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21 de Febrero de 2023

¿Se quema Chile?      

Independientemente de las noticias, discusiones en los medios y opiniones publicadas, no puedo imaginarme una sola persona que tenga la más mínima duda que se trata de atentados bien organizados.

Por Tomás Szasz
Ojalá sea una lección que traiga un aprendizaje donde la iniciativa privada encuentre el apoyo estatal y haya una reparación, si no inmediata, al más corto tiempo posible.
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Quinientas mil hectáreas hechas ceniza, 300 incendios promedio diario, casi 30 muertos y centenares de heridos de distinta gravedad, miles de hogares destruidos hasta ahora … Chile parece estar quemándose. El verano de 2023 pasará a la historia como el más “caliente” hasta ahora y la cosa no está todavía terminada: desconocemos aún el balance final.

La oposición y las empresas forestales afirman que no menos de tres cuartas partes de los fuegos eran y son intencionados; el gobierno pregunta de dónde sacan estas cifras pero sin negarlas y repitiendo que ahora lo importante es el combate de los siniestros y después veremos… pero no se atreve a informar la verdad.

Independientemente de las noticias, discusiones en los medios y opiniones publicadas, no puedo imaginarme una sola persona que tenga la más mínima duda que se trata de atentados bien organizados, para dañar las forestales, los agricultores y, en general, a la República, la que se niega a desmembrarse para satisfacer el delirio de algunos autodenominados adalides de lucha indígena que pretende restablecer una histórica situación territorial de hace 6 siglos.

En estas líneas quisiera más referirme a las consecuencias, desde inmediatas a largo plazo de lo que sucede hoy, que explicar lo que ya todas y todos sabemos.

Las pérdidas de las empresas forestales serán billonarias en dólares, mucho más importantes que las tranquilizantes cifras publicadas por el Gobierno. Pero ellas serán compensadas por los seguros que sin excepción cubren los centenares de miles de hectáreas perdidas. Las compañías de seguros tendrán sus dificultades, pero cabe asegurar que a su vez están reaseguradas mediante pólizas que indudablemente son 100% extranjeras. Lo más sensato es pensar que miles de millones de dólares ingresarán a la economía chilena bajo ese concepto.

También es sensato pensar que la inmensa mayoría de las forestales utilizarán las indemnizaciones para replantar los bosques, pues éste es su negocio que más conocen. Pero los accionistas no recibirán dividendos por diez o más años, pues la explotación comenzaría recién cuando las nuevas plantaciones estén en condiciones de ser taladas e industrializadas. Por un lado, evidentemente se crearán miles y miles de puestos de trabajo, más que nada al principio de las limpiezas y repoblaciones con nuevos árboles; que se disminuirán en a medida que los nuevos bosques comiencen a crecer.

Pero el daño infringido a la economía chilena será variado, no solo la disminución de la exportación de maderas y productos a base de madera durante el lapso arriba mencionado. Chile exportará menos, los productos a base de madera se encarecerán, las industrias que utilizan la madera tendrán menos materia prima y tendrán que disminuir su producción. Y esto repercutirá en las finanzas y dañará principalmente – ¿cuándo no? – a las capas de población más vulnerables.

Las organizaciones sediciosas finalmente, sin lograr sus pretensiones territoriales, granjearán que sus simpatizantes se transformen en detractores, naturalmente con la excepción de la extrema izquierda que seguirá atizando las llamas sin fuego de las funestas consecuencias de la “quema de Chile”.

Es lógico suponer que las replantaciones serán distintas a los bosques devastados. El mismísimo Presidente vio con claridad que hay que innovar, hay que regular con previsión y seguridad la industria forestal. Y las compañías parecen estar de acuerdo y muestran su disposición a cambiar las antiguas normas (o anormalidades) de la forestación. Sorprendentemente, la Ministra de  Interior inmediatamente le quitó importancia al asunto a pesar de que la economía chilena actual no puede esperar ni un segundo para reparar el inmenso daño causado por los que odian a nuestro sistema democrático y republicano; las y los que niegan esto son tan enemigos del país como los instigadores detrás de los incendiarios.

Ojalá prevalezca el ave fénix. Ojalá el renacimiento del fuego sea mejor que aquello que éste destruyó. Ojalá sea una lección que traiga un aprendizaje donde la iniciativa privada encuentre el apoyo estatal y haya una reparación, si no inmediata, al más corto tiempo posible. Lo necesitamos.

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