Marcianeke en la escuela
La escuela no puede resolver todo. Se necesita un nuevo trato. Uno que involucre a todos, porque no sacamos nada con seguir prohibiendo cosas al interior de los colegios, si al salir de éstos hacemos como que nada pasara.
“Dimelo má, ando en busca de una criminal (ah, ah), esa que el gatillo le gusta jalar (rata-ta), que le guste flotar y fumar (brr), tussi, keta quiere’ mezclar…” canta el artista nacional de Trap conocido como Marcianeke, en su canción “Dimelo Ma”. Pieza musical que, al igual que muchas otras de este popular género, podría ver su reproducción censurada al interior de las escuelas y colegios luego de que un grupo de diputados presentara un proyecto de ley que busca prohibir la reproducción de música y videos que hagan alusión al consumo de drogas o al uso y porte de armas de fuego o de fogueo en establecimientos educacionales.
La iniciativa impulsada por los parlamentarios de RN, José Miguel Castro y Ximena Ossandón, además del diputado Tomás Lagomarsino (Ind.-PR), tiene por objetivo frenar el aumento de niños involucrados en delitos y especialmente el arribo de nuevas drogas como el “Tussy”.
Prohibir no es algo nuevo en las escuelas. En 2006, la Presidenta Michelle Bachelet aprobó la nueva ley chilena antitabaco que controlaba la venta y consumo de tabaco en todas sus formas. Fue así como se prohibió fumar en los colegios, y también comerciar tabaco en un radio de 100 metros alrededor de estos. Y 10 años después, en 2016, la Ley de Alimentos prohibió la venta y publicidad de alimentos “Altos en” en los establecimientos de educación parvularia, básica y media de nuestro país. Información que nos invita a plantear dos preguntas : ¿es suficiente con prohibir? y ¿hasta dónde prohibimos?
En un espacio que está destinado para formar y educar, es comprensible que no exista cabida para realizar apologías a las drogas, delitos, consignas o cualquier influencia que vaya en contra, tanto del sentido formador de la escuela como de sus valores rectores. Si bien este proyecto busca aportar en ese camino, hay tres cosas que preocupan. La primera, el hecho de tener que esperar una ley para regular la reproducción de este tipo de mensajes. Y no solo porque nosotros (los educadores), tendríamos que ya tenerlo claro, sino que también porque generalmente, estas mociones y proyectos por lo general esconden algo más. Comúnmente, existe la búsqueda de réditos para la bancada del partido y beneficios en las agendas personales.
En segundo lugar, con este tipo de anuncios y declaraciones somos testigos de cómo -una vez más- se responsabiliza y obliga a la escuela a dar soluciones y hacerse cargo de problemáticas que tienen un origen multicausal, las cuales no se solucionarán tan solo por el acto de prohibir desde los establecimientos educacionales. Frenar el aumento de la participación de niños hechos delictuales requerirá -sin lugar a dudas- algo más que solo pausar una canción.
Por último, qué pasa con el rol “libre” que tienen las expresiones artísticas como el arte, la música, el cine, la poesía, etc. ¿Cómo deberían tratarse en la escuela? ¿Qué pasa con el fin estético en sí mismo y la utilitariedad que le damos en el espacio educativo?
La escuela no puede resolver todo. Se necesita un nuevo trato. Uno que involucre a todos, porque no sacamos nada con seguir prohibiendo cosas al interior de los colegios, si al salir de éstos hacemos como que nada pasara.
Se requiere un esfuerzo mancomunado, no tan solo de los educadores, sino de todos los adultos responsables, entendiendo que no hay mejor estrategia formativa, que la de un buen ejemplo.