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18 de Abril de 2021

Súper domingo: elecciones en la región

La buena noticia es que el súper domingo (11 de abril), ha fortalecido la democracia en nuestra región, con procesos impecables y en los cuales los ciudadanos han indicado claramente su preferencia por decidir el destino de sus naciones mediante el voto.

Por Juan Pablo Glasinovic
Los resultados de los procesos eleccionarios en Bolivia, Ecuador y Perú, revelaron una "dispersión del poder". AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Juan Pablo Glasinovic

Juan Pablo Glasinovic es Abogado

El domingo pasado se realizaron elecciones en tres países sudamericanos (originalmente eran cuatro considerando a Chile): Bolivia, Ecuador y Perú.

En Bolivia, correspondía la segunda vuelta de la elección de gobernadores. El 6 de marzo pasado se realizaron los comicios subnacionales, en los cuales la oposición se quedó con los municipios más importantes, ocho de las diez mayores ciudades, y con dos de cinco gobernaciones departamentales. Este domingo restaba definir la suerte de los cuatro departamentos restantes: La Paz, Tarija, Pando y Chuquisaca. En todos ellos triunfó la oposición, con lo que esta pasó a controlar seis de nueve (duplicando su representación anterior). Sin duda esto constituyó una dura derrota para el partido gobernante MAS, pero especialmente para Evo Morales, quien había asumido como jefe de campaña.

Bolivia tuvo tres elecciones en siete meses, y durante ese lapso, el péndulo pasó de un lado al otro del espectro político. En octubre del año pasado, sorpresivamente y de la mano de Luis Arce (Evo Morales estaba inhabilitado para postular), el MAS ganó las elecciones generales, incluyendo el control de ambas cámaras del Congreso. Después de haber sido depuesto Evo Morales por su intención de perpetuarse en el poder, parecía que se abría la puerta para una alternativa de oposición, pero esta fue muy dividida y no convenció a la mayoría del electorado de que podía asegurar el desarrollo del país y mantener una serie de beneficios para los más pobres instaurados por el gobierno de Morales.

Para las elecciones subnacionales, el MAS aspiraba a profundizar su dominio territorial en función del resultado nacional, pero ocurrió lo contrario, a pesar de la fragmentación opositora. La explicación tiene que ver con la misma naturaleza de estos comicios donde predominan los factores locales, pero también es una reacción al triunfo nacional del MAS, para evitar una excesiva concentración del poder en este partido. De esta forma, en un país con regiones con vocación de autonomía, el poder central deberá ser más conciliador a la hora de implementar sus planes de gobierno, so pena de generar tensiones que deriven en un enfrentamiento con las regiones, como ha ocurrido en el pasado. Por su parte, la oposición deberá abocarse seriamente a la unidad del sector si aspira a llegar al poder central en los próximos comicios.

En Ecuador, el candidato de centroderecha, Guillermo Lasso, se impuso sobre Andrés Arauz, ungido por Rafael Correa como su delfín político. Si en la primera ronda Arauz más que duplicó a Lasso y tres de cada cuatro votantes se inclinaron por opciones de izquierda, sorpresivamente en la segunda vuelta este último triunfó por casi cinco puntos, liderando en casi todas las regiones y provincias del país. En la recta final Guillermo Lasso, quien iba por su tercera postulación, demostró mayor oficio y experiencia política que su joven contendor y dio vuelta el escenario, convenciendo a la mayoría de que tenía mejores herramientas para salir del marasmo económico y recuperar la senda del desarrollo. Jugó a su favor también el sentimiento anti correísta de un segmento importante de la población, que bajo ningún aspecto quería reeditar un gobierno en el cual el propio Correa tendría una relevante incidencia.

Si bien los ecuatorianos confiaron más en la capacidad de un presidente con un programa inspirado en el predominio de los mecanismos de la economía de mercado y liberal en términos políticos, este deberá lidiar con un Congreso donde su partido es claramente minoritario, lo que lo forzará a negociar necesariamente la mayoría de sus iniciativas para poder implementar su plan de gobierno.

Arauz, correcta y prontamente reconoció su derrota y extendió una mano de colaboración a Lasso. El líder indígena y casi candidato al ballotage, Yaku Pérez, también ha sido cuidadoso en su postura frente al presidente electo. Esto sin duda que favorece una distensión propicia para los acuerdos que serán indispensables, especialmente al inicio del nuevo gobierno y antes de que concluya la luna de miel de las primeras semanas en ejercicio.

En Perú, se llevaron a cabo las elecciones generales, para renovar el Congreso y elegir al presidente. Postularon 18 candidatos al Palacio Pizarro. Aún en un escenario de por sí incierto y cambiante por el momento que vive el país, con cuatro presidentes desde la última elección y una compleja situación sanitaria y económica, no faltaron las sorpresas. Pedro Castillo, candidato de izquierda más radical, y quien hace solo algunas semanas no figuraba entre los favoritos, terminó en el primer lugar con amplia ventaja sobre los otros. El segundo puesto lo obtuvo Keiko Fujimori.

En materia legislativa, el Congreso contará con 11 bancadas, persistiendo en su creciente fragmentación. El partido con más escaños es Perú Libre, del candidato con la primera mayoría.

El triunfo de Castillo refleja un triple fenómeno: hartazgo con el estado de la política y la esperanza de un nuevo rostro que termine con la corrupción del sistema; cuestionamiento al modelo de desarrollo, y una creciente brecha entre Lima y las regiones respecto de las prioridades nacionales.

Castillo ha prometido reformas institucionales y económicas profundas, incluyendo la discusión y redacción de una nueva Constitución.

La segunda vuelta tendrá lugar el 6 de junio y enfrentará a dos opciones claramente contrapuestas respecto del actual modelo de desarrollo. Mientras Castillo quiere reemplazarlo, Fujimori sólo le haría reformas, sin alterar la sustancia.

En todas las elecciones desde los 90’s, la izquierda en Perú ha cargado con el estigma del terrorismo de Sendero Luminoso y del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, lo que la excluyó de la primera línea de influencia política. El triunfo de Castillo podría ser un punto de inflexión en ese sentido, dejando atrás, al menos para la mayoría, la asimilación de ese segmento con la ideología terrorista.

Las próximas semanas serán cruciales para convencer al electorado, en un escenario polarizante que para muchos se repite, debiendo votar por la opción menos mala.

Pedro Castillo, quien ha sido favorecido por ser un rostro relativamente nuevo en la política nacional y que no tiene abierta ninguna investigación criminal, deberá decidir entre consolidar su opción más rupturista o dar un giro hacia el centro. Tradicionalmente en las segundas vueltas, los candidatos se moderan, pero no siempre es receta de triunfo, especialmente cuando hay anhelos de cambios más profundos. Verónika Mendoza, la candidata de izquierda quien aparecía hace algunas semanas como la más fuerte de su sector, perdió muchos votos porque moderó su posición y dejó espacio para una postura más a la izquierda, que aprovechó Castillo. Pero eso ocurrió en primera vuelta donde el voto es siempre más emocional.

Keiko Fujimori, por su parte, debe aminorar el fuerte rechazo que genera su candidatura y vínculo familiar, lo que le arrebató el triunfo en la hora 25 en la anterior elección frente a PPK (Pedro Pablo Kuczynski).

Al igual que en Ecuador, quien resulte electo presidente deberá relacionarse con un parlamento muy atomizado y en el cual es minoría.

Si consideramos la votación de todos los candidatos en la primera vuelta presidencial y sumamos los votos de derecha e izquierda a los que pasaron a la segunda ronda, Fujimori aparece con más opciones en el papel. También ella pareciera tener mejores perspectivas en constituir una coalición de mayoría en el Congreso. Serán unas intensas semanas hasta la definición por el electorado del Perú.

En los tres países, la constante es la dispersión del poder. Una mayor diversidad de expresiones y opciones políticas se traduce en una creciente fragmentación parlamentaria, lo que impone el desafío mayúsculo y permanente de construir mayorías estables en sistemas presidencialistas y hasta la fecha, altamente concentrados. Esta realidad que vino para quedarse, probablemente derivará en reformas a nuestros sistemas de gobierno. También incrementará la importancia y atribuciones de los gobiernos subnacionales, como instancias más cercanas a los ciudadanos.

La buena noticia es que el súper domingo ha fortalecido la democracia en nuestra región, con procesos impecables y en los cuales los ciudadanos han indicado claramente su preferencia por decidir el destino de sus naciones mediante el voto.

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