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12 de Abril de 2023

Soy el sheriff, baby…

El “método Bukele” es peligroso desde el discurso “porque el pueblo se lo pide”. Un dictador mesiánico de los tantos que pululan en la región y que, como otros, no se destaca por sacar a su país de la pobreza y la ignorancia.

Por Guillermo Bilancio
Un camino peligroso, dónde no sólo está en juego la libertad individual sino también los más preciados logros democráticos alcanzados. CAPTURA
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Guillermo Bilancio

Guillermo Bilancio es consultor en Alta Dirección

Latinoamérica está viviendo y sufriendo, especialmente en la última década, la regionalización de una guerra “narco” que lamentablemente se inserta en la sociedad, y hace de la delincuencia violenta algo peligrosamente cotidiano.

Frente a este fenómeno que hace años se veía como parte de un lejano escenario tropical, la actualidad de los gobiernos está marcada por la presión de diluir el efecto del miedo y del terror que se apodera de una ciudadanía que pide respuestas rápidas a lo que todos sabemos, no la tiene.

Semanas atrás, han recorrido el mundo las imágenes difundidas por Nayib Bukele, presidente de El Salvador, inaugurando la nueva cárcel “diseñada” para 40.000 reclusos denominada “CECOT” (Centro de Confinamiento de Terroristas), más allá que los allí recluidos no sean necesariamente terroristas.

El CECOT tiene como finalidad principal darle “alojamiento a las “maras”, las bandas criminales que surgieron entre los salvadoreños que emigraron a EE.UU y que retornaron llevando a El Salvador a ser uno de los países más inseguros y con mayores tasas de homicidios del mundo.

En marzo de 2022, cuando la mara “Salvatrucha” asesinó a 87 salvadoreños en un solo fin de semana, bajo el pretexto de que se había incumplido el pacto con el gobierno que capturó a unos pandilleros que se dirigían a Guatemala, comenzó el combate sin cuartel. Eso generó que el Presidente Nayib Bukele declare el régimen de excepción que les quita a los salvadoreños las garantías constitucionales y que ya tiene más de un año de vigencia, con el resultado de 65.000 maras o pandilleros detenidos. Si consideramos que la población de El Salvador es de 6,5 millones de habitantes, es la mayor tasa de presos que un país tiene en todo el mundo.

Esta situación catapultó la imagen de sheriff y la popularidad de Bukele, quien aspira y presiona para ser reelecto en 2024, pese a que de la Constitución de su país no se lo permite. Todos sabemos que poco importa eso.

Otros populistas de un extremo y otro manipularon la constitución para lograrlo.

Uno de los detalles más polémicos es que en esa “supercárcel” o un campo de concentración dónde no se permiten visitas, ni llamadas y no existe posibilidad de reducción de penas, fueron filmadas por profesionales de cine al mando del propio Bukele, las imágenes de los reclusos amontonados como animales conducidos en rebaño.

El mundo sabe que esos reclusos cometieron crímenes brutales, pero también sabe que el dominio de Bukele sobre los tres poderes de El Salvador no parece dar garantías de un proceso judicial respetable.
El problema es que con estos métodos propios de la “violencia del Estado”, Bukele ha ganado una creciente popularidad en su país y en no pocos lugares de la región, Chile incluido, dónde parte de la sociedad admira los métodos de burlar las garantías constitucionales con tal de tener sensación de seguridad y hasta de cambiar esa sensación por libertad. ¿Y la democracia?

El “método Bukele” es peligroso desde el discurso “porque el pueblo se lo pide”. Un dictador mesiánico de los tantos que pululan en la región y que, como otros, no se destaca por sacar a su país de la pobreza y la ignorancia.

Chile está en esta discusión, dónde algunos alcaldes de discutible estatura política han crecido en popularidad actuando mediáticamente e impulsando el discurso de combatir la violencia con violencia. Tal vez no tengan otra idea ni propuesta.

Un camino peligroso, dónde no sólo está en juego la libertad individual sino también los más preciados logros democráticos alcanzados.

Chile no necesita un sheriff, sino políticas de Estado que permitan agilizar y dar la justicia plena a situaciones de inseguridad y de delincuencia violenta. Es el rol de un Jefe de Estado y no de un sheriff que se aprovecha de una comunidad confundida y angustiada.

Esto no es el Far West, y Clint Eastwood ya está viejo. Necesitamos acuerdos políticos entre todas las fuerzas, y no pseudo líderes mediáticos y violentos. Porque la inseguridad tiene que ver con la justicia social, con la educación, con la salud y con todo lo que la democracia pueda brindar para una mejor convivencia.

Basta de sheriff y de héroes de cartón. Chile merece democracia, leyes justas y acción del Estado en todos los frentes. En definitiva, más democracia.

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