El poder de las naciones
El posicionamiento de Chile se ha deteriorado en casi todas las variables (así como el de América Latina) y lo que ayer nos abría puertas, hoy no aplica.
Desde que el ser humano existe, el poder ha sido una variable fundamental en la organización social y política. Quien lo detenta, puede decidir e incidir en la vida de los demás, imponiendo su voluntad. Por eso, a lo largo de toda nuestra historia, la constante ha sido la permanente pugna por controlar ese poder y evitar sus excesos. De ahí el nacimiento de la democracia y la posterior separación de funciones en el gobierno, con la construcción de un siempre delicado e inestable sistema de pesos y contrapesos.
En la arena internacional, los actores principales, esto es los estados, buscan acrecentar su poder para defender su soberanía, como mínimo, hasta obtener beneficios de otros, lo que incluye conquistas y anexiones territoriales (como nos lo recuerda Rusia en estos días).
A pesar del fortalecimiento del Derecho Internacional durante el siglo XX y el desarrollo del multilateralismo con el florecimiento de una red de organizaciones de todo tipo construidas sobre la base de la igualdad de los estados, la variable del poder nacional nunca ha pasado a segundo plano, aun cuando su ejercicio se haya canalizado por vías más “institucionales” durante este período. Y durante el siglo XXI, hemos sido testigos de una recuperación de la primacía del poder nacional como variable principal en las relaciones internacionales, en desmedro de la dinámica multilateral. En el futuro previsible esta tendencia se acentuará en paralelo a la incertidumbre y turbulencias que implica la transición desde un sistema internacional hacia otro, del cual todavía hay pocas claves asentadas. En suma, estamos volviendo a lo que ha sido la condición histórica general, en la cual el poder duro de las naciones recobra protagonismo y el espacio multilateral, al menos como lo conocimos, se reducirá. Eso se refleja particularmente en el rearme mundial, el cual lleva ya una década al alza año tras año y no tiene visos de disminuir.
Ante este panorama, la pregunta es cómo nos adaptamos, especialmente aquellos países más débiles, que tuvimos un margen de actuación en asuntos internacionales muy superior a nuestro peso medido en términos de economía, población, territorio y defensa, gracias al multilateralismo y su entramado legal. Evidentemente esa pregunta es plenamente pertinente para Chile, no solo porque hemos sido un activo actor en la esfera multilateral, sino además porque nos encontramos en una compleja coyuntura, a lo que se suma tomar una decisión constitucional que marcará el devenir del país por décadas, incluyendo su relacionamiento externo.
En función de otras columnas y en orden a las restricciones de extensión, esbozo las siguientes aristas y dimensiones a considerar en el necesario proceso adaptativo en el actual contexto global:
En primer lugar, se debe volver a revisar los elementos básicos del Estado, que son las fuentes primarias de su poder y que son aquellos en los cuales se puede incidir más directamente. Las interrogantes acá se refieren a la población, su educación, salud, integración, movilidad. Está claro que nunca seremos una nación populosa, pero un mejor elemento humano es esencial, impactando en todo el resto. Íntimamente ligado a ello está el desarrollo económico. Sin recursos no hay buena educación, salud, defensa, etc. Sabemos también que nuestra economía es pequeña para vivir autárquicamente. ¿Cómo estimulamos mejor el comercio, las inversiones y el emprendimiento integrados al mundo?
Todo lo anterior depende mucho de una estructura institucional adecuada. El Estado puede ser un gran promotor del desarrollo y articulador sinérgico, como también un lastre e inhibidor del crecimiento y de la libertad. En Chile la administración estatal no da para más con una estructura anclada más en el siglo XX que no ha hecho más que acrecentarse bastante inorgánicamente. ¿Cómo lo reformamos en serio para que sirva mejor a los ciudadanos?
En la esfera internacional, urge ser selectivos en nuestra participación. Ante la reducción del espacio multilateral, debemos fortalecer aquellos foros e instancias más relevantes para el interés nacional. Si es que no se ha hecho, sería muy útil hacer una evaluación de todas las instancias en las cuales participamos, a la luz de las siguientes prioridades en mi opinión: la dimensión económica, la integración, el medio ambiente y la seguridad y el combate contra el crimen organizado.
En materia económica tenemos una red de tratados que han ampliado los mercados para nuestras exportaciones al mismo tiempo que han aumentado la oferta de bienes importados y han atraído inversión extranjera, todo lo cual ha repercutido en el mayor bienestar de la población. Los desafíos son promover un escalamiento de valor de nuestras exportaciones e integrarse a cadenas productivas, potenciando nuestras condiciones favorables para una economía sostenible. En esa perspectiva, se debieran privilegiar los esquemas plurilaterales, no solo por constituir mercados mayores y más integrados, sino más importante, por homogeneizar y elevar permanentemente normas y estándares (o sea nivelando para arriba). Por eso cuesta entender que el actual gobierno siga empecinado con no ratificar el CPTPP (que contempla acumulación de origen que es un elemento muy relevante para las cadenas productivas) y dilate la aprobación de la modernización del acuerdo con la UE, favoreciendo en cambio sumar acuerdos bilaterales que no tienen ni por lejos los mismos niveles que los plurilaterales referidos.
En materia de integración, que incluye en parte la dimensión anterior, pienso que el foco debe ponerse en la Alianza del Pacífico dándole más músculo político y, a nivel latinoamericano, darle una segunda oportunidad a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños – CELAC. Es evidente que para fortalecer nuestra posición mundial y en particular frente a la competencia hegemónica entre EEUU y China, debemos tener una región más integrada en todo sentido.
La dimensión ambiental está indisolublemente ligada a nuestro territorio y su gente, al reunir Chile lamentablemente la mayoría de las condiciones para el máximo impacto del calentamiento global. Eso debiera permear todas nuestras políticas públicas, incluyendo la exterior. Debiésemos tomar un rol de liderazgo en los ámbitos de la reducción de las emisiones, así como con la adaptación y mitigación ante el cambio climático. Escazú es un paso positivo en esa dirección, pero debe conjugarse con una real estrategia.
Respecto del combate contra el crimen organizado, lo que traté ampliamente en mi anterior columna, se debe acentuar la cooperación internacional, revitalizando la coordinación regional.
En suma, tenemos que asumir que el contexto internacional está experimentando profundos cambios y que las recetas y percepciones imperantes hasta ahora requieren ser revisadas.
El posicionamiento de Chile se ha deteriorado en casi todas las variables (así como el de América Latina) y lo que ayer nos abría puertas, hoy no aplica. El hecho de haber sido por ejemplo uno de los primeros países de la región en suscribir un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea o el primero en suscribir un TLC con China, o la única nación latinoamericana en estar incorporada al visa waiver con EEUU, no está garantizado hacia adelante. Por eso me preocupa la estrategia de dilatar la negociación con la UE (y la política comercial en general), porque el elástico se puede cortar más temprano que tarde y está muy claro que nosotros tenemos mucho más que perder. En una negociación, sin perjuicio del legítimo grado de ambición, es fundamental tener noción de su propio peso, y debemos reconocer que Chile ha perdido influencia. Y eso debe traducirse en un ejercicio de realismo, recalibrando nuestras debilidades y fortalezas.
Debemos concentrarnos en recuperar poder en la forma antes descrita, partiendo por lo doméstico, porque en el nuevo contexto se dependerá más de los atributos propios. En otras palabras y desde la perspectiva de otros países y especialmente de las potencias: ¿por qué habría de asociarme o tener una relación sustantiva con Chile?
En ese proceso podemos seguir haciendo más de lo mismo en política exterior, con impecables discursos y votaciones en todos los organismos multilaterales, lo que será cada vez más irrelevante por regla general, o asumir que hay que aprender a focalizar y priorizar mejor en función de nuestras condiciones, y que en muchos casos más vale tragarse uno o varios sapos que quedar fuera de ciertos esquemas. Del esquema multilateral el eje irá mutando al mundo de las alianzas, y para ser aliados se requieren otros atributos a los que se exigen para integrar un foro.
Se viene un mundo más duro, y hay que adaptarse rápido.