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3 de Noviembre de 2021

Impotencia

Resulta kafkiano, y digno de un análisis psiquiátrico, que Chile sea el único país del mundo en que el Estado con cargo a su presupuesto fiscal persiga a sus policías por hacer su trabajo, que no es otro que usar la fuerza necesaria para repeler los ataques ilegítimos de las turbas, y que como si fuera poco, defiende a los violentistas.

Por Christian Aste
Carabineros detiene a una persona que aparentemente saqueaba un supermercado en medio de las protestas para conmemorar el segundo aniversario del estallido social. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Christian Aste

Christian Aste es Abogado

Yo he sentido -y harta- impotencia este último tiempo, especialmente cuando comparo el accionar del Estado chileno tras el estallido delictual del 18 de octubre del año 2019, con el comportamiento que otros países han tenido, en situaciones más o menos parecidas. En ninguno de ellos se ha perseguido al policía que reestablece legítimamente el orden, ni aún cuando han usado la fuerza para hacerlo, porque todos entienden y asumen, que la policía puede y debe usarla si es atacada.

Pero nuestro país es especial. La protección y el amparo institucional no lo tienen los policías, sino los victimarios, especialmente cuando son de izquierda. Si lo son, no importa que oculten su rostro, que porten y lancen piedras, que usen bombas caseras, y que hagan daño. Lo que vale es que pertenecen a una ideología que los califica como sus “luchadores sociales”.

Esto que a todas luces resulta completamente descabellado e irracional, solo puede explicarse porque 7 días después de la destrucción impune que hicieron los extremistas de izquierda, más de un millón de personas acudió al centro de Santiago, a marchar.

Si bien la interpretación inicial fue que aunque la gente no comulgaba con la violencia, sí quería cambios significativos, porque estaba harta; del abuso que los poderes económicos habían hecho – colusiones, información privilegiada, letra chica, y un largo etcétera -, de las bajas pensiones, la delincuencia, el narcotráfico, y la indiscutida segregación y desigualdad social, los políticos en vez de sentarse a buscar soluciones para esos problemas específicos, no hallaron nada mejor que mirar para el lado, y culpar de todos los problemas a la Constitución.

La gente que, en su mayoría ignora lo que significa una Constitución, creyó y compró la idea falsa, de que esa era la respuesta, ¿cómo no hacerlo si Lavín que era el principal líder de la derecha, y el mismo Presidente Piñera, concordaban con el PC y el Frente Amplio en que esa era la solución?

Obviamente que por lo mismo el apruebo ganó y por paliza. Pero la gente que en su mayoría es ignorante y consecuentemente desconfiada, optó para que los que redactaran fueran personas independientes. Por eso no eligieron la comisión mixta, y no votaron por candidatos auspiciados por partidos. La DC por ejemplo eligió sólo un constituyente.

Pero para mala suerte de los votantes, los “independientes” elegidos no lo eran. Muchos de ellos, de hecho, al poco rato que fueron elegidos, se sacaron el disfraz y se vistieron como lo que eran, esto es, militantes activos de la izquierda extrema, y en esa calidad comenzaron de inmediato a renegar de nuestros símbolos patrios, de nuestra historia, y avalar y justificar descaradamente a los violentistas, denostando a la pasada e injustamente a las fuerzas policiales que nos han defendido. Sus “intelectuales”, que son sus referentes, ahora elegidos como constituyentes se permitieron incluso, con un desparpajo que sorprende, declarar sin ningún empacho que la violencia de octubre del 2019, y la que le siguió era absolutamente legítima, por la simple y sencilla razón de que les fue útil y necesaria para que pudieran cumplir sus objetivos, que no son otros que cambiar el modelo económico, que ha permitido que Chile crezca, y reemplazar la Constitución del Presidente Lagos, que hasta antes de octubre de 2019, otorgaba certeza y estabilidad. Es la misma fórmula que usaron los nazis el año 1933, cuando se quemó el Reichstag. Ese hecho dramático, orquestado según muchos historiadores por ellos mismos, le permitió a Hitler, que cuatro semanas antes había jurado como canciller, consolidar su poder.

Por todo lo anterior, debemos concordar que en ningún país meridianamente inteligente, tendría cabida una candidata que promueve indultar a delincuentes que saquearon y destruyeron la ciudad, como tampoco lo tendría aquél candidato que es apoyado por partidos que no solo respaldan ese mismo indulto, sino que consideran que esos hechos, que han provocado solo daño, son legítimos porque fueron necesarios y útiles para ellos.

No olvidemos que el PC es un partido esencialmente antidemocrático, y que aunque toda la evidencia empírica diga una y otra vez lo contrario, siguen y seguirán insistiendo en que el “paraíso marxista” es posible. Quizás eso obedezca a que les quedó grabado el cuento “rebelión en la granja” y todavía siguen identificándose con los “memorables” cerditos de ese libro.

Resulta kafkiano, y digno de un análisis psiquiátrico, que Chile sea el único país del mundo en que el Estado con cargo a su presupuesto fiscal persiga a sus policías por hacer su trabajo, que no es otro que usar la fuerza necesaria para repeler los ataques ilegítimos de las turbas, y que como si fuera poco, defiende a los violentistas, a los que incluso se les rinde homenaje.

Finalmente, y para concluir, quisiera recordar que la ira representa lo que Séneca calificaba como la “locura breve” y que cuando se expresa en forma masiva, como ha ocurrido en Chile, se transforma en una plaga, que si no erradicamos con inteligencia – a punta de votos y creyendo 0 en la demagogia -, será muy difícil y quizás hasta imposible de vencer.

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