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25 de Abril de 2022

Temas de peso

El libro que recomiendo calurosa y calóricamente, está lleno de datos que obligan a pensar en los treinta y siete billones de células que alberga cada uno de nosotros en su cuerpo y que probablemente estén sucias y tóxicas, tal como la convivencia en nuestro país. 

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Una de las recomendaciones que plantea el libro es que no hay que comer lo mismo todos los días ni a la misma hora. FREEPIK
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Esta semana no quiero escribir de actualidad y contingencia. Me deprime. Prefiero escribir sobre cuestiones de peso. Útiles para la vida y para la muerte. Leo con avidez el libro que lanzaron recién el siempre genial periodista y escritor español, Juan José Millás, y su compatriota, el paleontólogo Juan Luis Arsuaga, “La muerte contada por un sapiens a un neandertal”, que viene a complementar la primera entrega de estas reflexiones en dupla: “La vida contada por un sapiens a un neandertal”. 

El periodista es naturalmente el neandertal, lo que me parece del todo razonable: cada vez los periodistas estamos más brutos; es cuestión de ver y escuchar a muchos noveles reporteros de televisión hablando como Tarzán, sin conjugar los verbos. Preguntar, decir, informar, es parte del interminable parloteo que se inicia siempre en infinitivo. Millás es también el mayor, el más envejecido, el que hace dieta e intenta recuperar el tiempo perdido en términos de hábitos saludables. Tiene 76 años.

Lo fantástico de la conversación es que uno va anotando puros datos útiles, justamente para morir con todo funcionando y no a medio morir saltando, como dice el dicho. Para ayudarlos entonces en la tarea del bien morir, les dejo algunos apuntes a partir de mi lectura:

-El paleontólogo, Arsuaga, abomina de las sillas, las considera “una peste”. Dice: “En la silla, todo el peso del tronco y los brazos van a parar al culo”. Y menciona a una tribu de Tanzania que practica el descanso activo: esto es el sentarse en cuclillas. Es lo mismo que hacen los chinos. Cuando estuve en China, lo que más me impresionó –además de los templos, el sistema político, la censura, el hablar en proverbios, entre tantas otras cosas– fue que la gente esperaba micro, jugaba al tablero chino y conversaba en la calle sentada en cuclillas, lo que explica que no haya obesos, la otra gran peste de la humanidad occidental, además de la silla (también me impresionó lo mucho que escupían; pero eso no tiene nada que ver con la muerte). Estoy tratando de leer en cuclillas una hora al día; los invito a intentarlo.

-A partir de los 65 años, el cuerpo deja de producir las bacterias intestinales encargadas de mantener a raya los procesos inflamatorios. Para suplir esas carencias, hay que consumir probióticos. No en los yogures ni productos de fantasía, sino en cápsulas con fórmulas adecuadas a la biología de cada uno. Existe incluso un tratamiento que se conoce como “transplante de heces”, que consiste en trasladar el microbioma (las bacterias beneficiosas que nos limpian y se acaban con la edad) de un paciente sano a uno enfermo. En el fondo, trocar la capacidad de hacer caca mala por caca buena.

-No hay que comer lo mismo todos los días ni a la misma hora. Hay que dejar descansar el aparato digestivo. Ana María Cuervo, codirectora de estudios sobre el envejecimiento de la Escuela de Medicina Albert Einstein de Nueva York, “defiende la restricción calórica y la ingesta irregular para que los productos de desecho del metabolismo de las células no se queden ahí, intoxicándonos, y sean redigeridos”. O sea, propone ayuno para que el aparato digestivo descanse, cuestión que se conoce como “limpieza celular” o “autofagia”. Un hábito súper recomendable en este Chile con alimentos cada vez más caros (alzas que le debemos en parte a los promotores de los retiros de sucesivos 10%, pero ese es otro tema). Autofagia malentendida fue lo que hicieron millones de trabajadores al comerse sus propios fondos de pensiones. La práctica también es común en las fuerzas políticas de Chile.

-Otro tema: ¿Cuáles son los cinco venenos blancos? El azúcar refinada, la harina blanca, el arroz blanco, la leche y la sal. Aléjate de ellos, redúcelos a su mínima expresión, aparta de ti ese cáliz. 

El libro, que recomiendo calurosa y calóricamente, está lleno de datos que obligan a pensar en los treinta y siete billones de células que alberga cada uno de nosotros en su cuerpo y que probablemente estén sucias y tóxicas, tal como la convivencia en nuestro país. Esa que me obliga hoy a escribir sobre temas de peso.

 

 

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