
Hay algo que no calza. Los datos objetivos indican que la oposición debería estar al alza con un Gobierno que se hunde, pero la realidad es que la centroderecha no existe.
Primer dato. El Gobierno se desploma en las encuestas. En la medición de Activa, el porcentaje de quienes desaprueban la forma en que Boric conduce el Gobierno saltó del 26% en marzo a un 57,8% hace unos días. Solo un 20% aprueba al gabinete. La ciudadanía observa improvisación y expectativas infladas. El quinto retiro amenaza con transformarse en el equivalente del caso Caval en el segundo gobierno de la ex presidenta Bachelet. ¿Qué rol ha jugado la oposición en este escenario? Ninguno, porque se limita a ser solo una espectadora de los errores no forzados que cometen todos los días en La Moneda.
Segundo dato. El desplome del Gobierno es más pronunciado en dos grupos: en los más pobres (D+E) y en aquellos que no se identifican políticamente. Mientras que la desaprobación en los segmentos más humildes representaba un 17% en marzo, en tan solo un mes alcanzó un sorprendente 61% (Cadem). En relación a la identificación política de los encuestados, en la primera semana de Gobierno la aprobación de Boric partió en 53,8 entre quienes se definen como de centro, y 38% entre los independientes (Pulso Ciudadano). La semana pasada, ya había caído a 37,9% en los centristas, y a apenas un 16% entre los independientes. Nuevamente la pregunta: ¿Cuánto ha mejorado la adhesión de la oposición entre los más pobres y los independientes? En nada. Así es, la centroderecha no ha capitalizado nada.
La situación es preocupante. Si la centroderecha, ingenuamente, cree que la desaprobación en alza del Gobierno se va a traducir automáticamente en adhesión a la oposición, está cometiendo una ingenuidad del porte de un buque. La realidad hoy es que la centroderecha está ausente y muda. Tampoco se reinventó como una alternativa distinta a lo que ha ofrecido en los últimos años.
Visto lo anterior, se abren dos escenarios. El escenario A con una oposición muda y sin proyecto alternativo, un Gobierno sin timón más el efecto anti-incumbente que vemos en la opinión pública es el siguiente: la emergencia de un populismo anti partidos a lo Bukele o Chávez. En el fondo, un gran voto de castigo al sistema político parecido a lo que ocurre en Perú. Lo que en la centroderecha debemos advertir con fuerza es que el castigo es a todo el sistema político: al Gobierno por una gestión improvisada e irresponsable, y a la oposición por estar ausente, muda y sin un proyecto nuevo y convocante. El escenario B, es que la deslegitimación de los partidos haga que se consoliden liderazgos con respaldo en la ciudadanía independiente, muchos de ellos en torno al 10% de los apoyos, como MEO y Parisi. En la centroderecha, por su parte, se va a acentuar la búsqueda de figuras con llegadas en ese mundo independiente y arraigo “por fuera” de las estructuras partidarias, como Sebastián Sichel y Karla Rubilar. Este segundo escenario es altamente probable.
Raya para la suma, el Gobierno (y la Convención) van en caída libre. La paradoja es que mientras el Gobierno se desfonda, la oposición decorativa brilla por su ausencia. Si la centroderecha continúa sin articular un proyecto colectivo y unitario que haga frente a un Gobierno inexperto y sobreideologizado, los independientes, centristas y ex votantes del Apruebo van a girar la vista hacia un liderazgo por fuera de los partidos.
Tomás Fuentes,
cientista político y ex diputado de Renovación Nacional