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7 de Marzo de 2021

Y, ¿dónde quedó el folclor?

Si bien existen aún posibilidades de financiamiento, como el Fondo Nacional del Fomento a la Música, el cual permitirá la realización de la Feria del Folclor, su difusión y preservación continúa siendo tema de conversación, pues, a vista de todos, esto sigue siendo insuficiente.

Por Bárbara Godoy
"Los cultores, artesanos y folcloristas no tienen las mismas herramientas digitales para reinventar sus oficios" (Agencia UNO/Archivo)
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Bárbara Godoy

Bárbara Godoy es Directora de Extensión, Arte y Cultura de la Universidad Católica del Maule

En la antesala a la realización virtual de la Feria del Folclor de Huilquilemu, en marzo de 2021, instancia que rescata la música folclórica y pone en valor el trabajo de los cultores y artesanos de la Región del Maule, me permito manifestar esta interrogante: ¿Qué ha pasado durante este período con nuestros músicos, cantoras y artesanos quienes no tienen acceso a nuevas plataformas de difusión y han sido fuertemente golpeados por la pandemia?

El informe realizado por la Unión Europea respecto de las artes en período de pandemia, revela un devastador impacto en la comunidad artística a nivel global, dando cuenta de que aproximadamente un tercio de los ingresos para las artes se han eliminado.

 Y es que, a años de lo que en Chile en algún momento se tildó como “apagón cultural”, las condiciones son similares: con normativas que sugieren eliminar la música en restaurantes, un inexistente protocolo para la reapertura de centros culturales, teatros y galerías de arte, todo cerrado hasta nuevo aviso y orquestado por el recorte presupuestario del que ya todos tenemos conocimiento.

Es muy curioso, teniendo en mente el rol protagónico que han tenido las artes en pandemia, -convirtiéndose en una compañía importante para sobrellevar los extensos períodos de distanciamiento social, aportando experiencias y contenidos en la formación educativa de niños y niñas-, que no se les considere como un agente ancla dentro de la reactivación económica que planifican las carteras a cargo y que, muy por el contrario, la única solución histórica provenga de la eterna concursabilidad, sin pensar en financiamiento a través de asignaciones directas o capacitación para artistas y gestores.

 En ese panorama complejo, un creciente número de artistas se ha podido reformular con formatos online, tanto de manera independiente como apoyados por instituciones. Hemos visto un proceso de reinvención y resiliencia muy potente, pero olvidamos a los cultores, artesanos, folcloristas, quienes no tienen las mismas herramientas digitales para reinventar sus oficios.

 ¿Dónde han quedado los cantores que narran parte de nuestras historias al calor del brasero?, ¿qué medidas se han impulsado para apoyar a las agrupaciones que reviven nuestras tradiciones?, ¿cómo se han apoyado a las agrupaciones folclóricas que no tenían mayor ingreso que las peñas organizadas y atendidas por ellos mismos? Estas preguntas podrían extrapolarse a todas las disciplinas en las artes, pero sin duda las artes musicales y escénicas han sido las más perjudicadas, principalmente porque sus labores generalmente se traducen a la presencialidad.

 Si bien existen aún posibilidades de financiamiento, como el Fondo Nacional del Fomento a la Música, el cual permitirá la realización de la Feria del Folclor, su difusión y preservación continúa siendo tema de conversación, pues, a vista de todos, esto sigue siendo insuficiente.

¿Cómo se llegará a los grupos minoritarios que se encuentran excluidos de las plataformas digitales?, ¿de qué manera se retribuirá a las personas que sustentan nuestro “Patrimonio Vivo”? Son preguntas amplias, pero que merecen respuestas inmediatas.

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