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7 de Junio de 2023

Litio: exijamos destinos, no rutas

Como en cualquier otra industria, lo que debemos exigir son metas (ambientales, productivas y tributarias), pero no el camino específico para conseguirlas.

Por Joaquín Barañao
A todos nos repugnaría el sentido común si el Estado exigiera a las sangucherías cierta marca de cuchillos, a las salas de cine cierto modelo de proyector o a los almacenes de barrio cierta caja registradora. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Joaquín Barañao

Joaquín Barañao es miembro del equipo de Incidencias de Fundación Pivotes

Imagine que contrata a un servicio de encomienda para despachar un ramo de flores a su mamá el día de su cumpleaños. ¿Qué es lo que usted debiera exigir? Tres cosas:

  • Que lleguen en el horario pactado y en buen estado.
  • Que se respete el precio acordado.
  • Que el servicio cumpla la ley. Está en su derecho de exigir que no utilicen una moto robada, que el vehículo no contamine más de lo permitido, que no incurran en trabajo infantil, etcétera.

Cumplido lo anterior, lo que NO debe exigir es de qué manera se las ingeniará para sorprender a mamá a tiempo. Sería una soberana tontería si usted, por ejemplo, exigiera seleccionar cierta ruta específica, aun cuando estuviese convencido hasta la médula de que es la óptima. Eso ya es parte de la expertise de la empresa que contrató y ellos verán cómo cumplen lo pactado. Usted visita a su mamá domingo por medio, pero ellos se juegan el pellejo a diario optimizando recorridos, y quizás ese otro camino que usted siempre evita probó ser más eficiente cuando se considera el horario exacto en que ocurrirá su envío, el pago de TAGs y la ubicación de tal gasolinera con la cual celebraron un convenio.

El punto anterior es poco controversial. Moros y cristianos concordamos en que a las empresas debemos exigirles resultados, pero no el método específico de llegar a esos resultados, sujeto al cumplimiento de la regulación. A todos nos repugnaría el sentido común si el Estado exigiera a las sangucherías cierta marca de cuchillos, a las salas de cine cierto modelo de proyector o a los almacenes de barrio cierta caja registradora.

Y, sin embargo, en eso es exactamente lo que incurre la Estrategia Nacional del Litio: “se exigirá la implementación de tecnologías que minimizan el impacto ambiental en la recuperación del litio, como la extracción directa con reinyección de salmuera (conocida como DLE/R), y la reducción del consumo de agua fresca”.

A todos nos interesa que la explotación de litio sea ambientalmente sustentable. No hay dos opiniones en eso. Pero es un error conceptual profundo predefinir el mecanismo específico para lograrlo. La DLE/R es una tecnología aún en proceso de maduración, con poquísimos ejemplos a nivel mundial a escala industrial, y ninguno con la composición química específica de la salmuera atacameña. Las empresas hoy en operación en Atacama han comenzado a testear y prevén que el lavado de las membranas utilizará muchísima agua fresca. Es perfectamente posible que la tecnología avance y se vuelva un método económico y de bajo impacto ambiental —ojalá así sea—, pero es un error exigirlo por secretaría. Así como la DLE/R bien podría progresar, también podría probarse deficiente para nuestras condiciones geológicas, o podría surgir otra tecnología superior, que hoy ni nos imaginamos, y que volverá la DLE/R tan obsoleta como la telegrafía. Nadie sabe, y por eso la regulación debe ser tecnológicamente neutra.

Como en cualquier otra industria, lo que debemos exigir son metas (ambientales, productivas y tributarias), pero no el camino específico para conseguirlas. Para eso están la expertise desarrollada a lo largo de décadas por los productores, la innovación y la impredictibilidad propia del ingenio humano.

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