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12 de Septiembre de 2023

La convención constituyente o el fracaso de los independientes

El diseño de la Convención terminó dejando fuera a la ciudadanía, en contra de minorías identitarias sin respaldo electoral significativo.

Por Tomás Aylwin Arregui
Es fundamental aprender de este proceso, sin caer en juicios moralizantes, reivindicando el rol irremplazable de partidos políticos fuertes. AGENCIA UNO/ARCHIVO.
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Tomás Aylwin Arregui

Tomás Aylwin Arregui es abogado.

A un año del 4S es esencial reflexionar acerca del diseño de la Convención Constitucional y cómo este fue un factor crucial en su fracaso. A pesar de ser un ente inclusivo y democrático, la Convención no consiguió elaborar un texto que resonara con la ciudadanía.

Una innovación en su diseño fue la inclusión de listas de independientes, quienes por naturaleza, carecen de afiliación política. Estos terminarían actuando como figuras individuales y no como integrantes de un proyecto colectivo. Un fenómeno similar ocurrió con aquellos que compitieron bajo las banderas de partidos políticos, muchas veces sin seguir la disciplina partidista, e incluso, en ocasiones, de manera rebelde.

Así, cerca de dos tercios de la convención estuvo compuesta por independientes.

El sistema electoral chileno se creó con la intención de priorizar la representación de listas electorales por sobre personas. De esta manera, más allá del voto obtenido por un candidato, lo determinante es el peso relativo del pacto, considerando arrastres a postulantes con menos votos, pero que igualmente encarnan las ideas de la lista vencedora.

Sin embargo, este objetivo se hace imposible al introducir a independientes en la fórmula. Sus listas tuvieron un carácter meramente instrumental y desaparecieron tan pronto finalizaron las elecciones.

Bajo este panorama, alcanzar consensos por 2/3 se convirtió en un desafío monumental, en el que las ideologías políticas colectivas quedaron al margen, transformando el debate en simples transacciones sectoriales de minorías.

Este enfoque generó que, al actuar los convencionales como figuras individuales sin afiliación política, terminaron respondiendo tan solo a sus bases electorales propias, que en su mayoría no alcanzó siquiera el 5% de los votos, ya en un contexto de escasa participación electoral.

En definitiva, el diseño de la Convención terminó dejando fuera a la ciudadanía, en contra de minorías identitarias sin respaldo electoral significativo.

Dadas las circunstancias, es evidente que el proceso tuvo falencias significativas en representatividad, lo que desde un inicio lo hizo incapaz de conectar con las amplias mayorías que pretendía representar.

El resultado es ampliamente conocido: un texto refundacional que se centró en las demandas de grupos minoritarios altamente movilizados, pero que no logró ganarse el favor de la mayoría ciudadana, culminando en el contundente rechazo del 4S. Es fundamental aprender de este proceso, sin caer en juicios moralizantes, reivindicando el rol irremplazable de partidos políticos fuertes, en una democracia que pretenda generar consensos mayoritarios que conecten con la ciudadanía.

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