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13 de Diciembre de 2021

Viejito pascuero: el regalo que nos debemos a nosotros mismos

Cuando faltan menos de tres meses para comenzar un nuevo año escolar, el debate acerca de estas materias y, sobre todo, el cómo nos haremos cargo de la recuperación de aprendizajes y acompañamiento a las comunidades educativas, es prácticamente inexistente.

Por Roberto Bravo
Según el Mineduc, casi 40 mil estudiantes no se matricularon en ningún establecimiento este año. CEDIDA
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Roberto Bravo

Roberto Bravo es Director ejecutivo Líderes Escolares

“Vamos a dar una vuelta para ver si vemos pasar al viejito pascuero”, me decía mi papá cada víspera de noche buena. Y como era de esperar, nunca lográbamos verlo. Pero, al regresar a casa y -de manera mágica– el señor de traje rojo se las arreglaba para dejarme un regalo bajo nuestro árbol.

¡Cuánta ansiedad por saber con qué me iba a encontrar! Varios años después, tengo una sensación similar. Obviamente, ya no se trata sobre lo que haya dejado el señor de profusa barba, sino más bien, lo que nos depara marzo del próximo año para las escuelas y colegios de nuestro país.

Según el Mineduc, casi 40 mil estudiantes no se matricularon en ningún establecimiento este año, una cifra que preocupa y despierta el análisis sobre las consecuencias reales en la educación de niños, niñas y jóvenes. Cifras alarmantes que se suman a los más de 186 mil estudiantes entre 5 y 21 años que abandonaron el sistema escolar en 2020.

Y qué decir del cansancio y agobio del cuerpo docente luego de estos dos extenuantes años de trabajo. La encuesta elaborada por la Fundación Efecto Educativo reveló que el 56% de los profesores está más cansado física y emocionalmente. Algo muy similar a lo que ocurre en otras latitudes. En Estados Unidos, una encuesta realizada por la Universidad de Yale mostró que las palabras que mejor reflejaron el estado emocional de los docentes fueron “ansioso/a”, “atemorizado/a”, “preocupado/a”, “sobrepasado/a” y “triste”.

Cuando faltan menos de tres meses para comenzar un nuevo año escolar, el debate acerca de estas materias y, sobre todo, el cómo nos haremos cargo de la recuperación de aprendizajes y acompañamiento a las comunidades educativas, es prácticamente inexistente.

Basta con revisar todos los debates presidenciales que hemos tenido hasta la fecha, para darnos cuenta que la discusión sobre materia educativa no ha tenido un rol central (y estoy siendo generoso), en ninguno de los candidatos.

¿Qué hacemos cuando los aspirantes a presidir nuestro país, no abordan estos temas?

Obviamente, sería deseable que aquellos que desean llegar a la moneda el próximo año abordaran con seriedad y proactividad la mayor crisis que ha enfrentado nuestro sistema educativo, entregando propuestas y lineamientos claros. Lamentablemente, sabemos que cuando algo deja de dar los réditos políticos que acostumbraba, suele desaparecer con agilidad de las agendas de nuestros representantes.

Pero esto no es solo responsabilidad de ellos. Es de todos y, en especial, de aquellos que formamos parte de las comunidades educativas. Porque deberíamos ser nosotros, quienes más conocemos los contextos de nuestros estudiantes, familias y docentes, los que tendríamos que exigir que se le dé mayor tribuna a estas problemáticas, las cuales repercutirán en todo el sistema escolar el próximo año.

Además, somos nosotros quienes nos hacemos cargo de la realidad particular de nuestras propias escuelas y colegios. Sabemos lo que hace falta y lo que necesitamos que se potencie, cambie o repiense para proyectar un año con objetivos y metas claras.

¿Qué estamos discutiendo, reflexionando o diseñando para el próximo año? ¿Cuáles serán los nuevos repertorios y prácticas que utilizaremos luego de todo lo aprendido? ¿Cuál es nuestro plan para hacer frente a la disparidad de aprendizajes en nuestras aulas desde marzo 2022? ¿Qué hemos hecho o dejado de hacer para que nuestros estudiantes lleguen mejor preparados el próximo año?

Estas son sólo algunas de las preguntas que deberían ya estar ocupando nuestras agendas como líderes escolares y profesionales de la educación, y que no son responsabilidad de los candidatos a la presidencia. Somos nosotros quienes decidimos sobre qué se habla en los consejos de profesores y reuniones de trabajo. Somos nosotros quienes marcamos los tiempos y énfasis para el año que viene.

Una cosa es segura, las respuestas a estos centrales cuestionamientos no van a aparecer por arte de magia bajo nuestro arbolito.  Habrá que sentarse a pensar, discutir y trabajar con decisión y valentía. Porque salir a dar una vuelta y esperar a que nos lo resuelva el viejo pascuero, ya no es una opción.

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