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31 de Marzo de 2021

La educación como Derecho Humano y la otra pandemia

La pandemia estructural de la desigualdad se expresa de manera aguda en el sistema educativo, deteriorando el ejercicio pleno del Derecho Humano a la Educación.

Por Mario Bugueño
El Derecho Humano a la educación exige al Estado que garantice los elementos que permitan que las personas tengan acceso a una educación de calidad (Agencia UNO/Archivo).
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Mario Bugueño

Mario Bugueño es Centro de Estudios Saberes Docentes. Corporación Defensoría de DDHH - Chile.

Muchos consideran que la educación es importante porque es la puerta indiscutible para la superación, el desarrollo e incluso el ascenso social. No importando el ángulo que se adopte, es un consenso que sin educación es imposible, sino muy difícil, que cualquier persona pueda lograr un desarrollo pleno. De esta forma, el derecho a la educación está instalado en la dinámica de nuestra sociedad como un elemento primordial para la vida, y en especial cuando se trata de los niños y las niñas, todos harán los esfuerzos que sean necesarios para que esto se pueda lograr en plenitud.

La educación es un componente fundamental para las personas, pues con ella se encuentran los caminos por donde proyectar sus vidas, contribuye al conocimiento para superar y/o iluminar los vacíos de lo desconocido, descubriendo nuevas miradas para comprender la realidad y es el espacio por definición en donde las comunidades construyen su identidad, sus valores y aprenden a convivir. Ese es el derecho a la educación, en una formulación genérica.

Pero, ¿en qué consiste el Derecho Humano a la Educación en su visión más específica? Como sabemos, los DDHH regulan las relaciones entre el Estado y el pueblo, es decir, los DDHH protegen a las personas de las acciones del Estado cuando de manera intencional o por omisión éste, el Estado, suspende, interrumpe o viola estos derechos fundamentales. El Derecho Humano a la Educación es reconocido como parte de la familia de los derechos económicos, sociales y culturares y es considerado como uno de los derechos claves para la vida digna junto al derecho a la salud, el trabajo, la alimentación y la vivienda.

El Derecho Humano a la educación exige al Estado que garantice los elementos que permitan que las personas tengan acceso a una educación de calidad para lograr el desarrollo individual y colectivo. Estamos ante la violación a este Derecho Humano cuando el Estado no garantiza el acceso, es decir, se niega a crear el marco normativo correspondiente (leyes), y no adopta las medidas orgánicas y administrativas para su implementación.

La pandemia ha evidenciado de manera cruda que este derecho está lejos de estar garantizado, en especial, para los sectores pobres y vulnerables. La falta de equipamiento y acceso a redes, las inadecuadas condiciones de trabajo de las comunidades educativas y la nula comprensión del contexto en que viven los sectores más carenciados de la población, han incrementado la desigualdad estructural del país en relación a la educación. El intento por exigir un retorno a clases prematuro atendiendo a variables económicas antes que sanitarias, dejó en evidencia el desprecio por la seguridad de la población y al mismo tiempo mostró que los esfuerzos por incorporar la educación a distancia en el sistema, simplemente no existieron o se redujeron a intentos efectistas como la entrega de equipos a ciertos estudiantes.

Tarde o temprano volveremos a retomar nuestras relaciones con presencialidad, y las brechas que dejamos hace más de un año se habrán incrementado; sobre todo, nos encontraremos enfrentados a esta otra pandemia, que tiene marginados a cientos de niños, niñas y jóvenes de una educación de calidad, que no promueve el desarrollo y que sigue concentrada en una visión competitiva de la enseñanza por sobre una visión formativa de la educación. La pregunta es, ¿cuál es el antídoto para este mal que afecta la educación? ¿Cómo asumimos el desafío de fortalecer la educación pública?

La pandemia que afecta a la educación es tanto más destructiva que este virus que nos ha tenido en esta epojé forzada, pero a diferencia del estado eventual de congelamiento que impide la afirmación o la negación, esta otra pandemia no es circunstancial, pues tiene sometidas a miles de personas a la imposibilidad de desarrollarse con dignidad; el sistema educativo tiene una camisa de fuerza que privilegia los intereses de unos en desmedro de las necesidades de los más. La pandemia estructural de la desigualdad se expresa de manera aguda en el sistema educativo, deteriorando el ejercicio pleno del Derecho Humano a la Educación.

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