es positivo, especialmente porque marca un giro hacia el pragmatismo en materia internacional del gobierno de Fernández, lo que facilita convergencias. Ese giro probablemente marcará la tónica de la política regional en los próximos años, considerando la diversidad política y de regímenes de nuestro hemisferio.

Chile debe jugar sus cartas aprovechando las coincidencias que quedaron en evidencia durante esta visita, teniendo siempre presente que la relación con Argentina nunca ha sido monótona ni lineal.

Para terminar, en la próxima visita de Estado, ya sea del presidente de Chile o de Argentina, debieran participar los gobernadores regionales chilenos, lo que introducirá un nuevo y necesario escalón en la relación bilateral.

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