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14 de Noviembre de 2021

Conflictos híbridos y los migrantes

Es muy probable que lo que está ocurriendo en Europa Oriental se repita a futuro con mayor frecuencia en cualquier parte del mundo, en paralelo al aumento de las presiones migratorias. Lo que hasta ahora ha sido una conducta de omisión de algunos estados para que los migrantes sigan de largo por sus territorios hacia otro país, podría convertirse en una herramienta de presión para sus propios fines, normalizando este elemento en los conflictos híbridos

Por Juan Pablo Glasinovic
Nuestra región y nuestro país no pueden seguir oscilando entre el inmovilismo y acciones individuales. Urge una coordinación regional que tenga en el centro al bienestar de las personas. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Juan Pablo Glasinovic

Juan Pablo Glasinovic es Abogado

Según Karl von Clausewitz, militar prusiano de la primera mitad del siglo XIX que escribió el tratado “De la guerra”, esta “es la continuación de la política por otros medios”. Por extensión, lo es de la política internacional. Y lamentablemente, la revisión histórica deja en evidencia las innumerables guerras que responden a la competencia por la hegemonía regional o mundial.

Pero, así como nuestras organizaciones políticas, sociedades y economías han mutado y evolucionado, también lo ha hecho la guerra. Lo más evidente está en los medios a los cuales se ha acudido, los que son crecientemente mortíferos, pero igualmente han variado sus tácticas y estrategias.

En relación con lo segundo, ha emergido una nueva modalidad que son los llamados “conflictos híbridos”. Eso alude a situaciones en las cuales las partes se abstienen del uso abierto de la fuerza (armada) y actúan combinando la intimidación militar (sin llegar a un ataque convencional) y a la explotación de vulnerabilidades económicas, políticas, tecnológicas y diplomáticas.

Los actores en este tipo de conflictos ya no son solo los clásicos como los estados. Se suman grupos criminales y terroristas, por mencionar los más peligrosos y activos.

Los objetivos de quienes recurren al conflicto híbrido son erosionar la confianza de los ciudadanos en sus empresas e instituciones; generar desconfianza en el sistema político y administrativo; socavar la cohesión social o los modelos sociales de los Estados, de las comunidades políticas o de las organizaciones internacionales; debilitar el sistema de gestión o gobierno para que tenga menos capacidades; y convencer de la decadencia de un sistema político o empresarial (tanto a la población de la víctima como a su propia población).

El término se hizo común a principios de este siglo en las publicaciones de defensa, siendo asumido formalmente por los gobiernos de numerosos países en sus estructuras y especialmente por las potencias, para hacer frente al fenómeno y desarrollar sus propias herramientas.

A nivel de estados, sin duda que Rusia ha sido uno de los que más ha desarrollado esta variante. La guerra en Ucrania Oriental con rusos separatistas, y la anexión de Crimea, siguieron en buena medida este patrón. También los ciberataques y hackeos a diversas organizaciones tanto en Europa como Estados Unidos han sido una constante. En esta última dimensión, China también ha sido un actor crecientemente activo. En julio pasado los gobiernos de EEUU, Australia, Nueva Zelandia, la Unión Europea, el Reino Unido, Japón y la OTAN acusaron a este país de un masivo ciberataque contra Microsoft, perpetrado en marzo y que afectó a 250.000 sistemas informáticos, entre ellos la Autoridad Bancaria Europea.

Pero, ¿cuál es la relación del conflicto híbrido con los migrantes? Desgraciadamente se han convertido en un recurso más en esta modalidad. Esto ha quedado en evidencia en la frontera oriental de la Unión Europea, particularmente entre Polonia, Lituania y Bielorrusia. Desde hace varios meses, miles de kurdos principalmente, han tratado de entrar a la UE por los países antes mencionados, generando una crisis que se extiende al bloque y que podría escalar entre Polonia y Bielorrusia.

Todo indica, de acuerdo con los testimonios y reportes, que Bielorrusia (con el activo respaldo de Rusia) está deliberadamente captando y empujando a estos migrantes para ingresar a la UE.

¿Por qué y qué hay detrás de esta campaña? En primer lugar, no debemos olvidar que Bielorrusia es una de las pocas dictaduras europeas (son 2) y que su gobernante Lukashenko tiene así un factor distractivo que le resta fuerza a la presión externa e interna para que liberalice su régimen. Pero en un contexto mayor, sin duda que está la impronta rusa. Putin siempre consideró que la expansión de la UE y de la OTAN hacia el Este era una directa amenaza para Rusia. Esa percepción de amenaza se tradujo explícitamente en intervenciones armadas directas e indirectas en Ucrania, para evitar que se uniera al bloque europeo y a la OTAN, al mismo tiempo que dar una señal de las líneas rojas rusas.

Lo que hemos visto en estos meses y especialmente en los últimos días, es el uso de otras tácticas para el mismo objetivo. Rusia, por intermedio de Bielorrusia, está atacando dos puntos débiles de la UE. Estos son el creciente antagonismo entre Bruselas, Polonia y Hungría, y la migración.

Por eso Polonia, que tiene frontera con Bielorrusia, ha sido el blanco principal. A la pugna con la institucionalidad de la UE, que ha levantado la posibilidad de un “Polexit” (salida de la UE), se suma un fuerte rechazo a la inmigración. De hecho, el gobierno polaco se ha negado sistemáticamente a recibir cuotas de migrantes, como han pedido otros países miembros de la UE para distribuir mejor los costos económicos y sociales del fenómeno.

Con estos miles de personas que están arrinconadas entre ambos países, sin poder retroceder por los policías y soldados de cada estado, y en una situación cada vez más desesperada por el avance de las bajas temperaturas y la total carencia de infraestructura para cobijarse, Bielorrussia (entiéndase Rusia) podría debilitar seriamente a la UE y a la OTAN. La máxima victoria sería lograr el retiro de Polonia o su expulsión de la UE. Pero también sería satisfactorio dejar instalada la desconfianza y animosidad entre los polacos y el bloque, para seguir empujando las fuerzas centrífugas.

Más allá de la dimensión de seguridad, hay una apuesta por dividir a la UE y debilitar la democracia en los países europeos, así como erosionar el prestigio de la UE y de sus miembros en el concierto internacional.

Respecto de lo primero, es evidente que el tema migratorio ha sido el combustible para el surgimiento y fortalecimiento de partidos y movimientos de derecha extrema, los cuales han ido creciendo en casi toda Europa. Más migrantes podrían fortalecer esta tendencia. Y una característica de estos grupos es precisamente su nacionalismo y su rechazo a la cesión de soberanía en beneficio de esquemas de integración. Ergo, el auge de la ultraderecha es una amenaza directa a la viabilidad de la UE, además de un peligro para la democracia.

En cuanto al elemento reputacional, junto con buscar desprestigiar a la democracia, que se muestra ad nauseam por las imágenes difundidas, cerrando sus puertas con alambrada a los pobres y necesitados, se persigue debilitar la política exterior europea (que siempre ha sido difícil de consensuar) y se intenta poner en el banquillo moral a la UE.

Como decía el gran estratega chino Sun Tzu, “grandes resultados pueden ser conseguidos con pequeños esfuerzos”. Hay que reconocer la malicia de la táctica en curso, en la cual se están utilizando a seres humanos desesperados por encontrar mejores condiciones de vida y en paz, en pos de objetivos de la política exterior de algunos países.

Ya van al menos 10 personas que han muerto de frío y agotamiento en la zona, además de los vejámenes a los cuales han sido sometido hombres, mujeres y niños, tanto por los que los empujan como por los que los rechazan.

En una declaración conjunta reciente tras una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad, Estonia, Francia, Irlanda, Estados Unidos, Noruega y el Reino Unido criticaron “la instrumentalización orquestada de seres humanos”.

Es muy probable que lo que está ocurriendo en Europa Oriental se repita a futuro con mayor frecuencia en cualquier parte del mundo, en paralelo al aumento de las presiones migratorias. Lo que hasta ahora ha sido una conducta de omisión de algunos estados para que los migrantes sigan de largo por sus territorios hacia otro país, podría convertirse en una herramienta de presión para sus propios fines, normalizando este elemento en los conflictos híbridos.

Evitar que esto ocurra es muy complejo por las múltiples variables involucradas, pero sin duda que parte de la solución pasa por abordar colectivamente el fenómeno de la migración. Nuestra región y nuestro país no pueden seguir oscilando entre el inmovilismo y acciones individuales. Urge una coordinación regional que tenga en el centro al bienestar de las personas y la cohesión social.

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